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La pequeña y el profeta: Relaciones de poder en la Iglesia

Por Yuli Gaona
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*Por Jeferson Peña

Han pasado 131 meses, 537 semanas y 4017 días desde que Juliana desapareció. Y sus últimas palabras que retumba en nuestra mente es “Luchen… luchen dejando de lado todos sus miedos, pero nunca sus principios, su dignidad e integridad.” Eso exclamaba Juliana el día de su graduación, palabras que siguen interpelando en cada persona y en cada familia que vive, el día a día, la desaparición de un ser querido.

Juliana desapareció la mañana del día 7 de julio de 2012 en el sector de la Biloxi, al sur de Quito. Eran alrededor de las 09:00, cuando July iba junto a su madre Elizabeth Rodríguez desde su domicilio con dirección hacia la Av. Mariscal Sucre y Ajaví. El tramo tiene una duración de 10 minutos. Al llegar a la avenida principal, se despidieron y ella le dijo a su madre: “Nos vemos más tarde, mamita”[1]. Esas serían las últimas palabras que intercambiarían con su madre.

Las primeras acciones que tomó Elizabeth después de recibir una llamada de su esposo, quien le comentó que llamó a Juliana sin recibir respuesta, fue llamar inmediatamente a sus familiares, amigos, al novio, pero nadie sabía nada de ella.

Siguiendo su testimonio, a la 13:00, Elizabeth marcó a la Policía buscando ayuda. Creyó que tendría una respuesta rápida a ese sentimiento de impotencia que vivía, pero solo escuchó indiferencia y negligencia policial frente a un caso inminente de desaparición. “Debe estar embarazada, y va a aparecer otra vez en 8 meses”[2], esas fueron las aseveraciones estereotipadas de los agentes que recibió la madre de Juliana, las cuales a más de ser sexistas provocaron la pérdida de evidencias claves en las primeras horas para dar con su paradero, mismas que hoy se han convertido en 11 años de indolencia de un Estado que no supo responder de manera eficiente.

Para el domingo, Elizabeth fue al local familiar de Juliana buscando alguna una pista o algo que le acercara a ella, pero todo estaba intacto. Inmediatamente se fue a una Unidad de Policía Comunitaria (UPC) a poner la denuncia y le manifestaron que debían cumplirse 48 horas. Con insistencia y un tedioso proceso burocrático, lograron asentar la denuncia sin imaginar que recién el lunes 9 de julio debía acercarse a la Fiscalía para que le asigne una fiscal (Gk, 2021). Es evidente la tranquilidad e inoperancia con la que actúa el Estado: ¿por qué?

El abogado del caso Juliana Campoverde de ese momento, Daniel Véjar, mencionó en una entrevista del 2019: “Cuando una persona desaparece no se apertura en investigación penal sino un acto administrativo. El acto administrativo es un vacío que les permite a los fiscales actuar de forma arbitraria y autoritaria”.

Para el abogado era sustancial la tipificación del delito de la desaparición involuntaria y forzada: “desaparecer una persona en contra de su voluntad, sin participación o aquiescencia del Estado tiene una pena privativa de libertad de 7 a 10 años”[3]. Esto, para que casos como el de Juliana no queden en extensas dilaciones o, peor aún, sean archivados por los operadores de justicia.

Después de dos años y medio hubo una reconstrucción de los hechos, un allanamiento, además de pasar por 11 fiscales en 10 años, en los cuales fueron muchas trabas y negligencias que vivió Elizabeth Rodríguez, pero jamás la hicieron desistir de su lucha por encontrar a Juliana[4] hasta la fecha.

Existe un fenómeno que atraviesa este caso en específico: relaciones de poder inherentes al interior de una comunidad religiosa protestante. Además, hay que aclarar que no existe un protestantismo sino protestantismos entre las cuales hay relaciones autoritarias y jerárquicas, dinámicas que deben ser analizadas y descritas. El fenómeno religioso entrecruza la desaparición de Juliana Campoverde, ya que, entre los actores están el pastor sentenciado, Jonathan Carrillo (autoridad religiosa), la familia pastoral Carrillo (como estructura religiosa) y la iglesia Oasis de Esperanza.

El fenómeno religioso entra en la lógica de relevancia de acuerdo con situaciones concretas experimentadas[5], se entiende a la religión como práctica en relación con la experiencia, con el concepto de campo. Así es como Juliana y su familia llegan al protestantismo en el año 2003, buscando un refugio espiritual. Dentro de estas iglesias, existen dinámicas religiosas como estructuras jerárquicas que limitan al creyente y en algunos casos lo objetivan. Además de construir relaciones socio afectivas y de codependencia, las cuales pueden ser mal utilizadas o abusadas como lo ocurrido en la iglesia Oasis de Esperanza.

Cabe recalcar que, como mencionamos anteriormente, este caso precisa en una religión protestante, en un tipo de protestantismo; por ende, no podemos generalizar este fenómeno por la diversidad de protestantismos existentes. No obstante, si podemos hablar de una estructura jerárquica que “la iglesia institucionalizada, por miedo a no dañar la reputación, se convierte en cómplice y protectora de abusadores y asesinos”[6].

Por ello el protestantismo llamado tradicional o fundamentalista separa el mundo de la iglesia, intenta mantenerse distante de la realidad hasta el punto de afectar la realidad de cada feligrés, llenándolos de prejuicios y privándoles de objetividad, incluso, en aspectos cotidianos como el aspecto laboral. Esto ocurrió con la primera Fiscal a cargo del caso de Juliana que mencionaba ser evangélica y, por ende, no podía seguir con la investigación ya que creía al pastor incapaz de cometer tales acciones, ¡qué absurdo!

La realidad debería ser entendida, acompañada y denunciada imparcialmente. Como dice Jácome (2019), tratan “de proteger a la institución o denominación mientras que una vida deja de ser prioridad”. Existen iglesias protestantes denominacionales, las cuales trabajan bajo una estructura piramidal y por ende tienen mucho peso en el medio cristiano, esto acarrea que se priorice el status y el “testimonio” de la denominación-iglesia sin evidenciar y hacer un seguimiento a problemáticas sociales presentes al interior de las iglesias.

La dominación parte de estas estructuras institucionales y funcionales, por ello “la congregación entra en un círculo vicioso de control”[7]. Esto invade la interioridad del creyente, es decir, se apertura la posibilidad de manipular al creyente. En los momentos en que Elizabeth Rodríguez y su hija iban a la iglesia Oasis de Esperanza, disertaban horas y horas insistiendo en el diezmar, concibiendo la creencia en Dios como una transacción, al punto de entrar en amenazas por no hacerlo, por ejemplo; si no diezman[8] “no tienen la gracia de Dios por egoístas y mundanos”[9]. Además, Jonathan Carrillo, pastor de jóvenes, reclamaba y reprochaba que debía ser consultado cada vez que Juliana iba a tener un novio, o cualquier otra decisión personal a tomar.

Es imprescindible mencionar que además de esta estructura jerárquica dentro de la iglesia, existe dominación a través de discursos de poder, de autoridad. Discursos carismáticos que pretenden romantizar la espiritualidad de todo creyente que busca en lo religioso una experiencia única. Y precisamente, el “guía espiritual” fue la última persona que vio a Juliana, así lo dictó la sentencia emitida hace cinco años. Este caso es una realidad dolorosa que usó como medio a una pastoral[10], utilizando discursos perversamente instrumentados[11] como manuales de vida y dogmas preestablecidos que abrazan una autoridad hegemónica.

El discurso de poder por parte de Carrillo violentó la personalidad de Juliana, es ahí donde abusó de su poder, de su autoridad como pastor manipulando su fe. Esto se evidencia cuando “Juliana conoce a Jhonatan Carrillo a los 9 años en un proceso de separación de sus padres, buscando refugio espiritual y emocional […] Así se entiende la autoridad que tenía Jonathan sobre Juliana”[12]. Para Foucault (1998), existen lugares específicos en donde se construyen dinámicas de poder. Partiendo de esta idea, el Pastor Carrillo ejerció poder dentro del espacio eclesiástico y en especial con una de sus feligreses, a tal punto de emparejarla en 2011 con su hermano, con el argumento de una revelación divina donde Dios le daba tales indicaciones[13].

Asimismo, en el fenómeno religioso existen prácticas de subordinación hacia los pares varones, es decir la iglesia opera como un dispositivo foucaultiano que ejerce un control sobre la conducta de sus feligreses, y que, produce efectos de saber que reproducen el sistema patriarcal, lo cual “legítima y promueve la desigualdad entre hombres y mujeres”[14]. En este sentido, los que leyeron e interpretaron la biblia son hombres, mismos que establecieron una superioridad moral y física sobre las mujeres, silenciándolas e invisibilizándolas.

Consecuentemente, en las diferentes iglesias se puede apreciar todavía discursos en dónde lo femenino necesita ser controlado, moldeado y dominado. Así, la historia del cristianismo se fue construyendo hasta el día de hoy. Con este efecto de saber machista y patriarcal, Carrillo tuvo la libertad de imponer su voluntad sobre Juliana; pero al parecer no era suficiente la figura de autoridad que ya ostentaba, ya que se creó un perfil de Facebook como Juan Solano desde donde utilizaba pasajes de la biblia para persuadir vía telemática a Juliana de quedarse en la congregación. Sus mensajes buscaban insistentemente que Juliana se quedara en el país y cancelara su viaje al sur del continente, de hecho, el último mensaje que recibió desde esa cuenta fue la de Proverbios 1:28-33, lo cual para Elizabeth la tomó como una amenaza[15].

“La religión es una de las principales esferas para la construcción de modelos de comportamientos”[16]. Carrillo y el mismo cuerpo pastoral jerárquico de la iglesia Oasis de Esperanza abusó de esta capacidad. El miércoles 17 de junio de 2019, el pastor evangélico fue condenado por el Tribunal de Garantías Penales de Pichincha a 25 años de prisión por el delito de secuestro extorsivo con resultado de muerte de la joven Juliana Campoverde. Hoy queremos exigir justicia por Juliana y que su memoria nos invite a cuestionar las relaciones de poder al interior de los templos religiosos y exigir al Estado mecanismos de supervisión y registro de los líderes religiosos a nivel nacional.

¡Por Juliana, NADIE SE CANSA!

Notas al pie:

[1] La Línea de Fuego (7 de septiembre de 2018) Mi vida por encontrarte: Memorias deuna madre. Por Elizabeth Rodríguez. Quito. Recuperado de: https://lalineadefuego.info/mi-vida-por-encontrarte-memorias-de-una-madre-por-elizabeth-rodriguez/

[2] Arévalo, L. (16 de abril del 2021) Me llamarán, y no responderé; me buscarán, y no me hallarán. GK. Quito. Recuperado de: https://gk.city/2018/09/10/desaparicion-juliana-campoverde-pastor-evangelico/

[3] Inredh (16 de abril de 2019) Instituciones del Estado se pronuncian sobre la desaparición involuntaria y la propuesta de tipificación. Quito. Recuperado de: https://inredh.org/instituciones-del-estado-se-pronuncian-sobre-la-desaparicion-involuntaria-y-la-propuesta-de-tipificacion/

[4] Ibid

[5] Tovar. A. (2019) Estudiar el fenómeno religioso hoy: caminos metodológicos. IIS. México. Recuperado de: http://ru.iis.sociales.unam.mx/jspui/bitstream/IIS/5697/2/estudiar_fenomeno_religioso.pdf

[6] Andrade, M. (16 noviembre de 2018) Necesitamos despatriarcalizar las iglesias. Ecuador. Recuperado de: https://alc-noticias.net/es/2018/11/16/necesitamos-despatriarcalizar-las-iglesias/

[7] Rivadeneira, R. (2019) Discursos de dominación e iglesia. El Blog Bernabé. Ecuador. Recuperado de: https://www.elblogdebernabe.com/2018/04/discursos-de-dominacion-e-iglesia.html

[8] Según estudios del antigua testamento, de donde sale el termino diezmo, no era de carácter obligatorio, más bien, era una donación que nacía de la conciencia de como el pueblo vivía, de quien necesitaba esos recursos. Las necesidades y obligaciones del tiempo como cuidar a las viudas y huérfanos; toda persona que le era difícil encontrar el pan diario. Luego, a través del tiempo, el diezmo fue jerarquizándose.

[9] Véjar, D. (7 de julio de 2018) July Campoverde: la crónica una desaparición. Quito. Recuperado de: https://inredh.org/july-campoverde-la-cronica-de-una-desaparicion/

[10] Entiéndase por pastoral toda aquella acción que busca correlacionar el evangelio con las situaciones concretas del diario vivir, sirviendo de puerta para la experiencia de la fe cristiana según Orlando Costas (1989).

[11]Jacome, P. (2019) Implicaciones de una pastoral del cuidado. Ecuador. Recuperado de: https://www.elblogdebernabe.com/2019/08/implicaciones-de-una-pastoral-del.html

[12] Véjar, D. (7 de julio de 2018) July Campoverde: la crónica una desaparición. Quito. Recuperado de: https://inredh.org/july-campoverde-la-cronica-de-una-desaparicion/

[13] Inredh (10 de febrero de 2020) Cronología del caso Juliana Campoverde. Quito. Recuperado de: https://inredh.org/cronologia-del-caso-juliana-campoverde/

[14] Andrade, M. (16 noviembre de 2018) Necesitamos despatriarcalizar las iglesias. Ecuador. Recuperado de: https://alc-noticias.net/es/2018/11/16/necesitamos-despatriarcalizar-las-iglesias/

[15] El Comercio (05 de septiembre de 2018) Fiscalía dice que el chip del celular de Juliana Campoverde se usó desde el teléfono de pastor. Quito. Recuperado de: https://www.elcomercio.com/actualidad/fiscalia-chip-celular-julianacampoverde-desaparecida.html

[16] Bergesch, K. (2021) Poder y violencia a partir de la óptica de la mujer. Ribla. Quito. Recuperado de: https://www.centrobiblicoquito.org/images/ribla/41.pdf

 

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Jeferson Peña, un chico apasionado por mis raíces del pueblo Waranka e indignado por los pensamientos occidentales que tratan de invisibilizar estas sabidurías cosmosintientes. Licenciado en Teología por SEMISUD-UTC (bastante Crítico de la religión), estudiante de 4to semestre de la carrera Lengua y Cultura de la UINPIAW y voluntario afortunado en la ONG Inredh en el área de fortalecimiento.

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