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Juliana Campoverde: la historia de un corazón arrebatado

Por Yuli Gaona
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Por Elizabeth Rodríguez*

En esta historia me acompañan un sin fin de preguntas cuya respuestas son inexistentes, he ido tejiendo con esa carencia un relato marcado por la angustia de preguntarme todos los días ¿dónde estás?  Solo tengo por cierto el rostro de mi hija Juliana impreso en una hoja de papel, acompañado siempre de una palabra: desaparecida.

Ya que su propia historia no le permite más, solo restan las memorias de quienes la recuerdan, sin embargo la búsqueda sigue, ya sea entre las montañas de papeles burocráticos disfrazados de una investigación, que cesa de una situación anormal para quienes permanecemos en su espera.

La única certeza es el dolor que me ha dejado su ausencia y tengo una urgente necesidad de recuperar parte de mi vida, porque July es mi niña amada, mi compañera, mi consentida, jamás me acostumbraré a vivir sin ti. No hay un solo segundo que no te añore, que no te piense y que no te extrañe.  Hoy solo sé que estás conmigo donde yo voy, que estás dentro de mí y corres por mis venas, que siempre te cuidaré y sin cesar te seguiré buscando, también sé que los hermosos recuerdos y el amor que siento por ti nadie jamás en la vida me arrebatará de mi memoria, ni de mi corazón.

Este vínculo es la muestra del amor que siento por Juliana, en lo más profundo de mi ser, pero como interrumpieron su vida esto hace que se convierta en una historia.

La búsqueda de vida no depende de algo diferente que la relación íntima entre dos personas: una desaparecida y otra dispuesta a buscarla.

Para saber que es la búsqueda de vida es preciso entender los vínculos profundos que se generan entre las personas. De ahí, la importancia que tiene oír la historia y de aquí parte que mi hija Juliana no es solo una simple estadística como quiere hacer ver el Estado. No, mi hija Juliana es una historia de vida que está impregnada en nuestras memorias.

Entonces, sin parar la buscaré con la incisiva mirada de madre, debemos entender el significado que tiene aquel diminuto hueso enterrado en un barranco, para quienes tenemos una persona desaparecida, las emociones que oscilan entre la alegría y el dolor al encontrar pistas que nos acerquen a nuestros seres amados, al final es a nuestra vida misma la que estamos buscando y con quien queremos reencontrarnos, por eso es que siempre digo: Juliana, parte de mi vida se fue contigo.

Desde aquel día 7 de julio de 2012 ando tras las huellas de un corazón arrebatado, del vínculo emocional fracturado, porque mi vida ya no tiene sentido al saber que me haces tanta falta adorada hija mía.

Yo, jamás me daré por vencida, hoy contaré la historia de vida interrumpida de mi hija Juliana, ya que la memoria es un asunto que en tiempos de conflicto se vuelve pública y una obligación social es conservarla.

Juliana mi vida se fue contigo

Desde el momento en que se formaba y crecía en mi vientre, yo con ansias la esperaba y desde lo más profundo de mis entrañas ya te amaba. Esperar que nacieras era la bendición más grande que Dios me había regalado.

Yo y su papá ya sabíamos que era una nena, nos preguntábamos que nombre le podríamos, a su papá le gustaba el nombre Michelle Elizabeth, pero a mí no me gustaba que llevara mi nombre ni tampoco Michelle, entonces decidimos nombrarla Juliana Lizbeth, Juliana porque mi madre se llama Julia y Lizbeth porque es la mitad de mi nombre y acordamos que siempre la llamaríamos July.

 

Juliana junto a su madre Elizabeth Rodríguez. Foto: archivo familiar

 

Cuando nació era una niña hermosa con los ojos azules, pero mientras crecía sus ojos se volvieron de color café. July es mi primera hija hermana de dos maravillosos varones, el papá siempre le decía mi reina, mi negra y sus  hermanos siempre le decían mi ñaña o ñañita, pocas veces le llamaban por su nombre y yo  siempre le decía July o Julita.

Desde muy pequeña era tan ocurrida a su hermano, Ronny. Le vestía de mujer poniéndole sus vestidos, sus vinchas y sus  zapatos, yo le preguntaba  ¿por qué le vestías de mujer  a su hermano? Ella me contestaba: es que yo quiero tener una ñaña para jugar con ella con mis muñecas, es qué mi  ñaño no se queda quieto y me rompe las muñecas,  por eso le pongo mis vestidos, me decía.

La mayoría de canciones que escuchaba Juliana se las aprendía y cantaba. Cuando entró al jardín participó de Estrellita de Navidad y ganó, ¿una de las preguntas que le hizo la profesora en ese evento fue que quería ser de grande? ella sin pensarlo dos veces le contestó que quería ser cantante.

 

 

En la escuela siempre fue una niña muy aplicada, muy inteligente captaba rápido lo que las maestras le enseñaban, hacia sola sus sus tareas, tenía excelentes calificaciones, fue abanderada de la escuela.

Cuando July tenía 9 años, por cosas de la vida me tuve que separar de su papá, nos quedamos los tres solos: July, Ronny -su hermano menor- y yo, pero nuestras vidas continuaban. July me decía que extrañaba mucho a su papá y cuando les llamaba por teléfono ella se sentía muy feliz, me decía que su papi era todo para ella, yo la abrazaba fuerte, pero sabía que también quería los abrazos de su padre.

Hasta que un cierto día cometí el peor error de mi vida, llevando a mis dos hijos a la Iglesia Cristiana Evangélica Oasis Esperanza, al sur de Quito, buscando ayuda espiritual, disque para tratar de protegerlos y para que nadie les haga daño, pensando que las personas que hablan de Dios no hacían daño.

Empezamos a ir todos los miércoles a las 19:30 y los domingos íbamos a los cultos que empezaban a las 08:00. Las niñas y niños recibían clases de la biblia  en otra sala y July, cada vez salía aprendido un versículo bíblico; como veía a otras niñas que danzaban y hacían sonar la pandereta, ella también me dijo que le comprara una para participar en la danza, así fue como se integró en la danza de la Iglesia.

July fue al colegio como siempre, muy aplicada y cumplía con sus tareas. Ella era muy responsable en sus estudio
s, se llevaba con todas sus compañeras y compañeros, nunca me dieron quejas ni me llamaron la atención por nada, ni ninguno de los profesores registraba notas regulares.

 

 

Cuando tenía 14 años me contó que un chico de otro curso le había dicho que le gustaba y a ella también le atraía él. Me dijo que se habían dado un beso, ella me contaba muy feliz, pero al siguiente día llegó triste y me dijo, que el chico le había dicho que ella era muy bonita para él y que por eso se sentía mal y que prefería tenerla como amiga para tenerla cerca.

July, dijo por una parte mejor porque en la Iglesia nos dijeron que no podemos tener enamorado antes de los 18 años. July estudió en dos colegios los tres primeros años en la Unidad Educativa Rincón del Saber y los tres últimos en la Unidad Educativa Sagrado Corazón de Jesús (Hermanas  Betlemitas).  

Con sus hermanos siempre fue ocurrida, les hacía cualquier cosa para hacerlos reír o a veces también peleaban por ganar la computadora para hacer las tareas, en la casa era hacendosa,  me ayudaba en los quehaceres;  mientras yo trabajaba en mi negocio; le encantaban los helados y las ensaladas de frutas.

 

 

July y yo éramos la una para la otra, teníamos largas conversaciones hasta altas horas de la noche, siempre salíamos de compras juntas. Era muy gracioso, ella me hacía que le compré ropa, pero luego no le gustaba lo que se compraba, terminaba poniéndose lo que yo compraba para mí.  Era muy feliz, risueña, cariñosa y muy detallista en el día de la madre me llevaba un regalo, rosas o simplemente me escribía una carta,  siempre me abrazaba y me decía que me amaba.

En las vacaciones de cada año lectivo viajaba a Zamora Chinchipe, en el sur del país, con su hermano a visitar a su papá, regresaba contenta y me decía que su papá y yo éramos una bendición de Dios, que ella siempre iba a velar por nosotros cuando estuviéramos adultos, no quiso que le hiciéramos fiesta de 15 años. Me dijo que mejor le comprará ropa.

 

 

Como July ya era todo una señorita, sin descuidar sus estudios y la Iglesia participaba del coro de la alabanza, entonces ya no iba solo miércoles y domingos, sino también los jueves en la noche  al curso  de liderazgo y los sábados a los repasos de la alabanza para el domingo presentarse en el culto. Recuerdo las canciones que cantaba eran las de Marcela Gándara, una que titulaban Vine adorarte, Aunque mis ojos no te puedan ver y El mismo cielo. Tenía una hermosa voz, su forma de ser era dulce, tierna, amable aparentemente querida por todas las personas que asistían a la Iglesia, no se diga de los pastores.

Pero cuando los pastores se enteraron que July había llevado el primer enamorado a la Iglesia, por primera vez, le llamaron la atención y le dijeron que recuerde que aún no tenía 18 años para que tenga enamorado y como castigo no podía cantar en el coro de la alabanza y para ella cantar las alabanzas para Dios era primordial y para que le levanten el castigo tuvo que dejar a su enamorado.

July amaba a Dios, se deleitaba cantando para él y leía mucho la biblia e inclusive aconsejaba a muchos jóvenes, niños que iban a la Iglesia y también a sus compañeras del colegio, cuando se hacía amiga de alguien lo primero que hacía era identificarse a que Iglesia asistía y luego les invitaba a que asistan para escucharan la palabra de Dios. July era muy obediente tanto con nosotros como padres como con sus pastores. July realmente practicaba la palabra de Dios que leía.

Dios fue siempre lo primordial para ella, llegaba del colegio luego de hacer sus tareas, empezaba a practicar sus canciones en un piano que alguien de la Iglesia mismo le había prestado. Cuando yo llegaba de noche de mi trabajo a la casa, ella seguía practicando las canciones de Alex Campos titulaba Dios creo, de Rojo Te amo más que a mí misma vida, y otra de Marcela Gándara Supe que me amabas.  A mí me  encantaba escucharla, me sentía muy bien verla feliz haciendo lo que a ella le gustaba.

July no desperdiciaba el tiempo, también recibía clases de canto por las tardes que a veces le quedaban libre, me gustaba mucho apoyarla en todo, porque ella se esforzaba para salir adelante. También participó en el coro Voz Andes, se presentaron en el Teatro Nacional Sucre en un festival en el año 2010. A July le encantaba la música, uno de sus sueños era irse a Argentina a la Universidad Nacional del Elitoral a especializarse en canto y música.      

Cuando July se graduó del colegio en el año 2011 fue elegida por todas sus compañeras para que diera el discurso de despedida para sus compañeras, maestros y todos los presentes.

 

Juliana siempre se caracterizó por ser una mujer muy valiente frente al público, fuerte en el sentido espiritual, feliz en todo lado, siempre sonriente, carismática, extrovertida y muy cariñosa con toda la familia.  Cuando se graduó ya tenía su plan de vida, viajar a Argentina a estudiar música era uno de sus sueños, pero ese sueño fue truncado por el pastor de jóvenes, Jonathan C. de la Iglesia que asistimos por 10 años, cuando un cierto día le ha enviado una solicitud a su cuenta de Facebook haciéndose pasar por un supuesto psicólogo pastor Juan Solano. Mi hija acepta esa solicitud y empieza a manipularla por medio de la palabra de Dios, la confunde y le hace que desista del viaje a Argentina, diciéndole que Dios tiene otros planes para ella, que Dios le había revelado que tiene que casarse con su hermano, Israel C. Para July casarse no era su plan de vida y yo le había dicho a mi hija antes de que esto pasara, que nunca se deje robar los sueños de nadie, me sentí muy preocupada cuando me dijo, ya me voy de viaje. Le noté muy confundida y lo primero que hice fue salirnos de esa Iglesia para protegerla.

 

 

July tenía su negocio propio de medicina natural que le pusimos mientras hacía los trámites para viajar a Argentina y esperaba que iniciara clases en ese país y a la universidad a la cual iba asistir, pero como ese sueño fue truncado ella seguía administrando su negocio.  

Luego le dije a mi hija que no debía dejar de estudiar, le pregunté que otra carrera le gustaba, me dijo Ciencias Biológicas. Se inscribió en la Universidad Católica, dio las pruebas y fue aceptada. El 23 de Julio de 2012 teníamos que hacer el primer depósito para el ingreso a la Universidad, pero mi hija ya no
estaba.

A mi July la desaparecieron un día sábado 7 de Julio de 2012, a las 09:00, cuando se trasladaba a abrir su negocio, ubicado en la avenida Ajaví y Sozoranga, en el sur de Quito. Después de un mes y medio de habernos retirado de la mal llamada Iglesia Cristiana Evangélica Oasis de Esperanza que asistimos por 10 años con mi hija.

El 7 de julio de 2019 se cumplirán 7 años  de inoperancia, negligencia e indolencia de los entes encargados de hacer justicia; 7 años que han vulnerado los derechos de verdad y justicia de mi hija Juliana y de mi familia; 7 años de que el falso pastor se ha burlado de nuestro dolor y de la justicia, porque hace 7 años atrás ya debió de estar sentenciado, no después de 7 años recién llamado a juicio.

Y para que este juicio proceda ha sido 7 años de lucha incansable, de exigir, persistir y no decaer por tantas trabas que nos ponían; son 7 años de lucha incansables con mis compañeros de Asfadec, organizaciones como Covidefem, Luna roja, Retumba la Prole que con marchas y plantones me ayudan alzar mi voz para exigirle al Estado verdad y justicia, gritando el nombre de mi hija y gritándoles a los falsos pastores que me la devuelvan pero ni eso ha sido suficiente porque aún sigo sin mi hija Juliana.

Pero quiero dejar claro que Juliana es mi vida y jamás me daré por vencida hasta reencontrarme con mi propia vida.         

 

     

 

                  

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