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23 de agosto: Caso Andrés Padilla (Mascarilla)

Por luxor2608
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Por Ingrid García*

Al comenzar este escrito quiero que sepan que “I can’t to breathe” si como lo leyeron “I can’t to breathe”, ¿quién comienza un escrito con una frase en otro idioma, en el que se quiere hablar de derechos humanos en Ecuador? Pues sí lectores, ¡No puedo respirar! Nos deja sin aire pensar cómo esta frase no inmutó a agentes policiales estadounidenses que provocaron la muerte de una persona, de un negro, de un nigga, de un afrodescendiente… Sabemos lo que piensan ¡Un humano! Sí, pensamos igual es irónico, como nadie hizo nada para evitar esa muerte. Recuerdan el video viral de George Floyd que, conmovió a miles de personas, generó empatía en la población estadounidense y en el mundo. A pesar de la pandemia, la gente salió a protestar y muchos de nosotros posteamos en nuestras redes Black Lives Matter o le dimos like a quienes lo postearon.

Desde donde nos encontrábamos seguro pensamos: se debe hacer justicia, el policía debe recibir una sanción. Todas las personas lo vimos, el video estuvo claro, George Floyd en el piso y el policía en su cuello. Floyd repitió varias veces “I can’t to breathe” y el policía no se retiró de encima de su cuerpo.  El evento ocurrió en el mes de mayo y después de tantas protestas en el estado de Minneapolis – Estados Unidos se hizo medianamente justicia y se destituyó al policía responsable de la asfixia de Floyd. Si bien Black Lives Matter es un movimiento en contra de la supremacía blanca, contribuye a la exigencia de los derechos de personas afrodescendientes y está en contra la violencia policial hacia ellos y todas las personas.
Sí, seguro saben de lo que estoy hablando, pero ¿qué tiene que ver este hecho con los derechos humanos en el Ecuador? Hoy quiero que pensemos en Andrés Padilla, murió el 23 de agosto del 2018, hace dos años. Hace dos años en el control de Mascarilla, en la provincia de Imbabura, al norte de Ecuador; un policía le disparó por la espalda a Padilla.
El agente David Velasteguí, experto en tiro y miembro del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) de la Policía; y Andrés, joven de 26 años afrodescendiente, se enfrentaron en medio de un operativo policial aquel 23 de agosto.  Los dos forcejearon, se separaron, corrieron cada uno por lados opuestos; pero el agente paró, se dio la vuelta y disparó contra Andrés, cuando él estaba de espaldas corriendo.  La bala de nueve milímetros de dotación policial le perforó el cráneo. Andrés no poseía arma alguna y no representaba un riesgo para el policía Velasteguí, pero eso no hizo cambiar de parecer al policía, él disparó. El video del Ecu 911 registró las imágenes de este relato que se hizo viral, pero no generó mayor empatía, no surgió ningún movimiento en redes, no posteamos a favor de la vida, ni tampoco hubo grandes manifestaciones, los únicos que protestaron fueron sus familiares, los del sector y algunas organizaciones y académicos se pronunciaron, otros apoyaron en los plantones, pero solo eran unos cuantos negros y contados mestizos.
La familia grita ¡La vida negra de Andrés importa (Andres’s black life matters)! Pero no tiene eco.  Doña Jaqueline Delgado repite hasta el día de hoy, “mi hijo no era un perro, voy a luchar por justicia, mi hijo tenía derecho a vivir”. Como el caso de Andrés no generó la conmoción social suficiente a favor de su vida, ni respuesta en honor a la justicia, les relataré los hechos alrededor del caso.
Para ello es importante que primero hablemos de la zona del Valle del Chota, ubicado en la provincia de Imbabura y en el siglo XVII, los españoles implementan la siembra de caña de azúcar, luego de que fracasó los cultivos de olivo y de uvas. Rosario Coronel, en su libro El Valle Sangriento, recalca que el Valle del río Chota era conocido como “Valle Coangue”, “Valle de los negros andinos” debido a que los afrodescendientes fueron llevados de manera masiva a laDesde allí los afrodescendiente han vivido de manera regular producto de la reforma agraria (en 1964) por la compra y venta de terrenos; y de forma irregular por los asentamientos y apropiación de terrenos o entre otras formas de asentamientos.
Segundo es necesario que pensemos en las construcciones sociales sobre las personas afrodescendientes en el país. A pesar de la abolición de la esclavitud para el pueblo negro o afrodescendiente, la reinserción a la sociedad no contaba con las facilidades adecuadas y los ámbitos en el que se desarrollaron en su mayoría eran trabajos domésticos, agrícolas, artesanos, mandaderos. No tenían más opciones ni oportunidades. En el siglo XXI, la zona del Valle del Chota cambió, pero en búsqueda de subsistir, en general los oficios son los mismos o muy parecidos que en la época colonial, (choferes, agricultores, empleadas domésticas, jardineros)
La vida está llena de construcciones sociales. El hecho sin más de la apariencia física existe y la gente ha utilizado para incluir y excluir, y que supuestamente muestran diferencias más o menos innatas y naturales transmitidas a través de las generaciones: la identificación racial contiene un discurso de naturalización. (Wade, 2000, pág. 22)
Si desde tiempos coloniales se ha construido que una persona afrodescendiente está para trabajos duros o que los negros no son iguales a otras etnias, por ende no reconocen su calidad de ser humano; el pensador Stuart Hall señala, que la creación del “otro” y  “el racismo construye al sujeto negro [como]: buen salvaje y vengador violento”  (Hall, 2010, pág. 309). Esto ha permitido que los discursos racistas se potencialicen.
Pero repensando, si la sociedad desde tiempos pasados ha relegado al negro como un ser inferior; no le ha dado las oportunidades por la exclusión y no existen fuentes de trabajo que dinamice la economía en la zona ¿cómo es posible que los negros no recurran a trabajos informales que les permitan subsistir? Por ejemplo, ser parte de las actividades de las cacharreras o cacharreros que es la compra de mercadería en la zona de frontera, sin pagar los altos aranceles y luego vendar en diferentes provincias, representan una ganancia para subsistir una temporada y luego volver a hacerlo.
Para no incurrir en actividades informales, muchas personas han optado por aprender a conducir o con la idea de salir adelante se hacen futbolistas, policías o militares de tropa; pero no todos tienen esta oportunidad.
Conversando con Jaqueline Delgado, madre de Andrés Padilla Delgado, ella comentó que su hijo se graduó del bachillerato como mecánico automotriz, mientras estudiaba y jugaba futbol. Fue marcador izquierdo en clubes como Mushuc Runa o Deportivo Valle del Chota; pero también aplicó a la Naval del Ecuador. La familia de Andrés buscó oportunidades para salir adelante y sus últimos días, Andrés trabajó como chofer y ayudó a su madre a transportar legumbres para su negocio de compra y venta de hortalizas. Él también vendía los productos junto a su madre.
Aquel 23 de agosto, Andrés estuvo envuelto en un enfrentamiento con la policía. Si recordamos el video viral donde ocurre el evento podemos resaltar que Andrés se inmiscuyó en el conflicto, salió a flote la histeria y la ira reprimida contra la sociedad y la fuerza pública. En el video investigativo “Enfoque Social Caso Mascarilla y las muertes violentas en el Valle del Chota” se señala que Andrés no es el único caso, según habitantes de la zona existen otras muestras violentas en el sector en las cuales se ven inmiscuidos agentes policiales. La activista Kimberly Minda señala que alrededor de 38 comunidades comprenden el territorio ancestral afro ecuatoriano entre las provincias de Imbabura y Carchi. Y que en cada una de estas comunidades hay al menos una historia de hace más de diez años, de que un policía, aduanero, policía metropolitano o militar haya asesinado a una persona sea hombre o mujer, esto nos hace pensar profundamente ¿en qué está pasando? 
Para la activista, el caso de Andrés se volvió tan famoso porque se grabó el hecho, pero en la mayoría de los otros casos no hay una prueba, tan solo una familia que relata los hechos pero que no alcanza para los procesos judiciales. También Minda enfatizó que los discursos que se han construido históricamente sobre personas afrodescendientes golpean muy duro en la realidad del territorio ancestral, porque las dinámicas económicas no se entienden y no esta contextualizadas de lo que pasa en este lugar. Por ejemplo, con el reforzamiento de estereotipos raciales la presencia de la institución policial tiene una presencia distinta que lo que ocurre en otros lugares como las ciudades grandes (Quito, Guayaquil o Cuenca).
«El acercamiento a la autoridad y de la autoridad es totalmente distinto y a su vez es sumamente violenta. La lógica de la ley en ciudades como Quito, la presencia de los agentes es disuasiva, la mayoría de veces para que sepas que existe una autoridad estatal, que no necesariamente va a atacar a las personas. Pero en el momento que hay cualquier intervención en el territorio del Valle del Chota, no se trata de disuasión sino de ataque. Lo que demuestra que las dinámicas son totalmente distintas, como hay toda esta idea estereotipada de las personas afrodescendientes (violentas) la presencia policial/militar no llega con un discurso de protección o de derechos humanos, sino que llega directamente a un ataque. Lo que se puede ver, es que desde la lógica policial no se está tratando con personas sino con criminales, a los criminales no les preguntan, sino que directamente les atacan». (Kimberly Minda, 2020) en  (INREDH, 2020)
 

 Protestas bajo el lema las vidas negras importan. Foto: Pixabay.com

 
Entonces un policía dispara a Andrés por la espalda, ¿Esto pudo ser producto del racismo y por las construcciones sociales?
Los enfrentamientos entre el pueblo afrodescendiente y la fuerza pública responden a un choque y el encuentro entre razas. Entendiendo que raza tiene dos aspectos: el físico, el fenotipo marcado por el color de piel; y el aspecto inmaterial “donde lo que importa es determinar y definir esa inmaterialidad característica de lo humano” (Arias, Julio y Restrepo, Eduardo, 2010) es en lo inmaterial donde se han construido los discursos racistas y por ende es ahí donde se jerarquiza al ser humano.
Pese a la mediatización del caso, en el proceso judicial la muerte de Andrés Padilla la familia no ha encontrado justicia. El Tribunal de primera instancia declaró culpable a David Velasteguí y lo condenó a tres años y cuatro meses de prisión porque en el proceso no se probó el principio de necesidad ni que fue en defensa propia.  La sentencia fue apelada y el Tribunal de segunda instancia ratificó la inocencia de David. Señaló que se cumplió en principio de necesidad y fue en defensa propia. Ordenó su inmediata liberación. La familia Padilla Delgado presentó el recurso de casación en la Corte Nacional de Justicia, en la ciudad de Quito.
Las muertes de Andrés Padilla o de George Floyd, además de ser analizadas como una violación a los derechos humanos, en especial al derecho a la vida, se pueden analizar como delitos de odio.
Ecuador no es Estados Unidos, pero la vida de Padilla y la vida de Floyd sí importan y merecen justicia, y sus familias reparación integral y garantías de no repetición. Protestamos por justicia, por derechos, por la vida de mujeres, niños, hombres, indígenas, negros, montubios, campesinos. Y vamos en contra del sistema y en contra de la violación de los derechos humanos para que se garantice una vida digna.  
Hoy, 23 de agosto de 2020, se cumple dos años de la muerte de Andrés Padilla y apelamos a la empatía, a la humanidad y exigimos al Estado justicia para Andrés, quien también es una persona, un nigga, un afrodescendiente y sobretodo un ser humano poseedor de derechos, que su vida también importe. Andres’s black life matters
 

* Socióloga con Mención en RR. II. de la Universidad Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Defensora de Derechos Humanos. Coordinadora del Área de Fortalecimiento INREDH. 


Bibliografía

Arias, Julio y Restrepo, Eduardo. (2010). “Historizando raza: propuestas conceptuales y. Bogotá: Crítica y Emancipación .
Coronel, R. (1991). El valle sangriento: de los indígenas de la coca y el algodón a la hacienda cañera jesuita, 1580-1700. Quito: Abya Yala.
Hall, S. (2010). Nuevas etnicidades. En S. Hall, Sin Garantías (págs. 305-313). Mexico : Universidad Andina Simón Bolívar.
INREDH, C. (2020). Caso Mascarilla y las muertes violentas en el Valle del Chota [Reportaje].
Wade, P. (2000). Raza y Etnicidad en Latinoamérica. Abya-Yala.

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