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No puedo ser Charlie

Por Super User
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Luis Ángel Saavedra

15/01/2015

No puedo ser Charlie

 

 

Nunca fui amigo de cobijarme bajo un slogan, por más afectivo, aceptado o generalizado que este sea; o por más que suene a legítimo

y abarque valores y derechos humanos que se crean ineludibles o inalienables. Nunca lo fui y no lo seré ahora frente al gran despliegue que se ha dado con el “Yo soy Charlie”, que ha cobijado la indignación frente al atentado que sufriera el seminario francés Charlie Hebdo. Este slogan es muy reductivo y no expresa el conjunto, ni el contexto, de esta trágica historia.

 

Me indigna la muerte de los periodistas de este semanario, así como las otras muertes que se produjeron en los tres atentados que vivió la ciudad de París en ese mismo día; pero el slogan me genera sospechas, las mismas sospechas que me generan los discursos que circulan en las grandes empresas mediáticas, sean éstas de corte privado, como las cadenas estadounidenses o inglesas, así como en las adscritas al poder político y gubernamental, como es en el caso ecuatoriano.

 

Leo editoriales que afirman que este atentado ha tocado los valores más íntimos de la sociedad francesa, por ello la gran reacción ciudadana para identificarse con el rechazo mundial a la masacre en el Charlie Hebdo; sin embargo, pensar que la sociedad francesa está afianzada fundamentalmente en la libertad de expresión no me convence del todo; menos aún que la existencia del Charlie Hebdo simbolizaba el pináculo del respeto a la libre expresión que, supuestamente, rige en esta sociedad.

 

Por otra parte, también he podido leer otras noticias en medios que no gozan de tanta incidencia por su carácter se ser periódicos locales. Algunas de estas otras noticias dicen que en varios colegios no se acató el pedido de guardar un minuto de silencio en homenaje a las víctimas del Charlie Hebdo. El Ministerio de Educación de Francia da cuenta que en 70 colegios de París se registraron “algunos casos de perturbaciones durante el minuto de silencio por parte de algunos alumnos”. Le Fígaro, el mayor diario francés, asegura que fueron 200 incidentes; uno de estos casos se dio en una escuela secundaria de un suburbio de París,en donde algunos alumnos exhibieron un cartel que decía “Yo soy Said”, aludiendo a uno de los hermanos yihadistas Kouachi, responsables del atentado en el Charlie Hebdo.El twitter “Yo no soy Charlie” circuló en internet, además de miles de Twitter que también difundieron los eslogan “Yo soy Kouachi” o “Yo soy Coulibaly”, refiriéndose a los autores de los atentados de ese día en París.

 

Habría que preguntarse el porqué de estas “perturbaciones”, como las llama el Ministerio de Educación francés; más aún, habría que preguntarse el porqué del gran número de jóvenes europeos que se han vinculado a los grupos islámicos extremistas, según voceros de la Unión Europea, serían unos diez mil.

 

En contraposición, también la extrema derecha europea ha salido a escena radicalizando su posición xenofóbica y racista. Su principal vocero, el presidente del Frente Nacional (extrema derecha francesa), Jean Marie Le Pen, afirmó “Lo siento, pero yo no soy Charlie”. Aun cuando aseguró que deplora “la muerte de doce compatriotas” en el atentado, aprovechó la oportunidad para poner en vigencia sus proclamas contra la migración musulmana.

 

En tanto, en el mundo islámico y musulmán, aparte de tres o cuatro líderes importantes, el resto de países y líderes espirituales no ha dicho nada sobre la masacre de Charlie Hebdo. No creo que aprueben la masacre, pero sí creo que están pensando en las razones que la provocaron, de ahí que prefieran guardar silencio.

 

Vistas así las cosas, resulta que no hay unanimidad en el slogan “Yo soy Charlie”; no representa a toda la sociedad francesa, menos a la sociedad europea o mundial, como lo quieren hacer ver las grandes cadenas de información. Pero las sospechas sobre este slogan no solo se pueden quedar en el hecho de que no es una expresión unánime, sino que deberemos profundizar sobre su significado, y sobre todo, sobre su intencionalidad.

 

¿Los límites existen?

La Constitución italiana, entre otras cosas, prohíbe las burlas o la falta de respeto a las religiones, a todas las religiones. Entones, ¿esta es una constitución europea que no ha sido denunciada por violar el derecho a la libertad de expresión, o es una constitución que presenta límites éticos a este derecho?

 

Bruno Bertez, periodista francés especializado en información financiera (editor de L’Agefi France – L’Agence économique et financière), en su blog “Le Blog A Lupus”, habla de una hipocresía reinante detrás del slogan Yo soy Charlie. Bertez afirma que antes del atentado, los periodistas de Charlie Hebdo estaban aislados.“Charlie Hebdo estaba muy solo cuando estaba vivo, y muy acompañado después de que los mataron”, dice Bruno Bertez.

 

Jean Marie Le Pen, por su parte, se refiere a Charlie Hebdo como una publicación anarco – troskista; lo afirma desde su especial punto de vista anclado en la extrema derecha. Si analizamos la expresión de Le Pen fuera de la tendencia política y la ponemos en términos de cobertura, podríamos decir que el círculo de este semanario era reducido.

 

En efecto, el tiraje de Charlie Hebdo era de 60.000 ejemplares semanales, algo muy pobre en una sociedad que lee mucho y en la que periódicos provinciales alcanzan un tiraje de 100.000 ejemplares diarios. Le Fígaro y Le Monde superan los 300.000 ejemplares diarios, sin contar sus impresiones en otros países y en otros idiomas.

Los párrafos anteriores nos pueden mostrar que el semanario Charlie Hebdo no era apreciado como una muestra de libertad de expresión; al contrario, en Italia no podría existir, según lo dice la Constitución; no tenía muchos seguidores, según da cuenta Bruno Bertez; e incluso en la extrema derecha no tenía simpatía pese a las burlas que se enfilaban principalmente contra el islamismo y los musulmanes, principales enemigos del Frente Nacional de Le Pen.

 

Entonces, por qué el atentando contra Charlie Hebdo pudo juntar a un millón y medio de personas en una multitudinaria manifestación, realizada en París el pasado 11 de enero. Más aún, por qué esta marcha juntó a personajes tan criticados en otras manifestaciones, también realizadas en París, como Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel y responsable de la muerte de más de 2.100 palestinos de la Franja de Gaza durante los bombardeos del año pasado; o como Petro Poroschenko, responsable de la matanza de más 5.000 ucranianos en el conflicto que vive su país; o de Nicolás Sarkosy, ex presidente español responsable, junto a otros presidentes, de la matanza de 90.000 personas y la destrucción de Libia.

 

También se dieron cita el presidente español Mariano Rajoy, que sigue el derrotero de sangre de Sarkozy;la canciller alemana Angela Merkel yel primer ministro inglés David Cameron, entre otros. Barak Obama, presidente estadounidense, no asistió y fue muy criticado por ello, al punto que debió reconocer públicamente que fue un error el no haberlo hecho.

 

¿Es la libertad de expresión un derecho tan sensible como para juntar perros, gatos, ratas y ratones de la geopolítica mundial?

 

No. El asunto no pasa por la libertad de expresión, pero si  constituye un derecho importante para Occidente porque en él se amparan para imponer otras libertades valoradas (en valor monetario) en el mundo occidental.

 

Para Occidente, la libertad de expresión constituye la punta de lanza para imponer las leyes del libre mercado; aquí está el meollo de la cuestión, pues son las leyes de libre mercado las que realmente importan, pues con ellas se facilita el acceso, por no decir saqueo, de los recursos que disponen los países a los que se les desea impartir los valores democráticos de occidente. El mundo musulmán debe democratizarse en función del libre mercado.

 

La libertad de expresión no es un derecho que se respete al interior de los países occidentales, prueba de ello constituyen la serie de maestros y oradores que son vetados en universidades de estos países; pero si es un derecho que se lo impone en el otro, aun cuando para ello se los deba bombardear, destruir sus gobiernos o eliminar a quienes no son pro-occidentales.

 

Asumamos por un momento que lo que predica Occidente sea una praxis en sus países, esto no le da el derecho de vulnerar los criterios de respeto, tradición, e incluso tabúes, que puedan tener otras civilizaciones. Si Occidente está en capacidad de tolerar la irreverencia, no puede obligar que esta irreverencia sea un factor común de toda civilización.Ninguna de las voces que se pronunciaron en contra del slogan Yo soy Charlie justifican la masacre, pero dan cuenta de que muchos no están de acuerdo en que se haya tratado al mundo musulmán de la manera que se lo trató en Charlie Hebdo.

 

En la misma manifestación del 11 de enero, la delegación de Marruecos, que quiso también expresarse contra la masacre en Charlie Hebdo, debió retirarse en protesta frente a los muchos carteles que denigraban la fe islámica.

 

La primera edición posterior a la masacre del semanario, que apareció el miércoles 14 de enero con 5 millones de ejemplares, también ha sido rechazada en el mundo musulmán. El jefe de la diplomacia iraní, Mohamed Javad Zarif, pidió respeto mutuo entre unos y otros: «Pensamos que el carácter sagrado debe respetarse… Las civilizaciones no serán capaces de entablar un diálogo serio si no empezamos a respetar los valores de cada uno y su carácter sagrado», afirmó el diplomático.

 

¿Por qué es tan difícil para Occidente respetar los valores del otro?

 

La hipocresía de Occidente

 

Occidente condena al Estado Islámico, o a Al Qaeda, o cualquier otro grupo islámico que ha tomado las armas y ha hecho del terror su forma de lucha.

Sabemos que el origen del ejército del Estado Islámico y de Al Qaeda está en las mismas necesidades de Occidente; fueron países occidentales quienes los formaron y los armaron para usarlos en su ajedrez geopolítico. Ahora que estos grupos se soltaron del arnés han sido proscritos, al menos proscritos en el discurso público, porque estos grupos aún siguen siendo importantes para Occidente, pues legitiman su voracidad.

 

No hace falta ser un experto en la geopolítica del Medio Oriente para hacerse algunas preguntas. Preguntarse por ejemplo sobre el destino del petróleo que comercializa el Estado Islámico y Al Qaeda.

 

Los informes de Occidente dicen que estos grupos se financian con la extorsión, el secuestro y la comercialización de petróleo; entonces, ¿quién compra el petróleo?¿Acaso Occidente se está beneficiando de los precios bajos del petróleo que comercializan estos grupos a los que catalogan como terroristas?

 

Los mismos informes dicen que Qatar y Arabia Saudita financian el islamismo radical, base de los grupos extremistas árabes. Qatar y Arabia Saudita tienen la estructura política de un califato y Occidente no se da por entendido; pero es muy agresivo cuando se trata de imponer su democracia en otros países, como Libia, Siria, Irán, Irak o Afganistán.

 

Occidente no dice nada sobre Arabia Saudita porque su excesiva producción de petróleo es una de las causas de los precios bajos actuales; además, siempre que lo necesita, Occidente puede usar las bases militares de este califato para desde ahí enviar misiones de bombardeo a los otros países árabes que no son proclives a la política occidental.

 

Y de Qatar tampoco se dice nada; más aún, el equipo de futbol más rico de Europa promociona esté país en la camiseta con la que juega sus partidos.

 

A Cuba se le impuso un bloqueo económico por cosas menos atroces; quizá porque Cuba solo tenía azúcar para ofrecer, y la voracidad de Occidente está encaminada al petróleo.

Frente al problema palestino la hipocresía de Occidente es mayor. Ni Merkel, ni Rajov, ni Cameron, pensaron siquiera en encabezar una manifestación que condene los bombardeos israelitas a Palestina. Más allá de unas débiles declaraciones, el silencio fue más parecido a la complicidad, y ahora, a propósito del atentado de Charlie Hebdo, recibe en el seno de la democracia francesa al verdugo de los palestinos.  

 

Se han planificado dos cumbres para unificar esfuerzos contra el terrorismo; la primera será en París, en enero, y la otra en Washington, en febrero; se las hará antes que la sangre se enfríe, o antes que los niveles de adrenalina bajen.

 

En estas cumbres no se hablará de otros actos de terror; como por ejemplo, los asesinatos de periodistas en México. En ese país los matan a cuentagotas y en el 2014 llegaron a 102 los asesinados. Nadie ha hecho manifestación alguna por estas muertes. En Colombia también se mata periodistas a cuentagotas, al parecer, sin que a ningún país importante de Occidente le importe mucho.

 

Si recordamos la masacre de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, solo podemos hablar del resultado que las movilizaciones ciudadanas produjeron en la legislación mexicana: un cuerpo legal que criminaliza la protesta. Así constatamos que Occidente también responde con represión cuando el pueblo pone su dedo en la llaga de estos sistemas llamados democráticos.

Podríamos así ir enumerando grandes masacres que Occidente mira de reojo y prefiere echar tierra sobre el asunto; quizá por eso se siguen, y se seguirán, encontrando más fosas comunes en las mismas narices de quienes dicen ser ejemplo de democracia.

 

Que no se rasguen las vestiduras

Dejemos de asumir que lo que predica Occidente sea la praxis de sus países y volvamos a la realidad. La irreverencia no es una conducta tolerable en occidente por más que estos países se presenten como respetuosos de la libertad de expresión.  

 

Dejemos también de husmear por fuera y miremos, mirémonos, hacia nuestra realidad.

El slogan de Yo soy Charlie caló también en las huestes gubernamentales; parece que nadie quiso quedarse fuera de la tendencia y así se convirtieron en protagonistas de su propia sátira.

 

Un twitter de Fernando Alvarado, inefable Secretario de Comunicación, provocó una nueva mirada a la Ley de Comunicación vigente y al desfile de juicios y hostigamientos a periodistas nacionales.

 

Un evento en la Alianza Francesa, en Quito, realizado para solidarizarse con las víctimas del Charlie Hebdo, se convirtió en un espacio de censura y hostigamiento a un caricaturista, denominado como criollo, y a un grupo de jóvenes que cuestionaban las violaciones a la libertad de expresión que se viven país adentro.

 

El Presidente Rafael Correa cuestionó el fundamentalismo, cuando país adentro se busca imponer la vigencia de un partido único conducido por un líder supremo y perenne.

Nuestra realidad, definitivamente, es una paradoja. La praxis de Occidente es una sátira; por eso, no puedo, no podré, alzar el cartelito de Yo soy Charlie aunque me duelen las muertes en París, pero me siguen doliendo más las otras muertes, las que no han merecido manifestaciones a pesar de ser, al menos en número, muchos más impactantes.

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