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¿Bases? ¿Qué bases?

Por Super User
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Gabriel Conte, MDZ en Colombia

 

¿Bases? ¿Qué bases?


 

 

Fuimos a Palanquero.

Se trata de la base militar colombiana que funciona en Cundinamarca, en el camino que une Medellín con Bogotá, justo en la localidad de Caldas y que lleva 75 años de funcionamiento. Allí se centran las mayores expectativas del acuerdo entre los Estados Unidos y el gobierno del presidente Álvaro Uribe para la instalación y utilización de bases militares.

 

«No fotos; no detenerse» es la consigna.

 

Arribamos por la tarde – noche y no hay mucho más que ver y que mostrar que un centro de operaciones aéreas plagado de actividad en un país que sostiene un fuerte conflicto armado hacia sus entrañas. La ruta de acceso que une a ambas ciudades conserva vestigios de esta guerra: casas abandonadas se multiplican a su vera, a pesar de que ahora sí se puede transitar y llegar con certeza a destino.

 

Hace algunos años, esto era inviable debido a los secuestros y ataques que tenían como destinatarios principales a quienes circularan por las rutas de la zona.

 

Palanquero, más allá de la inaccesibilidad, está en la agenda latinoamericana junto a otras seis posibles instalaciones militares estadounidenses en Colombia. Pero el asunto no está latente en el debate público colombiano.

 

Allí, la administración de Barack Obama invertirá 45 millones de dólares.

 

«La posición de Palanquero es estratégica en Sudamérica. Su importancia radica además en ser una base para aviones de alto rendimiento», ha dicho el general Héctor Velasco, un antiguo comandante de la Fuerza Aérea quien, además, como es costumbre de los militares en este país, da opinión política y arremete contra las críticas.

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«No dijeron nada cuando operaba la base de Manta (en Ecuador) desde donde operaban autónomamente las tropas estadounidenses, mientras que ahora se habla de operaciones combinadas en las que siempre habrá militares colombianos». Manta, nos cuenta Gualdemar Jiménez, un activo dirigente del Servicio de Paz y Justicia de Ecuador que es miembro de CLAVE, la Coalición Latinoamericana para la Prevención de la Violencia Armada, será desalojada en noviembre. Ya no habrá militares estadounidenses en esa base y la «despedida» que gobierno y organizaciones ecuatorianas piensan hacerle es un gran concierto en donde el tema musical central, nos cuenta, será aquel que dice…»Se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla», en obvia alusión a la mudanza de intereses de las milicias de los Estados Unidos.

 

Efectividad y alcance continental.

En declaraciones a una agencia de noticias francesa, el veterano militar colombiano evaluó que Palanquero es efectiva para interceptar cargamentos del narcotráfico “pues su ubicación permite llegar rápidamente al Caribe y al Pacífico”. Fue su comandante en los años 90 cuando desde allí se lanzó un ataque contra la guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

 

A la distancia, desde afuera, sólo puede observarse una flota de aviones Mirage y de K-fir, según nos apunta un conocedor que nos acompaña en la tarea que no podemos cumplir al no poder, siquiera, detener el paso del automóvil. Sus hangares tienen capacidad, hoy, aún antes de la inversión norteamericana, para cobijar a 60 aeronaves capaces de alcanzar velocidad supersónica y llegar en media hora a puntos estratégicos del continente.

 

«¿Bases? ¿Qué bases?»

 

Nos dice un vecino de Medellín que vende arepas, un pan circular y chato hecho con maíz, en la Plazuela de Botero. Desconoce el asunto, pero le inquieta la pregunta. Antiuribista desde que Uribe fuera alcalde local y gobernador de Antioquia, el departamento (provincia) que contiene a Medellín como ciudad capital, le vota en contra, pero da cuenta que todavía no contaba en su haber con este otro argumento para incentivar su oposición.

 

Es que el tema de las bases estadounidenses en Colombia que han despertado los delirios bélicos en la región no está siendo debatido en Colombia. Un periodista muy conocido e importante y cuyo nombre, precisamente por esas razones y por respeto a su figura, no precisaremos, cayó en la misma trampa que el vendedor. «¿Qué opinás del tema de las bases?», le preguntamos, quedando a la espera del desarrollo detallado de una respuesta autorizada.

 

Pero no. «Es sólo una», respondió. «Serán siete», le replicamos. «Ah, vaya…discúlpame, es que ese tema el presidente todavía no lo ha explicado a la población. Me cogiste lento», respondió, queriendo decir mucho menos de lo que cualquier lector argentino puede creer que dijo en su «colombianés»: lo atrapé desinformado, quiso explicar.

 

No hay tiempo para cosas importantes. Lo que se debate en Colombia es la re-reelección de Uribe, el cambio «bocotizado» de partido del presidente de la Cámara de Diputados, del uribismo al antiuribismo, la emisión de anoche de la serie televisiva del momento, «El Capo» y sobre todo, el dolor, todo el dolor que todos los días deja lacerante las noticias diarias sobre los secuestrados por la atroz guerrilla desde hace lustros o tal vez, una década, aunque también las del creciente índice de criminalidad urbana, producto del contagio bélico y del derrame de balas, pistolas, escopetas que se produce cada vez que la apuesta de un Estado es, precisamente, colmarse de armamentos.

 

Mientras los colombianos discuten la política de Macondo, su país, los presidentes de toda Latinoamérica condenan la instalación de unos centros de acción militar ajenos a la región y que amenazan la soberanía y la paz. Pero pocos lo saben aquí y creen que el asunto es sólo parte de las bravuconadas de Hugo Chávez, quien flaco favor le hace -¡aunque tenga razón en este caso!- a la sana discusión del problema en cuestión.

 

Todo lo que huela a Chávez, es repudiado y, por lo tanto, se vira hacia la opinión contraria. Así sobrevive Uribe. Así la última encuesta de Gallup indica que, si se aprobara el referéndum para su re-reelección y se votara hoy, ganaría con el 68 por ciento de los votos en un país en donde votar es un acto voluntario.

 

«Líbranos del bien», grita desde su nueva novela el escritor Alonso Sánchez Baute, que sale a la venta este lunes y que, ya anticipan, da cuenta que si el asesinato de personas es lo que trae la voz liberadora y la versión terrenal de «lo bueno» para Colombia, pues entonces, «que también nos libren del bien».

 

Link permanente: http://www.mdzol.com/mdz/nota/159623

 

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