Fernando López, decano Facultad Comunicación Social, UCE |
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No he perdido la memoria |
Ayer, a las 16:31 de la tarde, murió el ex Presidente de la República León Febres Cordero. A lo largo de las cuatro horas que precedieron a la muerte del más importante líder de la derecha ecuatoriana en los últimos 25 años, los periodistas de los medios de comunicación masiva (prensa, radio y televisión) que presentaban las «noticias de última hora» desde la puerta de la Clínica Guayaquil, erigieron a León Febres Cordero como un mártir cuyo sacrificio último en aras del interés público fue regresar a morir en Guayaquil.
Aunque no dudo de que en todos, o en casi todos los hogares de los personajes más adinerados y poderosos de esa ciudad, una lámina escolar de León Febres Cordero luciendo la banda presidencial, rodeada de velas y flores haga las veces de un improvisado altar doméstico a la figura del mártir que defendió lealmente los intereses de su clase, me pregunto ¿qué tenemos que agradecer los ecuatorianos y ecuatorianas al ex Presidente de la República, ex Alcalde de Guayaquil, diputado y dirigente empresarial?
No me olvido del empleado de confianza de Luis Noboa Naranjo, dueño del banano, amo y señor de la agro-exportación en el Ecuador a costa del sudor de miles de campesinos y obreros. Del dirigente empresarial que en nombre del progreso y del interés nacional exigía la parte del león en el reparto de la troncha a los gobiernos de turno.
Recuerdo al dirigente empresarial comprándose el Partido Social Cristiano para entrar en la pelea política de la recién inaugurada democracia. Al después furioso opositor del Gobierno de Jaime Roldós Aguilera, estrenándose así como uno de los «patriarcas de la componenda».
No puedo olvidar al Presidente de la República que amplió los plazos de la sucretización, para pagar los intereses y el capital de la deuda privada -que contrajeron sus amigos y compadres- con dineros públicos.
No puedo borrar de mi memoria a quien se declaró mejor amigo de Ronald Reagan ejecutando la orden imperial de salir de la OPEP.
¿Es que acaso podemos olvidar la ejecución de medidas de ajuste estructural para sentar las bases de un modelo económico sustentado en la explotación brutal de la naturaleza y la sociedad? ¿El pago del capital y los intereses de la deuda odiosa que contrajo la dictadura militar a costa de la pobre
za y la extrema pobreza de los ecuatorianos y ecuatorianas? ¿La desaparición decenas de personas, cuyas familias, amigos y seres queridos aún nos preguntamos dónde están, y la represión contra sindicalistas, estudiantes y maestros, líderes indígenas y campesinos? ¿ Los tanques rodeando a la Corte Suprema de Justicia y el Congreso, la dictadura constitucional, el chantaje, el periodicazo y el golpe y el insulto como formas de acción política? ¿Al Abogado Torbay y al Licenciado Robles Plaza? ¿A Toral Zalamea, abogado también, y a tantos otros? ¿Al señor Raan Gazit? ¿Al SIC 10? ¿A los escuadrones volantes? ¿El olor del gas lagrimógeno, el sonido de las balas, las miradas de sus policías? ¿Mi Universidad allanada tantas veces? ¿Los paramilitares del «García Moreno También Vive»? ¿A su servicio de inteligencia?
Recuerdo la cooptación de la ex Corte Suprema de Justicia con jueces a la medida de la defensa de los intereses del PSC, la primera de la larga sucesión de golpes de estado sin cuartelazo que han hecho que en las cortes y tribunales de justicia de este país impere la ley del más fuerte, del apellido más rancio y de la chequera más gorda.
No puedo olvidar al león y su cachorro presenciando la tortura de quienes se atrevían oponerse a su Gobierno, en el antiguo Cuartel Modelo de la ciudad de Guayaquil.
Recuerdo a Luz Elena Arismendi preguntando sin respuesta dónde están sus hijos frente al Palacio de Carondelet, y a otras madres y padres que ahora, 30 años después, se hacen la misma pregunta.
No me olvido de Diego Delgado, apaleado y dado por muerto.
Recuerdo la muerte de la palabra y del pensamiento crítico frente al miedo y el dolor de miles de ecuatorianos perseguidos por los grupos de choque de la Policía y el Ejército. Recuerdo los libros, folletos y periódicos quemados, la represión contra obreros, campesinos, maestros y estudiantes, la prohibición de decir lo que se piensa o se siente.
Recuerdo a León Febres Cordero presidiendo la manifestación del «no me ahuevo» para exigir al gobierno de Mahuad la salvación con los dineros de todos los ecuatorianos y ecuatorianas, del banco que quebró uno de sus amigos y compadres, Fernando Aspiazu Seminario.
Hace más o menos 100 años, en el prólogo de uno de sus libros, un alemán de origen judío exiliado en Londres,nos recordaba aquello de que existen hechos en la historia que ocurren como tragedia y luego como comedia. Estoy plenamente convencido de que sólo el ejercicio insobornable de la memoria impedirá que posiblemente dentro 25 años se repita esta comedia y los medios de comunicación masiva presenten la muerte de un nuevo mártir que se sacrificó por los intereses del desarrollo y del bienestar de los ecuatorianos… Por eso, aunque todos y todas compartimos la misma condición humana, y en consecuencia, no me alegra la dolorosa muerte de un anciano de 77 años que padecía cáncer y otros males, creo que es necesario reescribir el epitafio de León Febres Cordero para que mis hijos y mis nietos no crean el cuento de su martirologio y, sobre todo, para que identifiquen a otros leones que erizan su melena y afilan sus garras para ocupar la vacante de nuevos dueños del país.
POR FAVOR, SEÑORES REPORTEROS, AGUDÍSIMOS EDITORIALISTAS, ASAMBLEÍSTAS, SESUDOS ANALISTAS, PRESENTADORES Y PRESENTADORAS DE TELEVISIÓN, LOCUTORES DE RADIO,TENEDORES DE PAPELES DE LA DEUDA, DISCÍPULOS Y DISCÍPULAS, PERIODISTAS DE FARÁNDULA, POLÍTICOS Y EMPRESARIOS, NO ME PIDAN QUE OLVIDE…
Prohibido olvidar……
Fernando López Romero
DECANO FACULTAD DE COMUNICACIÓN SOCIAL
UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR
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Con motivo de la muerte de Febres Cordero, es oportuno, necesario y justo recordar este poema del gran poeta y escritor uruguayo Mario Benedetti, que si bien, fue escrito para el ex presidente de EE.UU., Ronald Reagan, le calza perfectamente a este ex presidente de nuestro país.
OBITUARIO CON HURRAS
Por Mario Benedetti
Los canallas viven mucho, pero algún día se mueren
A Ronald Reagan
vamos a festejarlo
vengan todos
los inocentes
los damnificados
los que gritan de noche
los que sueñan de día
los que sufren el cuerpo
los que alojan fantasmas
los que pisan descalzos
los que blasfeman y arden
los pobres congelados
los que quieren a alguien
los que nunca se olvidan
vamos a festejarlo
vengan todos
el crápula se ha muerto
se acabó el alma negra
el ladrón
el cochino
se acabó para siempre
hurra
que vengan todos
vamos a festejarlo
a no decir
la muerte
siempre lo borra todo
todo lo purifica
cualquier día
la muerte
no borra nada
quedan
siempre las cicatrices
hurra
murió el cretino
vamos a festejarlo
a no llorar de vicio
que lloren sus iguales
y se traguen sus lágrimas
se acabó el monstruo prócer
se acabó para siempre
vamos a festejarlo
a no ponernos tibios
a no creer que éste
es un muerto cualquiera
vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto de mierda