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1. ¿Niños o delincuentes?
La muerte de los cuatro niños de Las Malvinas–Guayaquil es el resultado de la necropolítica1 implantada y afianzada en el país. En un Estado constitucional de derechos y justicia, extralimitar de sus funciones a las Fuerzas Armadas y Policía Nacional no representa una lucha contra el crimen organizado, sino una guerra en contra de todo lo pobre y racializado.
La raza y la pobreza son usados como dispositivos de seguridad y técnica gubernamental que vende miedo y logra que los ciudadanos elijan seguridad desde el populismo político. En el contexto ecuatoriano, esta realidad es vivencial, tanto más que, el abandono estatal a las políticas sociales, culturales y económicas ha provocado una lucha interna por sobrevivir entre en el narcoestado de los políticos y el crimen organizado de las grandes mafias. Pero ¿quiénes terminan siendo las víctimas de la guerra entre los “buenos” y los “malos”?
El presidente Daniel Noboa declaró la guerra al crimen organizado a través del Decreto Ejecutivo No. 1112, con el que se faculta a las Fuerzas Armadas a ocupar un rol similar a la Policía Nacional, a pesar de no tener capacitación previa para la interacción con ciudadanos civiles. En este contexto, se militarizó varias provincias empobrecidas, ciudades criminalizadas, así como barrios periféricos de las grandes ciudades, pues, curiosamente, de estos lugares siempre se saca a los “criminales”.
Lastimosamente, la justicia no salva las vidas de los empobrecidos y racializados, a quienes sistemáticamente se les quita derechos, futuro y destino. Así pues, el 08 de noviembre del 2024, 16 miembros de las Fuerzas Armadas desaparecieron a cuatro niños afroecuatorianos llamados Steven, Ismael, Nehemías y Josué, quienes fueron trasladados desde un sector de gran afluencia en la ciudad de Guayaquil hasta Taura, donde su destino quedó marcado para siempre.
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2. ¿Criminología latinoamericana del perfilamiento racial?
Es medular reconocer que la realidad de América Latina ha sido moldeada por las ideas de los teóricos ilustrados de la época, ya que bajo estas influencias se afianzaron varias prácticas de segregación y segmentación de la población. De esta manera, la figura del “hombre delincuente” se construyó a partir de estereotipos impuestos por la propia sociedad, que, bajo el pretexto de seguridad y protección, se encargó de atribuir características negativas a un sector específico de la población, alimentando así el miedo y recelo. En ese sentido, el autor Cesare Lombroso3 desarrolló la “teoría del hombre delincuente”, en la cual sostenía que ciertos rasgos físicos comunes en algunos individuos indicaban una predisposición innata hacia la delincuencia, no obstante, con el tiempo, esta teoría fue cuestionada por su falta de fundamento científico. Por otra parte, bajo la prerrogativa de la criminología de Zaffaroni, existe una “ciencia racista antimulata”, que históricamente ha operado contra el mestizaje hispano-indio, contra el indio y la mayor parte del mestizaje hispano-indio; y ciencia racista el mestizo hispano-indio y el inmigrantes latinoamericanos.4 Así pues, en el contexto ecuatoriano, esta construcción de concepto de delincuente se ha basado en factores como el color de piel, la pobreza y la clase social; que, aunque no se centren solamente en características físicas, han sido utilizados para perfilar y criminalizar a ciertos sectores de la población, configurando así la imagen del “enemigo” dentro del Derecho Penal, como aquella persona que debe ser perseguida, reprimida y condenada.
Bajo este escenario, es necesario recordar lo planteado por Alejandro Alaga y Rodrigo Codino, quienes analizaron cómo la construcción del concepto de “delincuente” ha estado históricamente atravesada por factores raciales y sociales, de la siguiente manera: Con la aparición de los populismos latinoamericanos estas vertientes asumieron distintos rasgos, pero algunos autores seguían insistiendo – como sus predecesores – en señalar a la raza como obstáculo fundamental del progreso de las naciones latinoamericanas por lo que el exterminio de los no blancos quedaba latente, esperando que algún gobernante decidiera ocuparse.5
En la sociedad contemporánea, esta lógica persiste a través de lo que se conoce como criminalización secundaria, debiendo señalar que dicho proceso ha sido adoptado por las fuerzas militares y policiales, e implica la aplicación del poder punitivo del Estado mediante la selección de individuos para el sistema penal, fundamentado en estereotipos relacionados con el color de piel, la raza, el sexo, entre otros factores físicos.
El racismo es un factor determinante en muchas formas de violencia contra personas afrodescendientes; y, a pesar de que estos casos son reportados de forma recurrente ante los organismos internacionales y nacionales, lastimosamente esta problemática no ha sido debidamente abordada en sentencias nacionales e internacionales que establezcan estándares de cumplimiento inmediato.
Por otro lado, la criminología ha sido racializada hasta el punto de que América Latina presenta algunos de los índices más altos de muertes violentas, como, por ejemplo, en Brasil, más del 71% de las víctimas de homicidios entre los 15 y 24 años son jóvenes negros.6
Ahora bien, en Ecuador, la falta de estudios sobre factores étnico-raciales impide una comparación directa con estos datos. Sin embargo, la evidencia de casos de criminalización, perfilamiento racial y discriminación contra jóvenes afroecuatorianos7 sugiere no solo la existencia de estas prácticas, sino también la invisibilización de la problemática.
Según la distribución demográfica por etnias, más del 53% de afroecuatorianos se encuentran en la ciudad de Esmeraldas, seguido de Guayas, Pichincha y Los Ríos. Al respecto, a pesar de que los homicidios a nivel nacional no tienen una diferenciación étnica, se establece que en el año 2024 existieron 1350 casos de homicidio justamente en las provincias con mayor presencia de personas afrodescendientes, registrándose más de 125 casos en Esmeraldas8, lo que nos permite precisar que la violencia punitiva y social se articula mayormente en torno a la raza y a la clase como dispositivo de acción.
En este contexto, los cuatro niños de Las Malvinas–Guayaquil fueron perfilados y tratados como sujetos sin valor, convertidos en objetos de venganza. Las Fuerzas Armadas, en la ejecución de un procedimiento irregular, perfilaron a los cuatro niños, niñas y adolescentes como parte del estereotipo de la criminalización racializada debido a su color de piel, su ubicación territorial y su vulnerabilidad. De este modo, dichos factores los hicieron susceptibles a ser considerados como posibles infractores, creando así un claro perfilamiento racial. En relación con lo previamente señalado, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha expresado su preocupación por la violencia ejercida por las fuerzas de seguridad del Estado contra adolescentes pertenecientes a grupos sociales estigmatizados, que son detenidos por la presunta comisión de infracciones penales.9
Asimismo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha sido enfática en señalar las obligaciones de los Estados en términos de respeto y de protección de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, de la siguiente manera:
(…) Cuando el aparato estatal tenga que intervenir ante infracciones cometidas por menores de edad, debe hacer los mayores esfuerzos para garantizar la rehabilitación de los mismos, en orden a “permitirles que desempeñen un papel constructivo y productivo en la sociedad” (...).10
Sin embargo, la mediatización del caso de los cuatro niños de Las Malvinas–Guayaquil evidencia cómo, en América Latina, una criminología influenciada por el colonialismo, el racismo y la exclusión ha servido para legitimar la desaparición y ejecución forzada de niños bajo la etiqueta de delincuentes. Así pues, a través de la construcción de un “enemigo social”, se impulsa un discurso de deshumanización que justifica su despojo de derechos y los presenta como una amenaza que debe ser erradicada.
Al respecto, es importante tomar en cuenta que las campañas de criminalización de los cuatro niños se originaron en los mismos representantes del Estado y se intensificaron con la influencia del poder mediático tradicional, que deshumanizó sus cuerpos y los convirtió en objetos de imposición (“no son niños, no son personas, no tienen derechos”); y, por ende, sus desapariciones fueron tratadas con indiferencia, sin que se consideraran delitos que merecieran sanción estatal.
El perfilamiento racial11 es una práctica común en el Ecuador, cimentada en una criminología colonial que asigna la fuerza de la violencia estatal a ciertos sectores de la población, no con el fin de hacer justicia, sino para mantener el control y la subordinación de grupos históricamente marginados.
Una muestra de aquello fueron las entrevistas realizadas a tres miembros de las Fuerzas Armadas, quienes fueron los posibles responsables de la desaparición forzada y ejecución extrajudicial de los niños, en las que se evidenció un claro discurso de deshumanización, toda vez que los identificaron en todo momento como personas adultas, incluso indicando que los cuatro niños supuestamente “eran más grandes” que ellos, justificando la violencia ejercida en su contra bajo el argumento distorsionado de que eran peligrosos y merecían el trato que les dieron; y, desviando la responsabilidad hacia las bandas criminales del sector.
En consecuencia, el poder coercitivo del Estado, representado en este caso por las Fuerzas Armadas, exhibe la aplicación de esta criminología colonial basada en el racismo y la deshumanización de cuatro niños pertenecientes a uno de los sectores empobrecidos de la urbe.
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3. ¿Hábeas corpus como única vía para recuperar a los niños de Las Malvinas–Guayaquil?
En primer lugar, es preciso identificar que, a pesar de que la figura de habeas corpus parte del legado del Derecho Romano que desconocía la libertad de los esclavizados y sobreponía la condición de los ciudadanos reconocidos, ahora esta garantía ha evolucionado para adecuarse a los Estados de derecho.
Así pues, en el año 2012, la Fundación Regional de Asesoría en Derechos Humanos (INREDH) publicó una guía popular sobre la aplicación del hábeas corpus12, en la que se documentó el seguimiento detallado de esta garantía desde 1999. Además, en dicho documento se resaltó que esta herramienta jurídica no solamente busca contrarrestar detenciones ilegítimas, arbitrarias e ilegales en centros de privación de libertad, sino también proteger a cualquier persona retenida contra su voluntad en cualquier circunstancia, ya sea en un lugar público o privado, con el fin de garantizar su liberación inmediata.
Así pues, en Ecuador, la figura del habeas corpus ha evolucionado a lo largo del tiempo, ampliando su alcance y garantizando su acceso ante jueces competentes, de la siguiente manera:
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL HABEAS CORPUS EN EL ECUADOR |
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Norma jurídica |
Año |
Contenido |
Ley de Derechos de Hábeas Corpus |
1929 |
Introducción del habeas corpus como mecanismo para proteger el derecho a la libertad. |
Constitución |
1933 |
En esta ley se señala las autoridades competentes para la aplicación de la acción de Habeas Corpus. |
Constitución |
1945 |
Determinó como única autoridad competente al Presidente del Consejo del cantón en que se encuentra detenida la persona |
Constitución |
1946 |
Incorporó excepciones para su conocimiento. |
Constitución |
1967 |
Señaló que se podrá presentar el habeas corpus sin necesidad de mandato escrito. |
Constitución |
1998 |
Introdujo al habeas corpus como una garantía constitucional, con tramitación ante el alcalde. |
Constitución |
2008 |
Define al habeas corpus como una garantía constitucional, que se interpone ante cualquier juez. |
Fuente: Habeas Corpus: Guía popular para su aplicación.13
En la actualidad, este recurso se encuentra consagrado en el artículo 89 de la Constitución de la Republica del Ecuador14 y tiene como objeto recuperar la libertad de quien se encuentre privado de ella de forma ilegal, arbitraria o ilegítima, así como proteger la vida y la integridad física de las personas privadas de libertad. De esta manera, en materia de derechos humanos, el habeas corpus se constituye en una de las principales garantías constitucionales que permiten materializar la defensa de la vida, la integridad, la dignidad y la libertad.
Por este motivo, en este caso particular, el 19 de diciembre de 2024 se presentó la acción constitucional de habeas corpus signada con el número de proceso 09209-2024-08930, con el objetivo de localizar a Josué Arroyo, Ismael Arroyo, Steven Medina y Nehemías Arboleda, quienes habían sido vistos por última vez bajo custodia de militares y cuyo paradero era completamente desconocido desde ese momento.
Sin embargo, tras la activación del hábeas corpus, la situación empeoró, ya que, aunque se esperaba que este recurso constitucional garantizara el bienestar y la aparición con vida de los niños, la búsqueda terminó de manera trágica.
Ahora bien, a pesar de que el ordenamiento jurídico ecuatoriano tipifica el delito de desaparición forzada en el artículo 84 del Código Orgánico Procesal Penal, el tratamiento de este ilícito implica actuaciones fiscales que pueden prolongarse por varios años. Además, la dilación de los procesos y la sobrecarga judicial dificultan la obtención de respuestas y justicia para las víctimas; por lo cual, este delito, clasificado como una grave violación de derechos humanos y un crimen de lesa humanidad, pone en tensión el equilibrio entre la protección de la vida, la dignidad y la libertad, y el incremento del poder punitivo del Estado, lo que puede llevar a la ruptura del Estado Constitucional de Derechos.
En este sentido, es fundamental reconocer la inmediatez del habeas corpus como garantía jurisdiccional de rango constitucional, diferenciándolo de la denuncia penal, que no logra los mismos resultados. Así pues, el numeral 3 del artículo 43 de la Ley Orgánica de Garantías Jurisdiccionales y Control Constitucional sostiene el objeto del habeas corpus, mientras que en su artículo 46 se establece su aplicación en casos de desaparición forzada:
Adicionalmente a ello, la presión internacional para la búsqueda y declaratoria de desaparición forzada representó una contribución significativa para el cambio material del uso e implementación del habeas corpus a nivel nacional, pues la petición urgente realizada ante el Comité contra la Desaparición Forzada derivó en que dicho organismo requiriera al Estado ecuatoriano implementar un plan integral de búsqueda e informar sobre las medidas adoptadas para la búsqueda de Josué Arroyo, Ismael Arroyo, Steven Medina y Nehemías Arboleda.15
En consecuencia, la desaparición de los cuatro niños de Las Malvinas-Guayaquil no solamente generó una profunda indignación y conmoción a nivel nacional e internacional, sino que también expuso la responsabilidad del Estado ecuatoriano en las desapariciones forzadas registradas en el país, un tema que se hizo visible gracias a la acción constitucional de habeas corpus interpuesta. 4. La materialidad de la justicia constitucional
El 24 de diciembre del 202416, a través de diversos medios de comunicación, se informó sobre el hallazgo de cuatro cuerpos cerca de la base militar de Taura. Estos cuerpos correspondían a los cuatro niños de Las Malvinas-Guayaquil, quienes habían sido llevados a dicho lugar el 8 de noviembre del mismo año, lo cual conmocionó a sus familias, amigos, organizaciones de derechos humanos y a la población en general. Sin embargo, la confirmación oficial no se produjo hasta el 31 de diciembre del 2024, cuando, tras la audiencia de formulación de cargos por el delito de desaparición forzada en el ámbito de la justicia ordinaria, la Fiscalía entregó a los familiares los resultados periciales que acreditaban que los cuerpos calcinados hallados varios días antes pertenecían a los cuatro niños desaparecidos.
La desaparición forzada de estos niños derivó en la activación de la vía constitucional el 19 de diciembre del 2024. Posteriormente, el 31 de diciembre del mismo año, el caso se transformó en una presunta ejecución extrajudicial, conforme al artículo 85 del Código Orgánico Integral Penal17, lo que conllevó la necesidad de analizar el rol de la justicia constitucional en el presente caso, particularmente a través de la figura del habeas corpus correctivo.
Uno de los principales efectos de la declaratoria de desaparición forzada en el caso los cuatro niños de Las Malvinas–Guayaquil, fue la implementación del Plan Integral de Búsqueda. No obstante, a pesar de que el 31 de diciembre del 2024 se dio cumplimiento con dicha medida, no se logró garantizar el derecho a la vida de Ismael, Steven. Josué y Nehemías.
Las instituciones que se activaron en la búsqueda, así como las medidas de inmediato cumplimiento, se ejecutaron en función de la responsabilidad estatal de localizarlos. Sin embargo, la efectividad de la justicia constitucional se ve limitada cuando en las prácticas de las fuerzas del orden y de control persisten patrones de racismo y discriminación contra niños, niñas y adolescentes de sectores populares, empobrecidos y racializados del Estado.
Además, la deshumanización de las víctimas fue una constante a lo largo del proceso constitucional, tanto más que se observó cómo, en sus alegaciones, los máximos representantes de las Fuerzas Armadas sostenían que los niños y adolescentes víctimas no debían ser considerados como tales, sino como delincuentes, justificado así su detención y agresión, y revictimizando a sus familias como víctimas secundarias.
En este contexto, la justicia constitucional se erige como un mecanismo jurídico fundamental para frenar el avance del perfilamiento y criminalización de personas racializas y empobrecidas. No obstante, resulta insuficiente para prevenir nuevas violaciones a los derechos humanos en un Estado que se autodenomina “constitucional de derechos”. En consecuencia, la declaratoria de conflicto armado interno, las políticas criminales de corte populista y la invisibilización del racismo estructural evidencian la necesidad de un cambio profundo y sostenido, basado en el reconocimiento y la reparación histórica de poblaciones que, por décadas, han sido relegadas a la ignominia política, social económica y cultural.
Bibliografía
1 Achille Mbembe, “Necropolítica “, “Es la soberanía como el poder de dar vida o muerte…Mbembe describe el locus postcolonial como un lugar en el que un poder difuso, y no siempre exclusivamente estatal, inserta la “economía de la muerte” en sus relaciones de producción y poder: los dirigentes de facto ejercen su autoridad mediante el uso de la violencia, y se arrogan el derecho a decidir sobre la vida de los gobernados. Mbembe afirma que la característica propia de la etapa colonial, en la que la violencia era un medio exclusivamente para lograr la rentabilidad, ésta se revela como un fin en sí mismo” 2006, pág. 13.
2Presidencia de la República del Ecuador, decreto No. 111, Quito, 09 de enero de 2020 tomado de: DECRETO EJECUTIVO No. 111 – Secretaría General de Comunicación de la Presidencia
3 Cesar Lombroso, “Los Anarquistas”, Buenos Aires, 1978. Tomado de: https://educacion.seducoahuila.gob.mx/wp-content/uploads/2023/08/Lombroso-Cesar-Los-Anarquistas.pdf
4 Alejandro Alaga, Rodrigo Codino, “La descolonización de la criminología en América”, Buenos Aires, 2019, pág. 203.
5 Alejandro Alaga, Rodrigo Codino, “La descolonización de la criminología en América”, Buenos Aires, 2019, pág. 203.
6 Alejandro Alaga, Rodrigo Codino, “La descolonización de la criminología en América”, Buenos Aires, 2019, pág. 509.
7 Fundación Regional de Asesoría en Derechos Humanos INREDH, “Informe para el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial” 114 Periodo de sesiones, Ginebra, 2024.
8 Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado (OECO), “Visualizador de datos, número de homicidios”, 2024, tomado de https://oeco.padf.org/visualizador-de-datos-numero-de-homicidios/
9 Comisión Interamericana de Derechos Humanos, “Violencia, niñez y crimen organizado”, 2015, pág. 182, tomado de: https://www.oas.org/es/cidh/informes/pdfs/ViolenciaNinez2016.pdf
10 Corte IDH, Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala. Sentencia de 19 de noviembre de 1999. Serie C No. 63, párr. 197
11 Se trata de una práctica que se lleva a cabo cuando un agente encargado de hacer cumplir la ley o el orden dentro de un espacio considera sospechosas a las personas por quienes son, es decir, por el aspecto que tienen, el tono de su piel, su origen étnico o nacional, forma de vestir, religión, etcétera, y no por su comportamiento. Trato diferente a una persona o colectivo basado en aspectos subjetivos (prejuicios asociados al color de piel, origen étnico o nacional, forma de vestir, tatuajes o perforaciones corporales, etcétera) que es llevado a cabo por agentes encargados de hacer cumplir la ley (público o privado) y que pretende justificar una actuación de control, vigilancia, investigación o sanción cuando no existe un motivo legítimo basado en un comportamiento individualizado (es decir, se basa solamente en prejuicios) (definición institucional). Tomado de Prevención del perfilamiento racial en la seguridad pública
12 Fundación Regional de Asesoría en Derechos Humanos INREDH, ”El Habeas Corpus: Guía popular para su aplicación”, Quito, pág. 5
13 Ibídem.
14 Asamblea Constituyente del Ecuador “Constitución del Ecuador”, 2008, Registro Oficio 449 de 20 de octubre de 2008.
15 Comité contra la Desaparición Forzada, ”Recomendaciones y solicitudes de información específica (Petición urgente de los cuatro niños de Las Malvinas)”, Ginebra, 24 de diciembre 2024.
16 La Posta Ecu «Hallan cadáveres calcinados en Taura. Entre los restos, hay cráneos pequeños«, 24 de diciembre de 2024, tomado de La Posta en X: «¡Hallan cadáveres en Taura! La Fiscalía ordenó las pruebas genéticas a los cuerpos encontrados en un lugar de difícil acceso en la zona. Según fuentes de inteligencia, en el lugar habían cráneos de distintas dimensiones, algunos pequeños. Los 16 militares de la FAE están en https://t.co/lAACPBwo1X» / X
17 Asamblea Nacional, ”Código Orgánico Integral Penal”, 2014, Registro Oficial No. 180
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Diana León Bernardo
Abogada de los Tribunales y Juzgados del Ecuador por la Universidad Nacional de Chimborazo. Egresada de la Maestría de Derecho y Sociedad de la Universidad Andina Simón Bolívar sede Quito. Estudiante de la Disciplina-Derechos Humanos, Pensamiento Critico y Constitucionalista Latinoamericano por la Red Latinoamericana de Investigación Jurídica en Derechos Humanos sede Brasil, Estudiante de Diplomatura en Derecho Disciplinario Iberoamericano con sede Argentina La pampa. Estudiante de Litigio Estratégico por Escuela Latinoamericana de Abogacía Comunitaria y Activismo Jurídico. Su investigación se centra en el perfilamiento racial, el derecho negro y la eficacia de las acciones afirmativas en la calidad de vida de los afroecuatorianos, temáticas que se centran el racismo sistémico y su imbricación en la justicia, reconocimiento y desarrollo.
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Amanda Mosquera Meza
Activista en la promoción y defensa integral de los derechos humanos y de la naturaleza, con especial énfasis en los derechos de los animales. Comprometida con la generación de un cambio social profundo basado en la justicia, el respeto y la coexistencia armoniosa entre todas las formas de vida, bajo el principio de "Una Sola Salud". Abogada por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Magíster en Derecho con mención en derechos constitucionales, humanos y ambientales por la Universidad Hemisferios, y Especialista en Proyectos de Desarrollo y Levantamiento de Fondos por la Universidad Andina Simón Bolívar sede Ecuador. Mediadora y Formadora de Formadores.
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Danny Ortiz Vaca
Abogado, con afición por la investigación social, involucrado en el activismo por los Derechos Humanos, de los pueblos y la naturaleza. Actualmente voluntario en el área jurídica en la Fundación Regional de asesoría en derechos humanos INREDH.