La crisis del sistema de salud en Guayaquil provocó un colapso de las morgues de la ciudad. Los fallecidos son trasladados en contenedores a los cementerios y cientos de familias llevan semanas buscando los cuerpos de sus seres queridos. Compartimos testimonios de hermanos, nietas y amigos que en medio del luto están luchando con la negligencia de las instituciones.
Fernando Larrosa está en su casa en Guayaquil y escribe: “Hoy a mi tía le han dicho que el cuerpo de mi hermana está en un contenedor, pero no saben dónde. Supuestamente hasta ayer la tenían ubicada”. Eso fue el miércoles pasado, el décimo día desde que Larrosa, de 51 años, busca a su hermana. Juana Katherine Larrosa León que era abogada y defensora Pública de Guayaquil. Cuando empezaron sus síntomas, llevaba alrededor de un mes trabajando desde casa. “No podía respirar, tenía fiebre, tenía el virus”, dice Fernando. “Buscábamos una clínica, pero todas estaban colapsadas. Mi hermana andaba con el dinero en la mano, desesperada por ingresarse, pero no pudo”.
Al final Juana encontró lugar en Hospital de Los Ceibos, del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). Allí le colocaron oxígeno y fue estabilizada, incluso un día antes de su muerte estaba mejor, relata su hermano Fernando vía telefónica desde su cuarto, donde permanece aislado. En la ficha de Juana se colocaron los datos de él como número de contacto, pero nunca le llamaron. Fernando se enteró de su muerte por su tía, que es enfermera y acudió a la casa de salud. Ella llegó cinco horas después de que el cuerpo de Juana fue trasladado a la morgue. Eso fue el lunes 6 de abril, dos días después de que ingresó al hospital.
No hubo cerco epidemiológico
Desde ese día, la familia ha intentado recuperar el cuerpo de Juana y sus pertenencias: cédula de identidad, dinero, tarjetas de crédito y su teléfono, pero no han tenido respuesta hasta ayer, doce días después de su fallecimiento. Fernando comenta que logró conversar con el director de la morgue del hospital, quien le confirmó que Juana estaba ahí y que hoy, el 17 de abril, será sepultada en el Camposanto Parque de la Paz “La Aurora” en el norte de la ciudad costera.
Según el acta de defunción, la causa de la muerte de Juana fueron las complicaciones causadas por el Covid-19, que apenas le fue detectado en el hospital, pese a que Fernando llamó insistentemente al 171 y al 911 para que su hermana recibiera el examen, pero no recibió respuesta. Recién cuatro días después de la muerte de Juana llegaron los médicos a su casa. Tomaron muestras de su padre, de 75 años, quien ya presentaba síntomas de Covid-19. En cambio la madre no recibió el examen, porque no registraba problemas de salud. Tampoco se realizó el cerco epidemiológico con las personas que tuvieron vínculo con Juana, asegura Fernando, quien ha presentado cuadros de fiebre. Una tomografía hecha con un médico privado reveló días después que tanto Fernando como su esposa sufren de pulmonía viral. Ahora cada uno está en su cuarto guardando cuarentena y siguiendo el tratamiento. “Estamos amarrados de pies y manos”, dice Fernando, y en su voz se siente la impotencia. “Ni yo ni mis padres podemos salir”. Su único contacto con el exterior es su tía enfermera, que trabaja turnos de 24 horas y en sus días libres trabaja por recuperar el cuerpo de Juana. Los Larrosa, son una de cientos de familias que enfrentan el mismo problema en Guayaquil.
***
La crisis del sistema de salud en la ciudad costera empeoró la semana del 23 de marzo, dice Billy Navarrete, secretario general del Comité Permanente de Derechos Humanos (CDH) de Guayaquil. Fue en esta semana que el Hospital General Guasmo Sur colapsó y los cadáveres de las personas se empezaron a amontonar en los corredores del centro de salud, debido a que la morgue ya estaba colmada. Este hospital recibe el mayor número de pacientes con sospechas de Covid-19 en la ciudad, puesto que se tuvo que especializar en enfermedades respiratorias tras el cierre del Hospital Neumológico Alfredo Valenzuela, hace cuatro años.
Con los cadáveres amontonados, el gobierno Central anunció fosas comunes y la cremación de los cuerpos. Una idea que generó indignación y preocupación en la población. Por lo tanto, el presidente Lenín Moreno ordenó entierros individualizados y dispuso contenedores como morgues temporales, pero el caos ya se había generado. Desesperado por la situación, los familiares hurgaron entre los cuerpos que estaban en la morgue y abrieron el cierre de las fundas, que tienen una etiqueta con los datos del cuerpo en la parte exterior. “Al hacer eso van rompiendo la identificación“, explica Billy Navarrete, “entonces, luego todo se vuelve un ca caos porque rompes la única opción para que se pueda buscar ordenadamente”. Con este criterio el presidente de BanEcuador y encargado de la Fuerza de Tarea Conjunto, Jorge Wated, que coordina el grupo que recoge los cadáveres de las casas y hospitales echa la culpa a los civiles que han roto la identificación. En cambio, Navarrete dice que la responsabilidad no es de los familiares que entraron, sino que es responsabilidad de los funcionarios que han permitido que esta situación llegué hasta ahí. Existen centenas de familias que están buscando los cuerpos de sus seres queridos muertos durante la pandemia. “No son veinte ni treinta, son cientos que no están identificados”.
Pero Jorge Wated asegura que todos están identificados y tratando de ordenar el caos.El gobierno dispuso la anterior semana que los familiares que puedan retirar los cuerpos identificados de los fallecidos lo hagan dentro de las 24 horas de las morgues, caso contrario el gobierno asume la tarea del entierro sin costo y en un campo santo.
“Pero ahora a los familiares que reclaman los cuerpos no les dejan estar ni a las afueras de los hospitales”.
Mientras tanto, el Hospital General Guasmo Sur, igual que los otros de la red de hospitales del sistema de salud pública, recurre a los tres contenedores para trasladar los cuerpos de los fallecidos a los cementerios. Según Billy Navarrete “cada contenedor almacena aproximadamente 100 cadáveres en fundas negras”. La forma de operar allí dentro inquieta al secretario del CDH, por ello el lunes pasado estuvo junto a un grupo de periodistas internacionales en los exteriores del Campo Eterno de Pascuales, en el norte de Guayaquil, a una hora del Hospital del Guasmo. Ahí vio uno de los contenedores y al lado una excavadora. “Han prometido que los entierros se han individualizados”, dice Navarrete, “pero en el peor de los casos van a tener que enterrar todos en un lugar, que se lo llamaría fosa común, no tendría otra denominación, y colocar al azar el nombre de las personas. No van a tener chance para realizar pruebas de ADN a las centenas de personas que no tienen identificación, porque además es caro”.
Esta situación, es la última tuerca de todo un proceso de negligencia—enfatiza el secretario general del CDH—pues se entierra el cuerpo, se entierra el reclamo ante una institucionalidad que debe funcionar, pero no ha funcionado. “Las personas han tenido que resolver su situación por cuenta propia”.
↔
El registro y entierro
El Registro Civil, mediante su página web, informa que para la inscripción de una defunción se debe cumplir con dos requisitos: llenar el formulario Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) de defunciones y portar la cédula del solicitante de la inscripción. Este proceso es gratuito y se lo realiza desde las 08:00 hasta las 17:00, solo en las ciudades de Guayaquil, Quito y Durán.
Tras este proceso, el familiar debe ingresar a la página coronavirusecuador.com para conocer el lugar donde han sido sepultado su ser querido. En Guayaquil, si la persona falleció en el sistema hospitalario del IESS,será enterrada en el Camposanto Parque de la Paz “La Aurora”; mientras que si el fallecido proviene de viviendas, hospitales privados y del sistema de salud pública, su cuerpo será enterrado en el Campo Eterno de Pascuales
↔
La CDH ese mismo lunes recogió testimonios que afirman la llegada de un contenedor con cadáveres a la parroquia rural de Pascuales el miércoles de la anterior semana, dejando una señal de sangre en la vía. Billy Navarrete, junto a varios periodistas quisieron registrar ese hecho, pero fueron impedidos por el personal de la Armada que se acercó a uno de los periodistas y, sin autorización, sustrajo la memoria de su dispositivo de registro aéreo (dron) y se la llevó sin dar explicación ni dejar constancia. La tarjeta de memoria fue devuelta en horas de la tarde, en la recepción del hotel donde se hospedan dichos periodistas, así lo denunció la alerta emitida por la organización. También, los moradores del sector denunciaron que tienen problemas al realizar llamadas telefónicas o conectarse a la red de internet desde que difundieron los vídeos de la línea de sangre que dejaban los tráileres, que según los vecinos ingresan tres veces al día.
Tras la denuncia de los vecinos ante una posible contaminación, Jorge Wated, se pronunció mediante su cuenta de Twitter: “En relación al justo reclamo de los moradores de Pascuales, hemos coordinado con la alcaldía para la respectiva sanitización en los siguientes minutos”. Además, explicó anteayer que están con cero fallecidos pendientes y sigue los sepultos en los cementerios asignados.
Sin embargo, no todas las personas saben dónde están los cuerpos de sus seres queridos. Por eso, y a pesar del calor y los riesgos de un posible contagio, continúan acudiendo al Hospital Guasmo Sur. “Pero ahora a los familiares que reclaman los cuerpos no les dejan estar ni a las afueras de los hospitales”, comenta Billy Navarrete, del CDH. “Les dicen que tienen que regresar a casa a esperar la llamada del hospital, para decir cuándo y a qué hora pueden ir a retirar el cuerpo. Pero esa llamada nunca llega”.
Sin respuesta quedó también la familia de Joselyn Zavala Reyes. Su abuelo, el sastre retirado José Ciro Zavala Sánchez de 70 años, ingresó el 29 de marzo al Hospital de Los Ceibos con problemas respiratorios.Tan solo un par de horas después falleció por una insuficiencia respiratoria aguda. La nieta preguntó a Jorge Wated sobre el paradero del cuerpo de su abuelo, pero no tuvo respuesta. Hasta ahora la familia lleva 19 días buscándolo.
Joselyn dice que fueron a preguntar al hospital y le dijeron, que lo habían llevado en un contenedor al Parque de la Paz de la Aurora. La nieta ingreso los datos al portal coronavirusecuador.com que registra el lugar donde fueron enterradas las personas trasladadas en los contenedores, pero no encontró a Don José. “Es muy doloroso no saber dónde reposa nuestro familiar”, cuenta Joselyn, “son muchas familias que están pasando por lo mismo”.
Ante esta realidad, el CDH y la Fundación Acción Igualitaria desde el domingo pasado habilitaron una plataforma de registro de casos de personas fallecidas, donde familiares pueden denunciar el extravío del cuerpo y el derecho a una sepultura individualizada. La información solicitada se transmitirá a las autoridades competentes para exigir verdad y justicia por presuntos actos de negligencia cometidos por representantes del Estado del Ecuador, precisa el formulario.
***
El cuerpo de Alfonso Cedeño, obrero de limpieza de las calles y dirigente de la Federación de Trabajadores Democráticos del Guayas estuvo todo el tiempo en la morgue, pero ningún funcionario lo verificó. Por lo tanto el dirigente social y barrial apenas pudo ser sepultado después de 17 días de su muerte, en el Cementerio Jardines de Esperanza. Su amigo Alonso López conoció a don Alfonso Cedeño en un encuentro sindical, 25 años atrás. Desde ese día trabajaron juntos en marchas, plantones y foros. “Cuando íbamos a un evento siempre regresábamos juntos, recuerda Alonso, quien además es dirigente de la Unión Nacional de Educadores del Guayas. “Se completaba para el pasaje o para ir a comer. Era un ser humano comprometido con la humanidad”.
Pero el enemigo invisible, como Alonso llama al virus, lo alcanzó. Por no haber recibido respuesta ni del 171 ni del 911, los problemas respiratorios de don Alfonso empeoraron sin tratamiento alguno, por lo que optaron por buscar la ayuda de sus amigos y conocidos. En pleno toque de queda lograron llevarlo al Hospital Pedro Maldonado Carbo. Pasó la noche sentado en una silla de ruedas, esperando un tanque de oxígeno y una camilla. Al día siguiente lo atendieron. Setenta y dos horas después Alfonso Cedeño falleció.
Familiares y amigos compraron un ataúd y un espacio en el Cementerio Jardines de Esperanza. Todo estaba listo para el entierro, pero el cuerpo no aparecía. En este momento “comenzó el calvario de que el cuerpo no aparece“, dice Alfonso López. Día tras día iban a un hospital y a otro. Incluso, los familiares ingresaron a revisar uno de los contenedores con los muertos, pero no lo encontraron. Para Alonso lo más indignante ocurrió, cuando la familia recibió una foto del Cementerio Jardín de la Esperanza indicando que el sepelio de Alfonso Cedeño fue el 3 de abril y que su cuerpo yacía ahí, pero cuando el sobrino del fallecido fue a verificarlo se encontró con una tumba vacía. Eso generó dolor e indignación a la familia y amigos que el sábado, mediante una campaña en las redes sociales, bajo la consigna “#SepelioDigno, 14 días desaparecido, exigimos que aparezca su cuerpo”, lograron que el mismo Jorge Wated se pronuncie públicamente: “El cuerpo del señor Alfonso Cedeño está en la morgue del Hospital Teodoro Maldonado”, escribió en Twitter. “En esta semana le daremos cristiana sepultura. El día que lo hagamos aparecerán sus datos en la página”.
Con esta información, la familia acudió al hospital, ingresó a la morgue y encontró el cuerpo de su familiar. “Estaba identificado y etiquetado, nunca estuvo botado“, dice Alonso. “La familia entró, lo vio y lo identificó por sus rasgos”. Alonso, se pregunta si estaba ahí todo el tiempo y por qué no les entregaron. “Todos los días nos levantamos exigiendo, llamando, preguntando. Era duro ver a la familia desesperada, ver los turnos que se hacían porque después del toque de queda, solo un familiar podía quedarse haciendo el seguimiento, en medio de la lluvia y el calor”.
El cuerpo de Alfonso Cedeño de 57 años de edad fue sepultado la tarde del lunes, 13 de abril, en el Cementerio Jardines de Esperanza.