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De la cárcel, la ley de Drogas y otros demonios ¿Qué es la cárcel? |
La Cárcel, ese siniestro lugar que la mayoría de personas solo conoce a través de las imágenes que difunden los medios de comunicación, constituye algo más que el espacio destinado a la rehabilitación de los/as delincuentes o de quienes atenten contra la estructura del sistema instaurado pues, ante todo, es uno de los mecanismos más violentos mediante el cual se ejerce el poder: ¡hay de aquel que caiga en la oscuridad de las celdas y en el abismo de los calabozos, para ser aislado, condenado y “rehabilitado”, puesto que permanecerá largos días a la espera de un justicia que nunca llega y si, con suerte sobrevive, nunca será el mismo!
Esta institución, la cárcel, se fundamenta en un discurso jurídico-penal conformado por un conjunto de principios, normas e instituciones que sustentan el IUS PUNIENDI, derecho punitivo o derecho del Estado para castigar a quienes atenten contra los bienes protegidos por el sistema, incumplan sus disposiciones o alteren de alguna forma la normalidad establecida. La manera como se ejecuta el castigo -que nos es presentado como rehabilitación- consiste en privar al individuo de su libertad e insertarlo en un sistema que reproduce la violencia y el estatismo de nuestra sociedad, “por su propio bien y el nuestro”.
El encarcelamiento como forma de rehabilitación de l@s desadaptad@s pretende encontrar su legitimidad en este discurso, supuestamente racional, que busca dotarle de coherencia y que se sustenta en tres fundamentos: 1) la seguridad social: que exige el aislar a aquellos quienes son peligrosos/as para el bienestar colectivo; 2) la peligrosidad: que exige la rehabilitación de l@s detenid@s para que luego sean reinsertados en la sociedad y; 3) la utilización de la cárcel como el medio adecuado para alcanzar estos fines propuestos.
Sin embargo, en el plano de lo real, el discurso penal se muestra totalmente falso para sostener estas premisas. En primer lugar, porque no cuenta con una adecuación de los medios operativos que sea funcional para alcanzar los objetivos propuestos; en otras palabras, los/as policías, jueces/zas, fiscales y, en general, todo el aparato de control social es insuficientes para alcanzar el pretendido fin de perseguir, investigar y castigar todos los delitos cometidos; por tanto, al ser incapaz de contener toda la dinámica social de violencia que diariamente se desborda ante sus ojos, este discurso en la práctica se transforma en sistema de represión selectivo y discriminante que impone su poder punitivo únicamente sobre quienes son previamente escogidos para tal fin.