Lamentablemente no pudimos evitar su muerte.
Les fallaron la clase política que utilizó su secuestro para atacarse mutuamente; los unos endosando la responsabilidad al pasado para no afrontar con decisión los hechos presentes creyendo que echando más leña al fuego de un muerto político arreglarían la situación de la frontera; y los otros que hicieron de la noticia del secuestro una oportunidad para minar al gobierno endosándole el haber montado una farsa para ocultar un paquetazo económico. El no dar los nombres a tiempo permitió el crecimiento de esta conjetura.
Les fallaron el gobierno que no mostró de una manera clara y fuerte su ánimo para negociar incluso lo imposible, como era el canje de prisiones. Un gobierno que se creyó autosuficiente para enfrentar un conflicto del cual no tenía idea cabal de su complejidad y puso en manos de un inepto esta tarea; este ministro sentenció a muerte a los periodistas al afirmar que no estaba negociando nada y que tenía entre manos 4 supuestos escenarios “que no les voy a decir”, como lo señaló el ministro.
Les fallaron la inteligencia militar, poco inteligente en estos asuntos, que no ha logrado consolidar un plan de seguridad integral en la frontera que vaya más allá del armamentismo. La usencia de inversión en armas no es un pretexto para no tener una idea del enemigo a enfrentar. Se minimizó la amenaza real, se subestimó la capacidad de Guacho para tomar decisiones extremas. Ignoraron que Guacho provenía de la élite de la FARC, la columna Daniel Aldana, una de las más violentas. La frontera no se recuperará con tanquetas y aviones. Guacho no los va a esperar desplazando baterías antiaéreas o tanques militares; ese tipo de guerra no es la suya.
Les fallaron los militaristas en Ecuador y Colombia, aquellos nostálgicos de la violencia que encontraron micrófonos para sugerir la asesoría extranjera, la de Israel, Reino Unido, Estados Unidos y la propia Colombia. La experiencia de Colombia se reduce a cincuenta años de no poder controlar un conflicto armado interno y a su permanente intención de involucrar al Ecuador en su conflicto. Los uribistas criollos nuestros no tuvieron mejor oportunidad que ésta para justificar el abandono y criminalización en la que sumieron a los habitantes de la frontera norte, esos militaristas que hicieron oídos sordos a los reclamos de campesinos e indígenas que sufrieron el embate del Plan Colombia y plegaron ciegamente a su política. El gobierno actual parece haberlos escuchado.
Les fallamos como sociedad porque no supimos levantarnos a tiempo para exigir claridad y transparencia en las negociaciones, o no negociaciones, que hacía el gobierno. Los periodistas han sido solidarios con nuestras luchas, han cubierto nuestras demandas, y ahora que
nos necesitaban, tardamos en pronunciarnos o no nos pronunciamos nunca. Los movimientos sociales que no actuamos también somos responsables de su muerte.
Javier, Efraín, Paúl, ojalá puedan perdonarnos.