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July Campoverde: la crónica de una desaparición

Por Yuli Gaona
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Juliana Campoverde desapareciu00f3 a los 18 au00f1os de edad. Foto: cortesu00eda de la familia.

Por Daniel Véjar, asesor jurídico de Inredh

Era un sábado como el día de hoy. Un sábado cualquiera de la ciudad de Quito. Una madre y su hija mayor se han levantado temprano pues ambas tienen sus respectivos locales comerciales que atender. El de la hija, Juliana o “July” para la gente más cercana, es un pequeño local naturista que lo ha puesto para ayudar en la economía de su casa. No porque lo necesite, sino porque siempre ha sido una joven emprendedora que le gustan los retos.

Además, está por entrar a su primer año de la carrera de Biología en la Pontificia Universidad Católica de Ecuador y quiere ahorrar para su vida universitaria. Manejar un negocio a los 20 años de edad implica gran esfuerzo y disciplina -cualidades que no siempre están presentes en alguien tan joven-, pero July es una chica destacada y ha aprendido a asumir sus responsabilidades.

July es una mujer muy alegre y carismática, con un especial gusto por la música. De hecho, ella misma tiene dotes de canto. Le encantan la naturaleza, los viajes, los animales, la vida en la tierra en general. Le gusta escribir y llenar páginas y páginas de lo que le sucede o de lo que piensa, sobre todo al final del día o cuando no hay mucha clientela en el local. Casi todos sus cuadernos están rayados y tiene llenas sus páginas de anotaciones. No necesariamente a modo de un diario, sino que simplemente siente que escribiendo, sus pensamientos fluyen mejor.

Quizá, sobre lo que más escribe es sobre su amor a Dios. July es una joven muy creyente. Desde muy pequeña, asistió con su madre a una iglesia evangélica cerca de su casa en el sector de la Biloxi, en el sur de Quito. July tenía 9 años cuando se unió a esa congregación y, desde pequeña, se ha relacionado de forma cercana con la gente de la Iglesia y sus pastores. Ellos le han inculcado la convicción de cumplir con la ley de Dios, estudiar la Biblia y participar activamente en las actividades de la iglesia.  

Aquella mañana del sábado 7 de julio de 2012, July se levantó, hizo sus oraciones matutinas, se bañó, se vistió con una blusa y un jean y bajó a desayunar. Su madre, Elizabeth, la esperaba en la cocina y desayunaron juntas. Conversaron sobre lo que harían ese día. July le contó a su madre muy emocionada sobre la cita que tendría esa tarde con Fabián -el joven con el que ella salía-, y se mostraba alegre pero incrédula de que, después de tantos problemas y obstáculos, finalmente iban a poder estar juntos. Elizabeth sonreía mientras escuchaba a su hija. Su pequeña había crecido sin que ella se diera cuenta y no es que le alegrase de sobre manera que su hija saliera con un chico mayor a ella, pero los  últimos meses fueron caóticos para July, entonces su madre estaba feliz de ver a su hija sonriendo nuevamente.

Durante los meses anteriores, July se había mostrado triste y agobiada, pero Elizabeth y su familia desconocían la razón. Habían noches en que Elizabeth regresaba del trabajo y encontraba a July encerrada en su cuarto; cuando se acercaba a su puerta escuchaba lamentos y llantos y cuando le preguntaba si estaba bien, podía escuchar claramente a través de la puerta cómo July se aclaraba la voz, se limpiaba las lágrimas y respondía “Nada mami, tranquila y déjeme sola”. Elizabeth siempre había tenido una relación muy cercana con su hija y le rompía el corazón saber que algo andaba mal con ella. Esos últimos meses, se había puesto a pensar y pensar en noches sin sueño, si la razón por la que July estaba tan triste podría tener algo que ver con la iglesia o con sus pastores. En ese momento no sabía el porqué de estas sospechas… ni podía prever lo acertadas que resultarían ser. 

Los pastores ejercían serias presiones sobre Juliana y Elizabeth. Como cuando insistían a los feligreses de la Iglesia diezmar mediante sermones de horas, recordándoles que el que no diezma “no tiene la gracia de Dios por egoístas y mundanos”. Como resultado de esta coerción, Elizabeth procuraba siempre diezmar cuando tenía la posibilidad de hacerlo, pero, como ella vivía de su negocio, había temporadas difíciles en que se veía impedida de entregarlo. “Ya cuando las cosas estén mejor, lo haré. Dios no se resentirá conmigo”, pensaba. Sin embargo, cuando no podía diezmar, el pastor de la iglesia se acercaba a su negocio y preguntaba cómo iban las cosas y cuando Elizabeth le respondía que no del todo bien, el pastor le replicaba: “¿Sabe por qué no van bien? ¡Porque no diezma. Si diezmara, Dios le ayudaría en su negocio!”.

El pastor, además, requería a los miembros de la iglesia en sus sermones que le cuenten todo “para poder ayudarles”. Y “todo” incluía: en qué trabajaban, en dónde vivían, cuánto ganaban, dónde estudiaban, cuáles eran su planes a futuro, a dónde se irían de viaje, qué se querían comprar, en dónde iban a invertir, quiénes eran sus amigos y sus parejas, y así. Por supuesto, nadie les obligaba, pero si como feligreses no hacían caso, los pastores hacían ver como si estuvieran ignorando, desobedeciendo o fallando a Dios. Y nadie quería eso.

Por otro lado, la hermana de Elizabeth, relata que el pastor era especialmente invasivo con ella -incluso más que con los demás. Él, con frecuencia, le llamaba casi a la medianoche para brindarle “consejerías” y, asimismo, cada vez que se encontraban, se aproximaba a ella de manera excesiva, al punto de incomodarla. El Pastor también había ido a visitar al local a Elizabeth, sobre todo cuando no asistía a la iglesia. O la llamaba, o la visitaba y le preguntaba por qué no habían ido, recordándole que no debe faltar. De hecho, solo unos meses antes de los hechos, otra feligrés había denunciado en plena iglesia los acosos que recibía del pastor principal, de lo harta que estaba de las mentiras y de las presiones; por lo que, ante el gran asombro de todos, se levantó y se fue.

Elizabeth, sin embargo, había aprendido a aceptar estas prácticas “raras” por decirlo menos, todo porque había creído que era lo que Dios le pedía. Así, durante años, Elizabeth socavó las llamadas, las visitas, las indirectas en los sermones y las miradas contra ella, aunque también, poco a poco había ido lentamente separándose de las actividades de la Iglesia. ¿Pero July? July era otra historia. July estaba enamorada de su iglesia y de sus pastores y sentía que así demostraba su amor a Dios. Y mientras July era feliz, Elizabeth pudo tolerarlo o incluso entenderlo. No estaba del todo de acuerdo con esta pasión de su hija, pero no por ello la iba a detener. Pero cuando toparon los sueños y los deseos de su hija, eso fue otra historia.

July había crecido para ser una joven muy guapa, pero aun así, en su devoción a Dios, nunca había tenido un novio y la mayoría de sus amigos o eran cercanos a la Iglesia o tenían que ver con ella. Conforme se fue acercan
do a su mayoría de edad, empezó a interesarse más en los chicos. Eso sí, siempre lo primero que hacía era llevarlos a la iglesia. Para July era muy importante que su cita también profesara la religión cristiana. Así que cada vez que empezaba a salir con un chico era un requisito sine quae non (condición sin la cual) que vaya y se presentara en la iglesia. El problema era que los pastores veían muy mal este comportamiento de July. Le reclamaban y le reprochaban que debía consultarlo con su pastor JC primero. El primer novio de July duró apenas un par de semanas. July había sido convencida por los pastores de que había cometido un error, que Dios tenía algo grande reservado para ella y que no había sabido escuchar su voluntad, que el camino que tomó era uno del “demonio” y que debía abandona esa relación para retomar rápidamente el camino correcto. Elizabeth había considerado esto muy extraño, pero al menos hasta entonces, había confiado una vez más en que los pastores tuvieran razón.

Juliana Campoverde junto a su hermano pequeño. Foto: cortesía de la familia

Pasados algunos meses, July había empezado a salir con un segundo chico, pero esta vez, no le contó de él a su pastor desde el inicio. La reacción de él había sido tan brusca y tan determinante la vez anterior, que July se había asustado. Quizá, si lo conocieran mejor después de algún tiempo sería más sencillo y más agradable para ellos, pensaba. Aun así, desde su primera cita, July llevó a este chico a la iglesia, sin decir de quién se trataba. Lastimosamente, su pastor no tardó en enterarse de que aquel chico era el nuevo novio de July y volvió a exigirle que se aleje de él. Frente a ello, July había pasado especialmente triste; y no por la ruptura, sino por la reprimenda del pastor JC. Él, incluso, le había prohibido ir al canto de la iglesia, a manera de castigo o como llamaban los pastores, “tiempo de reflexión”. Frente a todas estas presiones de los pastores con ella y con su hija, sumados a los comportamientos extraños que los  caracterizaban, en mayo del 2012 Elizabeth había decidido que toda su familia se cambiaría de iglesia. Así lo hicieron.

Aquella mañana del 7 de julio de 2012, Elizabeth y July terminaron de desayunar, lavaron los platos y ultimaron los arreglos de la casa. July subió a su cuarto y cogió su celular, su biblia, su saco, sus audífonos, sus llaves y algo de dinero para el día. No necesitaría más, pensó. Ese sábado iba a verse con Fabián y regresaría a casa para cambiarse.

Salieron a eso de las 7:50, caminando. No tenían carro, pero tampoco lo necesitaban pues sus negocios estaban apenas unas cuadras más abajo de su casa. July estaba muy emocionada por ver a Fabián ese día y Elizabeth tenía un aire de tranquilidad por ver a su hija con su alegría retomada. Salieron de su casa y emprendieron su camino hasta la gasolinera Primax de la Biloxi. Pero en ese momento, el pastor JC venía caminando hacia ellas. Saludaron algo incomodas. July le preguntó que hacía por ahí, y JC le contestó que había ido a limpiar la iglesia por el evento de matrimonios y parejas de la noche anterior. Se despidieron, sin más. Elizabeth quedó algo extrañada por encontrar a JC a esas horas de la mañana en el sur, conociendo que él vive por la Av. Mariana de Jesús, en el norte de Quito. Además, al instante, observó cómo el rostro de July se ensombrecía un poco por el inesperado encuentro.

July amaba a su pastor JC. Lo había conocido desde que era niña y ella sentía que la había ayudado mucho. No le había encantado la idea de salirse de la iglesia por decisión de su madre, pues ese era el espacio en que ella había crecido; no obstante, entendía por qué su madre había tomado esa decisión. July también había tenido unos seis meses muy confusos, a causa de su cercanía con la Iglesia. Se había sentido perdida, desorientada. Siempre había creído que hacer la voluntad de Dios le haría feliz y siempre había creído estarla cumpliendo; pero cuando uno de sus pastores le indicó que “había tenido una revelación”, según la cual ella tenía que casarse con otro de los pastores,Israel, ella también comenzó a sentir que algo andaba mal. July, sin embargo, había intentado mucho que Israel le gustara o verle con otros ojos, con los ojos de un “futuro esposo”, pero ello nunca ocurrió.

A esta ya confusa historia, hay que añadir también la presencia de Juan Solano en la vida de July, durante los meses previos a esa mañana. Juan, otro supuesto pastor psicólogo, llegó a su vida de una manera muy inusual: a través de Facebook. Desde su primera conversación, sentía July, que ellos dos habían congeniado bastante. July había sentido que él había sido enviado por Dios en un momento en donde estaba pérdida. Ella había escuchado de desconocidos que se conocen en redes sociales y, aunque quizá pudo haber desconfiado de Juan Solano en un primer momento, al ver que Juan también era cristiano, ella comenzó a abrirse de forma amplia con él. Ella aseguraba que, por los consejos que él le daba, no había lugar a dudas de que era alguien puesto por Dios para ayudarla. O al menos eso sintió al principio. July le abrió las puertas de su confianza y hablaba con él sin reparos.

Por ejemplo, July había planeado irse a estudiar a Argentina. Ya lo había conversado con sus papas y ya tenía el dinero y el pasaporte para ese fin; solo le faltaba inscribirse. Así que esto se lo contó a Juan, pero él le dijo que su destino estaba en Ecuador y que ella iba a ser pastora. A July le sorprendió aquello, porque JC le solía decir lo mismo. Y se alegró. Quizá tenían ambos razón, pensaba. Así que, por ello, de pronto cambió de opinión y decidió que no iría a Argentina y cumpliría lo que Dios tenía para ella aquí, en su Iglesia. Y estaba feliz. Juan la había ayudado a ver “la verdad”, ella aseguraba. Incluso ella creyó que Juan sería de quien ella debía enamorase y con quien iba a casarse; pero, cuando Juan le dijo que debía casarse con Israel, luego de tener una visión, su mundo se derrumbó.

Y hay que recordar que no solo fue Juan, sino también fue su pastor JC que le inducían a acercarse a Israel. Juan le insistía que no debía ser coincidencia que dos personas distintas le dijeran lo mismo, que los dos vieran lo mismo en ella. Él le aseguraba que Dios le estaba hablando y que ella estaba siendo necia, que se negaba a escuchar. Juan le hablaba de Jonás, el profeta, y del “gran pez”. Que Jonás por negarse a Dios terminó atrapado por el “gran pez”. Y July tenía miedo de las consecuencias que podría tener no escuchar “las profecías” de los pastores. Juan le decía, además que ella debía romper la maldición de divorcio de su familia. Y JC le decía lo mismo. July de repente se vio presionada a tomar una decisión tan grande como la de la pareja y el matrimonio, bajo un nivel muy alto de coerción.

July a veces encontraba que Juan y JC se parecían mucho. Le decían las mismas cosas y le aconsejaban en los mismos sentidos. Pero July abandonaba esos cuestionamientos enseguida. Dios había puesto estas personas en su vida, seguramente no para el mal, sino para ayudarla. Así que siguió confiando y abriéndoles su corazón ciegamente. Juan y JC eran muy insistentes en sus posturas y consejos, especialmente en cuanto a que sea pareja de Israel. July lloraba y se lamentaba mucho; a veces se encerraba en su cu
arto y pedía perdón a Dios por decepcionarle. Le hubiera encantado servir a Dios de otra manera, no casándose con alguien a quien ella no amaba.

Cuando la presión fue más de lo que ella sola podía aguantar, July le contó a su madre. Esta fue la noticia que hizo a Elizabeth decidirse, abandonó esa iglesia. Al poco tiempo, su hermana también se salió, igualmente muy asustada por el acoso que recibía. July extrañaría mucho a todos. Después de todo, había crecido junto a la comunidad religiosa.  

July pidió perdón a Dios. Imploró, rezó como nunca. Le rogó a Dios que le perdonara a ella y que tenga misericordia de su familia. July solo quería ser feliz y sabía que no lo sería con Israel como esposo. Eligió a Fabián y aquel sábado, después de tantos tropiezos e inseguridades, July se iba a permitir salir con Fabián.

Aquella mañana, Elizabeth y July llegaron a la intersección donde partían camino. Elizabeth cogería el bus que la llevaría a su negocio y July cruzaría la calle para avanzar dos cuadras más hasta donde tenía su local naturista. July le pidió su bendición a su madre y se despidieron, sin más. Fue una despedida casual. July solo debía caminar apenas dos cuadras para llegar a su local. Eran cerca de las 8:20 de la mañana.

Alrededor de las 9, Elizabeth recibió una llamada de su esposo pidiéndole que le diga a July que le estaba esperando en el local pues le debía dar un dinero. “¿Cómo?” respondió Elizabeth extrañada, “pero si yo dejé a July hace una media hora cerca de su local, ya debió haber llegado”. Llamó a su teléfono. Una. Dos. Tres. Cuatro. Cinco veces. No hubo respuesta. Llamó a Fabián. Él no sabía nada de ella, pues habían quedado en verse en la tarde. Le envió un mensaje a July. No respondió.

                                                                                                                ***

Aquella casual y nada extraordinaria mañana del sábado 7 de Julio de 2012, fue la última vez que Juliana Campoverde fue vista. Juliana no ingresó a su local nunca y no tenía más que su celular y su biblia cuando desapareció. Cerca de las ocho de la noche del mismo día, Elizabeth recibió un mensaje del celular de Juliana despidiéndose, indicando que está en la ciudad de Cuenca y que encontró el amor de su vida. Cuando llamaron de vuelta, el celular había sido apagado.

Dos días después, el lunes 09 de julio de 2012, un post fue publicado desde su perfil de Facebook: “Hola amigos. Gracias por su preocupación. He tomado mis decisiones y quiero que las respeten”.

De las investigaciones realizadas por Fiscalía, sus familiares se enteraron que este último mensaje provino de la IP donde el pastor JC trabajaba en ese entonces. Además descubrieron, horrorizados, que el pastor JC había creado el perfil de Facebook Juan Solano en diciembre de 2011 para acercarse a Juliana. El último mensaje de Juan Solano a Juliana antes de que desaparezca, es una cita bíblica que reza: “Entonces me llamarán, y no responderé; Me buscarán de mañana, y no me hallarán. Por cuanto aborrecieron la sabiduría, Y no escogieron el temor de Jehová”.

Hoy, 7 de Julio de 2018, han transcurrido 6 años, 2191 días de su desaparición, pero nadie sabe dónde está.

Elizabeth ha dedicado su vida desde aquel día a encontrar a su hija. No ha agotado esfuerzos, ni ha escatimado recursos. Ha llamado a muchas puertas, y muchas se le han cerrado. Ha sido culpada por la desaparición de su hija, ha escuchado cómo funcionarios públicos han normalizado su desaparición indicado que Juliana debió irse con “su novio” o que seguramente “está embarazada”. Ha escuchado cómo culpan y denigran a su hija, clamando que fue una chica problemática. Incluso, ha sido denigrada por los propios pastores, quienes alegan estar acusados “injustamente”. Ha sido víctima de llamadas de extorsión con información falsa sobre el paradero de su hija. Ha sido tildada de politiquera por el régimen de “la década ganada” por exigir justicia y ha sido testigo de primera mano de la ineficiencia en la investigación de desaparición de personas del país. Si bien ha encontrado ciertas personas y funcionarios aliados en el camino, este ha sido duro. Pero nada de ello la ha detenido. No ha pasado un solo minuto en que Elizabeth no busque a su hija durante estos largos seis años.

 

Por su incesante lucha, desde enero 2018, Fiscalía ha designado a la fiscal Mayra Soria, fiscal de Género, para que continúe la investigación de la desaparición de su hija. Con la nueva fiscal, la investigación ha avanzado mucho y corregido varios de los errores de las investigaciones anteriores. Elizabeth, aunque esperanzada, no puede hacer más que esperar anhelante pues, a pesar de los avances, el dolor y la angustia no se han ido. Elizabeth espera el día en tener justicia para ella, su familia y su hija.

                                                                                                                ***

El pastor JC sigue libre.

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