La población de Canoa, cantón San Vicente, al norte de Manabí, no tiene agua y ya no tiene comida debido al impacto del covid-19 y a la mala administración de las autoridades locales que no han logrado superar las secuelas que dejó el terremoto de 2016.
El 16 de abril de 2016, Canoa sufrió el embate del terremoto que destruyó la provincia de Manabí; desde entonces sus habitantes han intentado reconstruir sus viviendas y sus negocios prácticamente sin el respaldo gubernamental, pues los fondos destinados a la reconstrucción de esta provincia se festinaron con graves actos de corrupción.
Para empeorar la situación, la cuarentena por el covid-19 les ha cortado los pocos ingresos que estos habitantes tenían y ha echado por tierra los pocos proyectos con los cuales sus habitantes buscaban rehacer sus vidas, en especial en las comunidades alejadas del centro urbano y de la playa, centro de atracción turística que dio paso al desarrollo de Canoa.
Sin ingresos no pueden comprar el agua que les venden en tanqueros y la municipalidad de San Vicente, cantón al que pertenece la parroquia Canoa, no ha logrado, o no ha querido, implementar un sistema que garantice a la población su derecho constitucional al agua, dejando que sean tanqueros privados los que la abastezcan.
Doce dólares cuesta cargar una cisterna de unos 2.500 litros en Canoa, provincia Manabí. Foto: cortesía
Luis Ayala, presidente de la urbanización Miduvi de Canoa, manifiesta que en el sector que él preside viven 105 familias que han empezado una lucha para tener acceso al agua, pero familiares de las autoridades municipales y empleados de la empresa de agua potable lo amenazan. “Hice uso de mi derecho a la manifestación pacífica en una pared, con un cartel reclamando en forma educada el derecho al agua- dice Luis Ayala-; sin embargo, un empleado de ellos [de las autoridades municipales] vino y rompió el rótulo, por lo que tuve que poner otro en otro lado; luego un supuesto compadre de la alcaldesa de San Vicente también me lo sacó. En los dos casos son personas que tienen sus casas en la playa”, manifiesta Ayala y añade: “Fuimos a abrir las llaves de la cisterna, ya que había agua. Al otro día me cogieron una concejal y su hermano que trabaja en la empresa de agua potable; me hablaron en tono desafiante, increpándome a que haga el pedido con educación y no con rótulos. Yo les dije que este problema no es nuevo, que esto viene de años atrás. Ellos dijeron que me olvidará de lo pasado. A ellos no les conviene recordar ciertas cosas del pasado porque son una misma familia que ha estado en esos cargos políticos. Finalmente se acordó que darían el agua una vez a la semana. Cumplieron por dos semanas y luego desaparecieron”.
Con carteles y consignas, la comunidad denuncia que en Canoa no tiene acceso al agua. Foto: cortesía
Andy Taylor, ciudadano británico residente en Canoa por más de diez años, manifiesta que una familia de la comunidad debe pagar 12 dólares para cargar una cisterna de unos 2.500 litros, lo cual implica que, mínimo, una comunidad de 500 personas gastaría unos 67.000 dólares anuales si cada persona consume 20 litros de agua al día, tanto para alimentación como para higiene personal. “Veinte litros de agua al día es el estándar de consumo que la Organización de Naciones Unidas establece que se debe garantizar en campos de refugiados. El consumo es mucho más grande si una comunidad desea garantizar un servicio adecuado y una vida digna”, asegura Taylor.
Como el negocio del agua está en manos privadas y la gente ya no tiene ingresos para comprarla, simplemente se han quedado sin este líquido vital en plena emergencia sanitaria, cuando la publicidad gubernamental aconseja lavarse las manos frecuentemente, lo que aumenta la demanda de agua. “No tengo agua potable desde hace un mes” afirma una residente de la urbanización MIDUVI Canoa.
El derecho al agua es un derecho humano garantizado en la Constitución. El artículo 12 establece: “El derecho humano al agua es fundamental e irrenunciable. El agua constituye patrimonio nacional estratégico de uso público, inalienable, imprescriptible, inembargable y esencial para la vida”. De igual forma la Constitución señala la responsabilidad del Estado, y por ende de todas las autoridades que lo administran, de garantizar este derecho, así lo dice el artículo 314: “El Estado será responsable de la provisión de los servicios públicos de agua potable y de riego, saneamiento (…) y garantizará que los servicios públicos y su provisión respondan a los principios de obligatoriedad, generalidad, uniformidad, eficiencia, responsabilidad, universalidad, accesibilidad, regularidad, continuidad y calidad”.
Ya que la Constitución parece ser letra muerta para las autoridades del cantón San Vicente, algunos colectivos sociales de la parroquia Canoa están analizando la posibilidad de emprender acciones legales en defensa de la Constitución y para que las autoridades cumplan con su mandato de garantizar el derecho al agua de la población.
No solo el agua es el problema de Canoa, pues ahora tampoco tienen dinero para comida y no han llegado kits de alimentos a todos sus habitantes. Taylor afirma que los kits de alimentos llegan a personas allegadas a la Alcaldía y a seguidores de los partidos políticos que están en el poder cantonal., quienes tienen sus casas en la playa.
Diana Blaschke, presidenta del sector El Manzanillo, en donde viven 21 familias, denuncia que en su sector no se ha recibido ninguna ayuda de parte del Municipio ni de ninguna otra institución gubernamental. “No tenemos ni alimentos ni agua por la emergencia que vivimos y necesitamos soluciones inmediatas; pedimos que se cumpla con el mandato que tienen los gobernantes, que se cumpla todas las garantías de la cuarentena; que por todos los medios posibles se nos haga llegar ayuda”, dice la señora Blaschke en un mensaje para la alcaldesa de San Vicente, la socialcristiana Rosana Cevallos Torres.
Por años, las comunidades de Canoa han acogido con gran hospitalidad a turistas de todas partes, quedó destruida por el terremoto y hoy agoniza en medio de una epidemia que les está arrebatando hasta su esperanza.