Luis Ángel Saavedra |
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Patética despedida de la Base de Manta |
Un patético simulacro de despedida organizaron los militares estadounidenses en la Base de Manta para dar a conocer su salida, cuando ya una semana antes habían terminado de retirar todos los implementos importantes de la base, incluyendo los equipos contra incendio.
En efecto, un pequeño avión de reconocimiento estadounidense se presentó para la ceremonia final: no fue el sofisticado E3 AWAC (Airborne Warning and Control System – sistema aerotransportado de detección y control), con el que se hacían labores de espionaje electrónico; ni se presentó el C5 Galaxi, que lo trajeron desde el inicio de las actividades de la Base de Manta para demostrar su capacidad de desplazamiento estratégico; tampoco estuvo el C17, más conocido como Globemaster III, que vino la semana pasada para llevarse los últimos equipos que tenían en la Base de Manta, menos aún presentaron al C130, el AC 130, o el AC 130A, o cualquiera de sus 31 versiones, con los que podían reabastecerse en vuelo, detectar blancos nocturnos, lo que se conoce como “alumbramiento de blancos”, y que estaban autorizados para operar desde Manta.
Como es la costumbre, dicen los estadounidenses, se formó un arco de agua para que el pequeño avión pase debajo; irónicamente este arco de agua fue hecho con equipos ecuatorianos, pues, como se dijo, los de ellos, ya se llevaron.
En esta despedida, los estadounidenses vuelven a insistir en que capturaron 1.758 toneladas de droga, pero vuelven a callarse el hecho de que estas capturas son el resultado de operativos coordinados por 11 países y con misiones de tres FOL; es decir, su eficacia se reduce a un promedio de 16 toneladas de capturas anuales por país, una cifra que resulta insignificante en relación a la tecnología utilizada. Nos preguntamos, ¿si no estaban capturando droga, qué estaban haciendo con toda esa tecnología?
También volvemos a insistir que en los informes den los funcionarios estadounidenses, aún no se dice cuantos juicios se iniciaron por la droga capturada, cuantas personas fueron detenidas, dónde están los juicios y dónde permanecen las personas detenidas. Hace falta esta información completa.
Por otra parte, fue patético escuchar al último comandante estadounidense de la FOL decir que un 42% de los equipos se quedan en la Base, incluyendo los edificios construidos, los escritorios y las computadoras. Analicemos lo que dejan.
El comandante Curtis dice que se quedan los edificios. Ni modo, tuvieron que dejar los edificios, tampoco es que se los podían llevar, peor aún los podían derrocar, no habría sido bien visto por la prensa ni por las élites mantenses que los apoyaron. Pero los estadounidenses son capaces de eso y mucho más; para muestra recordemos lo que paso en Baltra, entre 1942 y 1946.
En 1942, Ecuador cedió la Base de Baltra, en Galápagos, para que
los militares estadounidenses construyeran una “base estratégica” parea monitorear el Canal de Panamá y el tráfico marítimo en el Pacífico, durante la Segunda Guerra Mundial. AL igual que en Manta, ellos construyeron un aeropuerto y las instalaciones necesarias para la Base, incluyendo edificios. En 1945, el entonces presidente José María Velasco Ibarra les forzó a salir de Baltra, entonces los estadounidenses derrocaron los edificios que habían construido, enterraron los generadores de luz, lanzaron al mar los autos que utilizaban y no dejaron nada que pueda servir al pueblo ecuatoriano. En 1946 Velasco Ibarra entregó Baltra al Ejército del Ecuador en un solemne acto que reivindicaba la soberanía nacional sobre Galápagos. Las huellas de las edificaciones destruidas aún se pueden mirar en Baltra.
Grande sería la tentación de hacer lo mismo en Manta, pero aquí la prensa está muy cerca y, en un mundo en donde la información se da en tiempo real, sería un mal anuncio para el gobierno colombiano que los va a albergar en al menos tres bases militares, una de ellas es Palanquero, en el Magdalena Medio, en un fortín de los paramilitares, es decir, donde no hay organización social que los pueda fiscalizar. Ellos saben donde se van y por qué se van ahí: temen la vigilancia de la sociedad.
¿Entonces qué dejan en Manta?
Han donado los escritorios y computadores a varias instituciones que los apoyaron en Manta, los edificios lógicamente los dejan a la Fuerza Aérea del Ecuador, y pare de contar: no hay más. Los equipos contra incendios se los llevaron, las ayudas de aeronavegación también se las llevaron, y no se diga los equipos electrónicos. Pero también se llevaron toda la información recabada en 10 años de monitoreo. El comandante Curtis dijo a la Comisión Especializada de Asuntos Internacionales y Seguridad Pública de la Asamblea Nacional que esta información no tenía sentido de darla porque solo son bits que necesitan ser interpretados.
Entonces, en la práctica, no nos dejan nada, o mejor dicho, nada más que el dolor y la desesperación a cientos de pescadores que no han sido indemnizados por las violaciones a sus derechos, decenas de madres solteras que engendraron hijos de los soldados estadounidenses y que ahora no sabrán a quien acudir para buscar las pensiones alimenticias: nos dejan el recuerdo de su prepotencia.
Pero se van, doce millones de ecuatorianas y ecuatorianos los expulsaron, porque en el Ecuador se está empezando a vivir con dignidad y orgullo, se está empezando a construir una gran región de paz donde no tienen cabida ni tropas, ni bases militares extranjeras: nuestro mayor orgullo está en no desear nada de ellos, no queremos su ayuda, no los queremos aquí ni en ningún punto de nuestra América Latina.