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Entre realidades y privilegios

Por Yuli Gaona
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Por: Anthonela Heredia*

Las mujeres y las disidencias sexo-genéricas se han enfrentado históricamente a problemas estructurales propios de un sistema patriarcal, el cual se proyecta a la sociedad en diferentes aspectos, como la brecha salarial, discriminación laboral, acceso a la educación, autonomía sobre sus cuerpos y violencia basada en género. Todas estas problemáticas se encuentran ausentes en la agenda política del gobierno entrante, la cual viene acompañada con declaraciones muy preocupantes por parte de la vicepresidenta electa Verónica Abad, por lo que es preciso reflexionar sobre la situación del país en materia de género y alertar sobre una posible regresión de derechos de materializarse las aseveraciones de la vicepresidenta.  

La desigualdad de género en cifras 

Se puede pensar en muchos problemas cuando se habla de desigualdad de género, pues la lucha ha sido extensa y se ha manejado desde varios frentes en los que cada uno defiende un problema diferente en su época histórica correspondiente, pero todos en busca de un mismo objetivo, la igualdad de condiciones y oportunidades. 

 Actualmente, las mujeres representan la mitad de la población mundial con el 49.5 % (ONU, 2023). En cuanto a números poblacionales tanto hombres como mujeres estamos a la par, pero esta igualdad no se refleja en ningún otro ámbito, pues las mujeres se insertan en el mercado laboral en menor porcentaje que los hombres y perciben un salario menor por realizar las mismas o más actividades que un hombre en el mismo puesto. Además, las mujeres madres y amas de casa tienen un trabajo extra no remunerado, con un horario indefinido y que no se comparte en igual proporción con los hombres en el hogar.  

La desigualdad de género también trae problemas como menores ingresos, menor ocupación de cargos públicos, menor acceso a la educación, nula autonomía sobre su cuerpo, feminicidios, acoso, violencia de género, discriminación, etc., y en caso de pertenecer a grupos étnicos los problemas pueden aumentar dependiendo las circunstancias que condicionan a los diferentes grupos y marcan sus realidades haciendo una diferenciación de lo que pueden experimentar las poblaciones occidentales hegemónicas, blanco-mestizas.  

Ahora bien, siendo un tema de vital importancia que afecta a las mujeres diariamente, la lucha por alcanzar la igualdad de género no debería parar, ya que podría dar lugar a retroceso de lo que se ha alcanzado. Este problema estructural coloca al Estado como el principal actor y responsable con la capacidad para atender las demandas del género femenino, diversidades sexo genéricas y diversidades étnicas y minorías históricamente excluidas por estructuras patriarcales, occidentales, paternalistas y fuertemente conservadoras que impiden avances significativos para la igualdad.    

Para nuestro país, las estadísticas respecto a la brecha salarial y la violencia de género son realmente preocupantes. Solo para el año en curso, según estimaciones de Addeco Ecuador, la brecha salarial es significativamente alta, pues las mujeres ganan alrededor de un 20% menos que sus compañeros hombres en el mismo puesto de trabajo, además de que alrededor del 60% de los cargos directivos están dirigidos a hombres y el 40% a las mujeres.  

En ese sentido, debemos entender que, al tener ingresos menores y menos oportunidades laborales, se limita al género femenino y no se le permite alcanzar un mejor nivel de vida y un mejor futuro, ya que su capacidad para ahorrar y planificar se ve condicionada por el sueldo menor que recibe. Y aunque se ha luchado para combatir la brecha, hace falta implementar políticas públicas y estrategias que garanticen a las mujeres más oportunidades laborales con una paga justa y que no sea sesgada por ser mujer.  

Por otro lado, en cuanto a violencia de género, en el 2023 se han perdido, de manera violenta, 238 vidas de mujeres tipificadas como femicidio (Fundación ALDEA, 2023). Por su lado, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), realizó la Encuesta de Violencia contra las mujeres en 2019 cuyos resultados se presentan en la siguiente tabla, cabe mencionar que estas cifras no han sido actualizadas desde entonces. 

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La violencia contra las mujeres en el Ecuador es un problema grave que afecta a la salud, la dignidad y los derechos humanos de las víctimas. Según datos del INEC, el 65% de las mujeres ecuatorianas ha sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida, ya sea física, psicológica, sexual o económica. Esta situación se agrava por la falta de acceso a la justicia, la impunidad de los agresores y la normalización de la violencia machista en la sociedad. Es necesario que el Estado, la sociedad civil y los medios de comunicación se comprometan a prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, garantizando su protección integral y su empoderamiento. 

La ausencia de esta problemática en la siguiente agenda política  

Ahora bien, una vez que hemos entendido un poco de las problemáticas que desencadena la desigualdad de género, debemos entrar en materia de la agenda política actual del país y cómo esta puede verse afectada tras el ingreso del nuevo gobierno; pues poco o nada se habló de manera positiva durante su campaña de los temas de género. Si bien es cierto que este gobierno será por un período corto, ha buscado solo enfocarse en temas económicos y de seguridad; sin embargo, no se puede pensar en un bienestar general, si en el accionar político se deja de lado las necesidades de la población femenina y diversidades, cuya participación en las actividades económicas, culturales, académicas y sociales en general, suman importantes aportes al Ecuador, pero no tienen el apoyo ni el respaldo necesario para poder desarrollarse de la manera más óptima.  

Ciertamente se ha tenido avances para las mujeres en el camino hacia la igualdad de género, muestra de eso es precisamente el hecho de que una mujer sea elegida como vicepresidenta del Ecuador; sin embargo, Verónica Abad es apenas la segunda mujer en ocupar este cargo después de Rosalía Arteaga en 1997. Y aunque la reciente victoria de un binomio con una presencia femenina puede ser un paso en el avance de derechos, han sido sus posiciones políticas, creencias e ideologías en contra de los derechos de las mujeres, feminismos, acceso al aborto, entre otros temas, los que alarmaron a los movimientos sociales; ya que tener a alguien que ignora, minimiza e invisibiliza las diferentes realidades y necesidades del pueblo al que gobierna resulta en un inminente peligro que desencadenaría un cese y retroceso de todo lo que se ha logrado con la lucha de colectivos en conjunto con la sociedad por el respeto de sus derechos básicos.  

Durante la campaña, la entonces candidata se volvió popular en redes sociales tras circular comentarios en entrevistas que, si bien algunas no parecían ser actuales, de igual manera resultaban inquietantes y formaban un amplio debate entre las y los cibernautas. El reconocerse como una persona que no está a favor de que sea el Estado quien cubra necesidades básicas no solo de las mujeres sino de la población en general como educación, salud, etc., no deja de ser preocupante para la sección de la población ecuatoriana que no forma parte de la élite.  

Las declaraciones de la candidata resultaron polémicas por el hecho de que invisibiliza y niega la existencia de no solo la desigualdad de género, sino que también la desigualdad social en general. Entonces, cabe la duda de si una persona que no es consciente de la estructura social donde esta inserta, puede ser apta para cogobernar un país. Verónica Abad al parecer responde a los intereses propios de una persona blanca mestiza, heterosexual y privilegiada que no ha salido de su zona de confort, quien aun siendo mujer no es consciente de toda la desigualdad, los riesgos, la violencia, las prohibiciones y demás situaciones que implica ser mujer en Ecuador; por esto, mucho más allá de brindar una imagen de esperanza o solución para las poblaciones empobrecidas, el mensaje que ha mandado solo genera dudas y preocupación ante lo que puede ser un inminente retroceso en todos los avances en materia de género sin mencionar el estado de bienestar social.   

Entre sus declaraciones más controversiales habló sobre el hecho de que el Estado promueve el divorcio; negó los niveles de violencia y la desigualdad que viven las mujeres, añadiendo que las cifras de feminicidios son exageradas e irreales; mencionó también que una madre no puede pretender ganar lo mismo que un hombre. Por ello, es pertinente analizar cada controversial declaración de la vicepresidenta y develar las intenciones políticas desde donde evocan esas aseveraciones.   

Un discurso regresivo y revictimizante 

Si algo tienen en común todas estas declaraciones es que son fuertemente revictimizantes para todas las mujeres que de una u otra forma han sido violentadas o discriminadas; además de que sigue dejando sobre los hombros de las mujeres toda la responsabilidad de lo que nos afecta, ya que según ella la realidad social no necesita mayor atención; es más, el Estado no debería hacerse cargo o trabajar por reducir la violencia y desigualdad latente, pues para ella es una cuestión individual.  

Pues bien, veamos más allá de esta sesgada realidad que Verónica ha puesto sobre la mesa. Cuando habla sobre un Estado que promueve e incita a las mujeres a divorciarse ofreciéndoles toda clase de manutención para ellas y sus hijos, invisibiliza la situación de muchas mujeres donde ni siquiera existió la opción del divorcio porque siempre fueron madres solteras debido al abandono e irresponsabilidad de parte de los progenitores; a esto, hay que sumar el comentario sobre los bonos, canastas, programas de desarrollo, etc., los cuales según Verónica son más que suficientes para mantener a una familia.  

Es preciso mencionar la subida del precio de la canasta familiar, para aclarar que las actuales transferencias económicas directas del Estado a la sociedad civil y en específico para una madre, no alcanzan para dar una vida digna a sus hijos e hijas, entonces, ¿el Estado también sería un “esposo irresponsable”? También hay que pensar en por qué las mujeres deciden divorciarse o separarse de sus parejas, entre las razones pueden estar el hecho de vivir en ambientes y círculos de violencia de género de todo tipo, ya sea psicológica, verbal física o económica. Pero claro, estas razones son inexistentes o insuficientes para la funcionaria que ahora dice que estas cosas son netamente mitos e invenciones de las mujeres para victimizarse a sí mismas, buscando sacar provecho de la situación. 

Siguiendo esta misma línea, podemos dar paso a analizar la siguiente declaración donde menciona que las mujeres con “cargas familiares” no deberían ganar lo mismo que un hombre (con las mismas cargas familiares). Teniendo en cuenta lo dicho, sobre el abandono/irresponsabilidad paterna y el desbalance del costo de la vida con los bonos de desarrollo humano, resulta indignante que aún este punto deba ser explicado; sin embargo, veamos por qué las mujeres buscan tener igualdad salarial.  

Antes ya se mencionó que incluso si una mujer no es madre no logra ganar lo mismo que un hombre, además de que al momento de buscar un empleo siempre será cuestionada por estar en edad reproductiva, o por tener hijos, cosas que jamás se le cuestionan a un hombre. ¡Irónico!, ya que las mujeres no concebimos hijos solas o por obra del espíritu santo. Entonces, si el traer hijos al mundo es cuestión de dos personas, ¿por qué solo la mujer es la que debe lidiar con toda la responsabilidad?  

Abad menciona que tener hijos es una decisión, y si bien resulta muy relativa tal aseveración, ella lo ve únicamente como una decisión de la mujer y por ende una responsabilidad solo de la mujer. Es decir, solo la mujer debe encargarse por más tiempo de los hijos y limitar sus horas de trabajo, mientras que el hombre al no tener responsabilidades o labores establecidos en la crianza tiene tiempo libre para dedicarse a su trabajo y generar mayores ganancias. Aunque esta realidad puede funcionar para un grupo selecto de familias privilegiadas, no se puede pretender que se aplique a toda la sociedad, y no se puede esperar que una madre soltera, perteneciente a cualquier clase social, se conforme con ganar menos porque ya es madre.  

La actual vicepresidenta ha dicho abiertamente ser una mujer defensora de la vida y la familia, esto desata una inminente preocupación en cuanto al tema de aborto y todos los avances que se ha logrado, ya que el tener a una persona antiderechos en el poder puede significar un grave peligro y retroceso para los derechos de las mujeres. Actualmente el aborto por violación es legal en el país, y aun cuando ya ha sido legalizado, siguen existiendo intenciones de imponer contradicciones y requisitos absurdos con el fin que no se respete el derecho a acceder a un aborto por violación; entonces si esto sucede con una ley aprobada, ¿qué otras objeciones u obstáculos tendrán que soportar las mujeres ahora que existe una autoridad que respalda el incumplimiento de este derecho? ¿Cuántas mujeres más serán obligadas a ser madres sin desearlo ni planificarlo y sin redes de apoyo? Y, sobre todo, ¿cuál será el argumento para justificar esta vulneración de derechos, acaso se volverá a culpar a las mujeres por una violación?  

Es posible que se vuelva a caer en discursos y narrativas revictimizantes para todos los casos de violencia de género, pues si se maneja la idea de que la violencia y discriminación de género son mitos e inventos como expresa Abad, no podemos esperar que se reconozca a las mujeres como las verdaderas víctimas y que se les brinde soluciones reales y eficaces. Abad mencionó que la lucha de las feministas las ha llevado a creer en cosas que no existen, exagerando así las cifras de violencia y feminicidios; y que, si la violencia de género en realidad existiera es incorrecto como medida principal solicitar presupuesto al Estado para solventar esta problemática social, insinuando como solución volver al silencio y sometimiento.    

Lejos de presentar una solución o al menos reconocer que existe un problema, Abad solo ha invalidado y tachado de irreales las luchas y acompañamientos a víctimas que se vienen realizando arduamente desde organizaciones feministas, defensoras de derechos y toda aquel que se identifique con la causa. Si bien se menciona coloquialmente que una mujer se vuelve feminista con su propia historia, no hay que esperar a que todas las mujeres les ocurra algo grave para reconocer que existe el problema, que es real, visible y palpable de diferentes maneras y que ocurre todos los días en el Ecuador. Es inaceptable que se pretenda ignorar algo tan grave como la muerte de mujeres por el simple hecho de ser mujer; además se está dejando de lado el sufrimiento de la familia, su búsqueda y exigencia de justicia y, sobre todo, la no impunidad del perpetrador.  

Entonces según nuestra vicepresidenta, las mujeres debemos dejar de ser exageradas y aguantar todo lo que nos suceda porque nada es real y en caso de serlo, es nuestra culpa. Dentro de su perspectiva no es real el sentirse acosada cuando caminas en las calles; no es real que los hombres digan, griten, comenten o posteen cosas obscenas cuando te ven; no es real que muchas mujeres hayan sido tocadas de manera inadecuada sin su consentimiento en el transporte público; no es real que los profesores se aprovechen de niñas en las escuelas; no es real que mujeres no consigan trabajo solo por ser mujeres; no es real que en fiestas o discotecas las mujeres sean drogadas y abusadas; no es real que en el país las mujeres sean principalmente las que se encargan de la crianza y de las tareas del hogar; no es real que se nos cosifique y sexualice; no es real que no tenemos derecho a decidir sobre nuestros cuerpos; no es real que nos maten todos los días solo por ser mujeres. ¿En verdad nada de esto es real? 

Al parecer la mayoría de las mujeres vivimos en un Ecuador distinto al que conoce Verónica; y se puede asegurar que, si todas viviéramos en el mundo que ella dice habitar, nadie estaría quejándose, protestando, marchando y luchando por exigir derechos y justicia. Es clara la falta de empatía y conocimiento que tiene esta mujer que ocupará un cargo público importante, su vida llena de privilegios la ha segado y encerrado en una burbuja de la que no ha salido para observar la otra cara de la moneda, la dura realidad que viven día a día miles de mujeres en el Ecuador, misma realidad que esperamos poder cambiar progresivamente.  

Si bien somos conscientes de que el camino al cambio y a la igualdad es largo y con mucho trabajo de por medio, no podemos permitir que políticos que dicen trabajar por y para todo el pueblo ecuatoriano, lo hagan únicamente para y bajo sus propios intereses y los de la clase acomodada del país. Puntualmente en este caso, no podemos permitir que los ideales, convicciones políticas y desconocimiento mostrados por Verónica Abad, amenacen con eliminar, retroceder y retrasar todos los avances que hemos logrado en cuanto a derechos en temas de género. Y es preciso asegurar que, ante cualquier intento de vulneraciones y retrocesos, nos tendrá de pie, en las calles, aulas, curules y juzgados luchando y exigiendo lo que merecemos. 

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*Anthonela Heredia  

Antropóloga y arqueóloga ecuatoriana en constante crecimiento y aprendizaje. Me declaro apasionada por la lectura, la música, el cine y los buenos paseos. Siempre estoy cuestionando cada aspecto de la vida. Orgullosamente mujer feminista en busca de la equidad. Aporté como voluntaria en la Fundación Inredh dentro del área de Fortalecimiento.

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