Dennis de la Cruz / INREDH |
06/02/2017 |
El camino que nos llevó a Nankints |
Fotografía: Alba Crespo Rubio – Comunidad de Tsuim/Morona Santiago
¿Qué es lo que realmente pasa o pasó en Nankints?
¿Qué es lo que pasa en Morona Santiago?
Responder a esta pregunta fue la consigna que asumió un grupo de periodistas independientes y comunicadores de algunos colectivos y ONGs, pero como no se puede llegar por el camino acostumbrado, se decidió rodear la montaña y llegar a Nankintz por la espalda.
Así, el jueves 26 de enero de 2017, en coordinación con las autoridades de la comunidad shuar Tink, ubicada a cuarenta y cinco minutos en vehículo de la ciudad de Gualaquiza, provincia de Morona Santiago, partió este grupo conformado por comunicadores y comunicadoras sociales, periodistas y cineastas, rumbo al centro Shuar deTsumtsuim Tsuim, para documentar cómo se encontraba la zona luego de la entrada violenta de policías y militares para desalojar a esta comunidad y dar vía libre al avance del proyecto minero Panantza San Carlos.
Se acordó partir a las 3 de la mañanadesde Tiink, pero a esa hora aun llovía fuertemente, por ello se pospuso una hora la partida. Partimos en camioneta hacia la comunidad Guapis, en el sector de la Punta, a cincuenta minutos de Tiink, lugar en el que empezó la caminata que duraría un poco más de cuatro horas a través de la espesa selva amazónica.
No sabíamos a ciencia cierta los sitios en donde encontraríamos controles militares, por ello se decidió que un primer grupo se adelante para poder comunicarnos en caso de haber presencia militar y policial en la zona; de ser así, volverían y tendríamos que regresar por el mismo camino sin conseguir nuestro objetivo. Finalmente no ocurrió así.
Arribamos a Tsumtsuim Tsuim, aproximadamente a las ocho de la mañana y recorrimos la comunidad para registrar el interior de las casas, no fue difícil entrar debido a que los candados habían sido forzados hace mucho tiempo, todas las puertas estaban abiertas de par en par. Encontramos ropa por todas partes, ollas, platos, cubiertos, útiles escolares, comida, todo por los suelos. Registramos la mayoría de casas por dentro, sin poder encontrar algo diferente en ellas, parecía que un tornado se hubiera formado dentro de cada hogar para revolver todo y llevarse los objetos de valor.
Registramos también la escuela, ahí encontramos restos de los kits de supervivencia o raciones de 24 horas de los militares sobre los pupitres; la comida que no había sido consumida, se descomponía sobre unos libros a medio pintar en las mesas de madera, evidentemente los militares habían utilizado la escuela como comedero, o casi casi como un chanchero.
Registramos todo en fotografía y video. Al finalizar el registro en Tsumtsuim Tsuim, decidimos dirigirnos hacia la comunidad de San Carlos de Limón, pero antes debíamos salvaguardar lo ya registrado, por lo que se decidió que un grupo regrese con las memorias de las cámaras, ya que si luego nos topásemos con militares, sabíamos que lo primero que nos decomisarían serían las memorias. Cinco personas (tres mujeres y dos hombres), emprendimos el camino para intentar llegar a Nankints por una trocha que apenas se podía distinguir.
Tras una hora y media de caminata llegamos a nuestro destino. En un primer momento pudimos ver un pueblo completamente vacío, pero cuando nos adentramos un poco más, pudimos observar que varios policías jugaban cartas dentro de una de las casas.
Dos policías se acercaron y nos consultaron sobre nuestro lugar de origen, fue necesario mostrar nuestras cédulas por primera vez. Los policías no hicieron muchas preguntas pero nos direccionaron a una choza, ahí estaban los altos mandos policiales y militares que estaban a cargo.
La sorpresa en los rostros del personal uniformado fue evidente, no sabían cómo un grupo no shuar había llegado hasta ese punto, no se explicaban cómo habían librado los seis controles policiales y militares que hay desde la entrada en San Juan Bosco. No creían en lo evidente de la respuesta: no habíamos llegado por San Juan Bosco.
Primero nos abordó un grupo de policías, sin perder tiempo preguntaron cómo llegamos hasta ese punto e inmediatamente nos solicitaron nuestros documentos, hicieron anotaciones de nuestros datos y nos pidieron que hablemos con los militares.
Los militares siguieron el mismo procedimiento, exigieron nuestros documentos y mientras los revisaban un grupo de personas vestidas de civil se colocó a nuestro alrededor. Aparentemente los militares nos consideraban “enemigos” que buscaban infiltrarse en el territorio para recabar información que serviría a grupos shuar para una posible emboscada. Los shuar conocen en demasía este territorio como para necesitar de asistencia logística de cinco citadinos.
Nuestra versión ante ellos fue la verdad: aspirábamos llegar a Nankints, debido a que queríamos información de primera mano ante la falta de la misma en medios de comunicación o fuente oficiales.
Varias personas, vestidas de civil que no se identificaron, volvieron a requerir nuestros documentos, al tenerlos en sus manos empezaron a tomar fotografías de estos. Hicimos el respectivo reclamo, pero los militares aseguraron que era un procedimiento normal, finalmente solo una de estas personas se identificó como el jefe político de San Carlos de Limón.
Nuevamente nos interrogaron sobre cómo habíamos llegado hasta ese punto, pero al escuchar “tomamos una camioneta en Gualaquiza a las 4 de la mañana y fuimos hasta el sector de la Punta y luego caminamos hasta aquí”, aseguraron que era imposible que hayamos caminado tanto por un sector desconocido y que lo más probable era que nos hubiésemos perdido, afirmaron además que tuvimos guías nativos y que debíamos decir dónde se encontraban estos. No, no teníamos guías nativos.
La actitud de los militares fue cada vez menos amigable al no tener una respuesta de los supuestos guías, debido a esta actitud y la evidente intimidación, una persona de nuestro equipo se quebró – por mie
do- y afirmó que Yo conocía la zona. Esto ocasionó que me “inviten” a pasar a otro cuarto de una casa y me separaron del grupo. Me pidieron nuevamente los documentos y me pidieron que vacíe mi mochila. Al cabo de unos minutos entraron algunos militares con el compañero que había afirmado que yo conocía la zona; el militar sostenía mi cámara en su mano, querían ver el material que habíamos recopilado pero no encontraron nada más que selfies, fotos de los paisajes y otras chucherías. Como habíamos predicho, buscaban los registros para borrarlos, pero las tarjetas importantes ya estaban rumbo a Gualaquiza.
Finalmente, luego de casi cuarenta minutos en San Carlos de Limón, nos dijeron que podíamos irnos, pero que teníamos que salir de la zona, asimismo, advirtieron que habían varios controles militares y que nos iban a preguntar exactamente lo mismo en todos ellos.
Cruzamos en una tarabita al otro lado del río y preferimos seguir caminando ya que nos encontramos con un grupo de policías del Grupo de Intervención y Rescate (GIR) fuertemente armado. Avanzamos aproximadamente una hora y llegamos a una caseta, ahí descansamos hasta que apareció un camión que nos llevó hasta el campamento del proyecto minero Panatza – San Carlos. Al bajarnos del vehículo un policía nos “invitó” a pasar al campamento, dijo que la ranchera salía en una hora y media aproximadamente, pero por nuestra seguridad elegimos esperar en el exterior del campamento.
Al cabo de unos minutos apareció el militar superior, quien expuso claramente su disgusto por nuestra presencia y nuevamente nos fueron solicitados nuestros documentos, que se los entregó a un subordinado y le pidió que verifique nuestros datos en algún sistema y que nos registre. Cuando le entregaron los documentos al jefe militar, este se paró frente a cada uno de nosotros y nosotras y pidió que recitemos nuestros números de cédula de memoria.
Posteriormente vimos salir al policía de más alto rango del Grupo de Intervención y Rescate – GIR, llevaba casco, chaleco antibalas, pistola y un rifle de alto poder, quien una vez más se encargó de solicitar nuestros documentos. Pidió a alguien de su personal que tome nuestros datos. Ya eran seis las veces que tomaban fotos a nuestros documentos.
Luego apareció un hombre con casco blanco, un poncho de agua amarillo, jean y calzado de seguridad industrial, con un celular en su mano, quien dijo “una sonrisa para la foto”, todas las personas del grupo protestamos pero él se plantó al frente y tomó varias fotografías en presencia de los policías.
Salieron del campamento tres camionetas sin placas, llenas de policías del GIR, en seguida salió el militar de más alto rango y nos ordenó subir en las camionetas, separaron en dos el grupo de cinco personas. Dos personas fuimos en una camioneta con policías del GIR y las otras tres personas fueron con dos militares en otra camioneta, la camioneta restante fue escoltándonos todo el camino.
Durante el viaje hasta San Juan Bosco, los policías con los que yo iba (el jefe del GIR de copiloto, el chofer y un acompañante), fueron amables, pero insistentes con las mismas preguntas que ya habíamos respondido.
Llegamos a San Juan Bosco, ahí se encuentra el centro de operaciones de la fuerza pública, ingresamos a la Unidad de Policía Comunitaria -UPC custodiados por los policías y militares excesivamente armados, como si fuéramos realmente terroristas y culpables de algo. Fuimos recibidos por el comandante provincial de la policía en persona, quien nuevamente solicitó nuestros documentos, mientras tanto varias personas vestidas de civil y policías nos tomaban fotografías suponiendo que no nos percatamos de ello.
Los policías aseguraron que la zona es sumamente peligrosa y que por eso no podíamos transitar en ella, afirmación que contradice la postura de la Gobernación de Morona Santiago, ya que esta institución publicó un video en el que comunica que los habitantes de San Carlos de Limón regresaron a su comunidad con el resguardo militar. Claro, esta versión se contradice aún más porque cuando estuvimos en ese lugar y encontramos que ahí están viviendo cuatro familias que sirven a cientos de militares y policías, quienes ocupan no solo la cancha comunal con sus carpas, sino también que están instalados tranquilamente en las casas de los desplazados y desplazadas.
Por última vez tomaron fotos de nuestras identificaciones y nos dijeron que podíamos irnos, ya que les preguntamos la razón de nuestra detención, a lo que supieron responder que nos hacían un favor al trasladarnos hasta ahí.
Los registros logrados para dar a conocer al Ecuador y al mundo sobre lo que sucedió en Nankints poco a poco saldrán a la luz, pero lo que en verdad nos queda de este viaje es que, por más que el gobierno quiera ocultar lo sucedido, siempre habrá un caminito que nos llevará a Nankints para saber la verdad, aunque este camino de vez en cuando deba pasar por la espalda de un militar.
#SOSPuebloShuar