Ginna Pasquel, asesora jurídica de INREDH |
11/10/2016 |
El Ejército ecuatoriano torturó a 5 hermanos |
Líder Efrén (28 años), José Raúl (27), Miguel Ángel (25), Manuel Antonio (23) y Anter Óliver Jiménez Jiménez (18) son los hermanos queen los años noventa se dedicaban a la agricultura y mantenían un negocio familiar de cultivo de café en la provincia de Sucumbíos, en el norte de Ecuador.
El negocio era el sustento económico de los hermanos y sus padres, sin embargo, todo cambio un 12 de octubre de 1998.
Ese día 12 de octubre, cuatro de los cinco hermanos se disponían a iniciar sus labores cotidianas individuales con normalidad cuando vieron una fuerte presencia militar en la zona. Los miembros de la fuerza pública realizaban un supuesto operativo militar ysolicitaban constantemente los documentos de identificación a los hermanos. Luego, uno a uno, fueron interceptados por miembros de las fuerzas militares, fueron impedidos de salir de casa.
Los cuatro hermanos fueron retenidos en la vivienda de José Raúl hasta alrededor del mediodía cuando, disponiéndose a almorzar, de imprevisto escucharon que un helicóptero sobrevolaba bajo y uno de los miembros de la fuerza pública les indicó que un Mayor quería conversar con ellos. Los cuatro hermanos salieron de la casa y caminaron escoltados por un grupo de militares hasta que fueron recibidos por otros agentes de la milicia que se encontraban encapuchados.
En ese momento, los hermanos fueron separados. Los militares los arrojaron uno a uno al piso y empezaron a disparar cerca de sus oídos mientras les pisaban la espalda. No podían escuchar bien y sentían una quemazón en la cabeza por la cercanía del disparo. Les indicaron a cada uno de ellos que ya habían matado a sus otros hermanos y se burlaban. Hasta ese momento, los hermanos desconocían la razón de su detención. Solo les dijeron que existía una supuesta denuncia contra ellos y que deben acompañar a los militares. Jamás les comunicaron las razones de su detención.
Los hermanos continuaron caminando, esta vez siendo apuntados con fusiles por los militares y fueron llevados a unas camioneta donde les tomaron varias fotografías.
Los vehículos los llevaron a una cancha de fútbol donde el helicóptero que habían escuchado antes, sobrevolaba a poca altitud para finalmente aterrizar frente a ellos. Los cuatro hermanos fueron entonces vendados, esposados y forzados a golpes a embarcarse esta vez en el helicóptero. Fueron llevados a batallones militares.
Oliver Jiménez, por otro lado, concluyó su jornada laboral campo adentro en los cafetales y se propuso retornar a su hogar. Sin embargo, cerca de su casa, un grupo de militares se acercaron a él, le preguntaron su nombre y le dijeron que lo iban a acompañar hasta su casa, lugar donde se habría encontrado con más militares. Este segundo grupo de militares le indicaron que lo debían acompañar donde ya se encontraban sus hermanos y que sólo faltaba él. Los militares no le proporcionaron motivos ni explicaciones suficientes, a pesar de ello, Oliver aceptó colaborar en todo. Fue forzado a subir a un vehículo y trasladado a una cancha donde espero un lapso de quince minutos, cuando un nuevo grupo de militares, esta vez encapuchados, lo esposaron, le vendaron los ojos y lo tumbaron a la fuerza en el balde de otro vehículo donde le pisaron la espalda durante una media hora, recuerda Oliver. Después fue conducido a un lugar obscuro.
Los cinco hermanos fueron víctimas de reiterados maltratos físicos y de actos constitutivos de tortura. Los militares los golpearon fuertemente en varias partes del cuerpo, particularmente en el estómago -golpes tan fuertes que les provocaron vómito-. Luego proporcionaron descargas eléctricas sobre sus cuerpos, les sumergieron en agua casi ahogándolos, les colocaron fundas rociadas con gas pimienta en la cabeza y fueron obligados a escuchar los gritos de dolor de sus hermanos mientras eran torturados.
Les amenazaron con hacerles sufrir más a ellos, a sus hermanos o incluso a sus esposas las mismas torturas, todo con el fin de que los hermanos admitieran crímenes como secuestro, narcotráfico, asalto a transportes públicos y que revelaran dónde escondían sus armas. Los hermanos Jiménez desconocen la ejecución de estos actos y los militares nunca lograron probar estos hechos como responsabilidad de los cinco hermanos.
La milicia, en ningún momento, propinó agua o comida pese a las súplicas de los hermanos y peor aún, les ofrecían orines en vez de agua.
Los militares fueron bastante insistentes con ellos en que se declararan culpables de los crímenes antes indicados, pero los hermanos insistían que eso no era verdad y se rehusaban a aceptar la culpa, por lo que los hermanos fueron sometidos a estas torturas durante el transcurso de toda la noche del 12 de octubre y durante el día del 13.
Aproximadamente, a la 18:00 del 13 de octubre, los militares les indicaron que Oliver, Raúl y Manuel podrían irse pero que Efrén y Miguel deberían quedarse un poco más de tiempo, siendo ellos los menores de los cinco hermanos. Mientras que a los otros tres, un grupo de militares los subieron a un camión y los dejaron a su merced en la vía. Les dijeron que no debían denunciar nada o si no sufrirían las consecuencias.
En la noche, los militares subieron a Efrén y a Miguel a un vehículo amarrados y con los ojos vendados, y para que la gente no los notara los militares se sentaron encima de ellos. En este otro lugar, los golpes continuaron: patadas en la cabeza, en el estómago e inclusive en los testículos. Los militares dijeron que faltaba que ellos cooperen y que por eso no les dejaban libres todavía.
Como fruto de las heridas Efrén tenía los glúteos lastimados. Empezó a tener fiebre y convulsiones. Por ello, le bañaban en agua helada constantemente y le colocaban inyecciones con fines desconocidos para él, mientras a Miguel lo golpeaban y lo obligaron a desnudarse.
Avanzado el día 14 de octubre, finalmente les ofrecieron comida y agua pero debido su condición, ninguno pudo ingerir mayor alimento más que agua. Luego, de esto los dejaron abandonados en una vía. Sus padres se encontraban devastados al enterarse de cómo habían sido tratados sus hijos.
A su regreso, los hermanos se percataron de que los militares, quienes habían quedado custodiando sus viviendas durante su retención, habían entrado a la fuerza en sus viviendas: sus alimentos estaban consumidos, sus cosechas quemadas y sus pertenencias desordenadas o destruidas.
El 15 de octubre de 1998, los hermanos fueron al médico. Se les indicó la gravedad que los golpes habían provocado internamente. Tras de ello, acudido a la oficina de Derechos Humanos de la iglesia San Miguel de Sucumbíos donde denunciaron lo ocurrido.
La iglesia informó de estos hechos a varias entidades estatales como el Alcalde de la ciudad, el Gobernador de la provincia de Sucumbíos, el Comisionado de la Defensoría del Pueblo de Sucumbíos, el Ministro de Defensa Nacional del Ecuador, el Ministro de Gobierno, el Defensor del Pueblo Nacional e incluso a los Comandantes de los Batallones en donde permanecieron detenidos. Sin embargo, no hubo respuesta alguna.
Las entidades estatales de ese entonces no tomaron acción alguna y por eso el caso fue presentado en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) el 6 de agosto de 2003 y esta emitió informe de admisibilidad el 17 de octubre de 2015 (Informe Nº 56/15). Actualmente se encuentra en etapa de fondo. Inredh presentó su informe el pasado 20 de julio 2016.
Además, este caso se encuentra registrado por la Comisión de la Verdad que tiene por objeto investigar, esclarecer e impedir la impunidad en casos de graves violaciones a derechos Humanos en el país ocurridos entre los años 1984 y 1988[1]. Se espera que en este proceso la Fiscalía y los demás operadores de justicia que intervendrán respeten y cumplan con el marco normativo nacional (Constitución, Ley de Víctimas[2]) e internacional en casos de graves violaciones de derechos humanos (El Manual de Investigación y Documentación Efectiva sobre Tortura, Castigos y Tratamientos Crueles, Inhumanos o Degradantes[3]).
Los hermanos cuentan que sus vidas cambiaron para siempre. Tuvieron que dejar el negocio familiar de agricultura que afectó especialmente a sus padres y que cada uno fue forzado a trabajar por su cuenta para recuperar las pérdidas por los allanamientos de las casas y quema de sus cultivos. A partir de estos hechos su economía se vio devastada.
También su vida fue alterada. Los vecinos y comuneros los juzgan y los tildan de delincuentes. Cuentan que tienen mucha dificultad para conseguir trabajo, no solo por las secuelas de los golpes ya que sufren todavía dolores de cabeza o espalda y algunos tienen problemas auditivos; sino también por la impresión que las personas tienen de ellos. Manuel no soportó y optó por irse a vivir a otro sitio para sentir que podía empezar su vida de nuevo por lo que se fue lejos de su familia hacia otra ciudad y otra provincia.
Sus parejas los abandonaron, se sienten perseguido y vigilado. Ahora sienten un temor profundo hacia figuras de autoridad como policías y militares y desconfían mucho de ellos.
Los hermanos Jiménez esperan justicia, una reparación integral por los daños causados y disculpas púbicas por las tantas vejaciones a su dignidad. Además, en ellas se debe tomar en cuenta a sus familiares por los daños causados. Cabe mencionar que el daño psicológico que se mantiene en ellos no podrá ser reparado nunca.
Sus secuelas físicas y psicológicas siguen presentes. En esa época no se investigaron los hechos diligentemente, a pesar de que las víctimas hicieron uso tanto de vías judiciales como administrativas. Hasta el día de hoy no se han sancionado a los responsables, ni ha existido reparación integral para las víctimas por las violaciones acaecidas sobre sus derechos a la integridad personal, libertad, garantías judiciales, protección a la honra y a la dignidad y a la protección judicial.
Este 12 de octubre se cumple 19 años de los actos de tortura de los cual fueron víctimas los cinco hermanos.
Derechos vulnerados
La violación de derechos es evidente en este caso, en primer lugar se vio afectado el derecho a la integridad física, psicológica y moral debido a que los hermanos fueron sometidos a tortura. Además, se vio vulnerado sus derechos su derecho a la libertad personal ya que fueron privados de su libertad física de forma ilegal y arbitraria. Jamás fueron informados sobre las razones de su detención, nunca fueron llevados ante juez o autoridad competente. Todas las garantías judiciales fueron ignoradas por los miembros de la fuerza pública, los hermanos Jiménez no fueron escuchados, no existió una acusación formal en su contra ni mucho menos un proceso. Estuvieron incomunicados todo el tiempo, no tuvieron acceso a un abogado y tampoco se les permitió defenderse por sí mismos, fueron interrogado bajo métodos crueles e inhumanos, fueron obligados a declarar contra sí mismos delitos que jamás cometieron y de los cuales no te
nían conocimiento, todo ello en base a torturas, todo aquello solamente fue público hasta que las víctimas emprendieron acciones tanto administrativas como judiciales a pesar de encontrarse los hechos en conocimiento de autoridades de los grupos militares.
También sufrieron atropello a su honra y su dignidad, los hechos les afectaron a nivel interpersonal y comunitario. Finalmente, jamás recibieron protección judicial posterior a los hechos pese a que las autoridades conocían lo sucedido.
Por lo tanto, se debe considerar que lo sucedido es la huella más profunda que nos queda para no dejar impune el atropello a sus derechos y sentar precedente de que no se debe permitir jamás este tipo de actuaciones por parte de miembros de la fuerza pública.
“Con mis hermanos teníamos un proyecto de vida asociativo o micro empresarial, trabajábamos en conjunto, a raíz de este problema cada uno se dedicó a trabajar diferentemente. Antes éramos tan unidos, seguimos unidos, pero no en el sentido de trabajar con un solo fin.” Líder Efrén Jiménez
“El impacto más grande de todo esto es la desintegración de la familia, porque nosotros trabajamos en familia y en el mismo terreno con el mismo fin, pero después de lo que pasó dejamos de trabajar juntos por el miedo de que nos vuelvan a coger y cada uno se fue a buscar trabajo por su lado”.Olíver Jímenez
“Esto nos afectó bastante porque ya no podíamos trabajar, sobre todo con nuestros ánimos y mi esposa se deprimió mucho. En cuanto al trabajo con todo lo que paso lo deje: las 4 hectáreas de sembríos de café, las gallinas, pavos y chanchos, es lo que tenía en mi finca y todo eso deje ahí botado (…) en cuanto a mi persona estuve con los ánimos muy bajos y psicológicamente muy afectado por lo decidí irme a otro lado para ver si de una u otra manera podía recuperar mi vida”. Manuel Jiménez
“Mi plan de vida me afectó totalmente, se borró, se fue al piso porque yo ya estaba diseñando como vivir en qué condiciones todo eso y tenía grandes posibilidades de trabajo, pero todo cambió porque ya no era lo mismo que antes. Se perdió la fuente de ingresos, tocaba buscar por todo lado, migrar y por estar así se murió mi hijo. Fue terrible quedamos sin proyecto de vida porque se me fue algo lindo que tenía mi varón y me afectó tremendamente, mi mujer hasta el día de hoy vive enferma por la preocupación porque ella también veía personas desconocidas”.José Raúl Jiménez
“Mi vida cambio mucho, yo admiraba a los militares yo le decía a mi esposa que quería ver la forma de ser militar, me gustaba ser parte de las Fuerzas Armadas. Esa era la meta, quería ser militar. Quería ser parte de ellas, pero ni modo. Nada. Igual, dejé todo los trabajos. Totalmente se perdió todo. Cambio toda mi vida”. Miguel Jiménez
[1] Decreto Ejecutivo Nº 305. Comisión de la Verdad. Art. 1
[2]Ley para la Reparación de las Víctimas y la Judicialización de graves violaciones de Derechos Humanos y delitos de lesa humanidad ocurridos en el Ecuador entre el 4 de Octubre de 1983 y el 31 de diciembre de 2008
[3]Manual de Investigación y Documentación Efectiva sobre Tortura, Castigos y Trata
mientos Crueles, Inhumanos o Degradantes o Protocolo de Estambul