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Trata, delito que deja cicatrices

Por Yuli Gaona
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Por Jessica Matute/ Nelson Atupaña – INREDH

El vínculo entre la trata de seres humanos y la migración en el marco de los movimientos masivos de la población es un fenómeno que merece un examen más detallado, según ha manifestado la Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre la trata de personas, María Grazia Giammarinaro.

Para hablar de la trata de personas, nos ubicaremos en el cantón Otavalo y Cotacachi de la provincia de Imbabura, al norte del país, donde se asienta el pueblo Kichwa Otavalo que se distingue por su trabajo comercial y artesanal ligada a la producción de textiles a nivel nacional e internacional.

Así, los habitantes de la ciudad Otavalo y Cotacachi están históricamente conformado por hábiles artesanos y productores del textil, herederos de las ancestrales destrezas de los mindalaes, antigua élite indígena especializada en el arte del comercio. Arte que ha llevado los kichwas otavaleños a viajar por todo el mundo.

A pesar de que los mindalaes tomaron fuerza a partir de los años cincuenta, se conoce que esta práctica viene desde el período incaico. En esa época, los mindalaes se convirtieron en protagonistas de uno de los flujos migratorios más importantes en Ecuador. Familias enteras dejaron el país con el fin de comercializar la artesanía local en países como Bélgica, Colombia, España, Indonesia, Italia, Japón, Venezuela y otros países del mundo.

La transmisión cultural mindalae acompañada por la expansión del sistema capitalista en las comunidades de los pueblos indígenas de Cotacachi y Otavalo ha generado algunas distorsiones en las prácticas familiares y comunitarias frente a los niños, niñas y adolescentes, en especial cuando se los incluye en el trabajo formativo. Los problemas económicos familiares, han dado pie a que muchos niños, niñas y adolescentes tengan que dejar la escuela y dedicar su tiempo a trabajar, pero también desplazarse a otras ciudades o migrar al exterior. En este sentido, el primer paso es diferenciar claramente entre el trabajo formativo y el infantil.

La cosmovisión de los pueblos indígenas de Otavalo y Cotacachi involucra la participación activa de niños, niñas y adolescentes en las tareas del hogar y en el trabajo con los padres y madres; este fenómeno se lo considera trabajo formativo, es decir el “aprender haciendo”. Ahora bien, se ha evidenciado que estas prácticas culturales de trabajo formativo pueden convertirse en explotación de trabajo infantil y trata de personas.

Como mencionamos anteriormente, las familias decidieron migrar a gran escala lo que implicó cada vez mayor mano de obra por el incremento de la producción, lo que involucró llevar a sus hijos, esposas y demás miembros de la familia. Muchas de las personas que viajaron para ayudar y ser mindalae, de edades entre los 6 y 7 años dejaron la escuela para viajar a otras ciudades.

Varios de estos problemas son esenciales de tratar cuando hablamos de la actividad mindalae. Por esta razón, la explotación laboral y la trata de menores, merece un análisis especial con el aspecto del trabajo normativo.

El trabajo formativo tiene las siguientes características:

  1. No es obligatorio.
  2. Se lo realiza junto al padre o la madre o un familiar cercano y de contacto constante con los padres.
  3. Se respeta la voluntad del niño, niña o adolescente en la participación de la tarea asignada.
  4. No tiene como objetivo recibir mayor remuneración económica.
  5. Las tareas asignadas están acordes a las capacidades de los niños, niñas y adolescentes según su edad.
  6. Se lo realiza generalmente en el hogar, sin perjuicio de que se lo practique excepcionalmente en el campo o la ciudad.

Hay niñas, niños y mujeres que han sido objeto de trata para esclavitud laboral. Por ejemplo, en la provincia de Chimborazo fue desmontada en el año 2000, una red de trata de niños indígenas que eran llevados a Venezuela como vendedores ambulantes, mendigos y otros trabajos.

Por otro lado, se ha evidenciado que el trabajo infantil tiene como objetivo utilizar las labores físicas de la niña, niño o adolescente para lucrar económicamente. No tiene como fin primordial la enseñanza de una tarea, arte u oficio. El trabajo infantil tiene las siguientes características:

  1. Se lo realiza bajo amenaza o necesidad, es obligatorio.
  2. Se lo realiza generalmente bajo el mando de terceras personas, que tienen poca o nula cercanía con el padre, madre o pariente cercano.
  3. No respeta la necesidad ni los intereses del niño, niña o adolescente el cual no tiene la posibilidad de opinar sobre su labor.
  4. Las tareas son desgastantes y no toman en cuenta la capacidad física ni mental del niño, niña o adolescente.
  5. Se realiza generalmente fuera del lugar y en condiciones desfavorables para los niños, niñas o adolescentes.

El trabajo formativo, entonces constituye una práctica cultural ancestral de los pueblos indígenas Kichwas Otavalo y Cotacachi; por el contrario, el trabajo infantil en estas zonas ha sido consecuencia de la exclusión, la desigualdad y la falta de acceso a recurso, a la cual han sido sometidos estos pueblos. Por esta razón, las autoridades comunitarias y las organizaciones indígenas representativas del sector han asumido el reto de mantener y preservar sus prácticas culturales históricas y de erradicar aquellos actos que generan sufrimiento personal y comunitario.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos en el 2012, el 8.6% de las niñas, niños y adolescentes entre los 5 y 17 años trabaja.  Esto equivale a aproximadamente 360 000 niños, niñas y adolescentes.  La prevalencia del trabajo infantil aumenta con la edad, 5 a 11 años: 4.2%; 12 a 14 años: 11.9%; 15 a 17 años: 15.7%).  En el sector rural este indicador se ubica en el 15.5%, mientras que en el urbano disminuye al 4.3%.  Entre los indígenas, el porcentaje sube al 29%.  De todos los niños y niñas trabajadores, el 56% está involucrado en trabajo infantil peligroso.   

Asimismo, el desplazamiento interno y la migración internacional ha sido un mecanismo para la práctica tanto del trabajo formativo como del trabajo infantil. La falta de oportunidades económicas y la posibilidad de ganar más dinero forma parte del relato del migrante kichwa Otavalo o Cotacachi que deicidió migrar. En el caso de los migrantes laborales, viajar significa la posibilidad de obtener dinero para apoyar a la familia, casi siempre en condiciones de extrema pobreza.

La migración para los miembros de los pueblos indígenas kichwas de Otavalo y Cotacachi no solo es una alternativa para apartarse de la pobreza, la falta de oportunidades o la violencia intrafamiliar también se ha constituido
en un referente de identidad étnica y cultural. La vinculación al comercio transnacional permitió a los kichwas ganar posiciones en un espacio social dominado económicamente por los mestizos e incluso, desplazarlos. Pero, lo más relevante ha sido la posibilidad de empoderamiento de las comunidades pertenecientes a los pueblos indígenas de los dos cantones.

En este contexto, las niñas, niños y adolescentes se convierten en protagonistas de la migración, ya sea por salir junto a sus padres o al salir solos. El viaje, entonces, se convierte en una parte de la vida, en una etapa que todos los menores de edad del pueblo kichwas Otavalo o Cotacachis quieren pasar y que les da la posibilidad de mejorar su posición social, pero también corren el riesgo de ser víctima de trabajo infantil.

En Ecuador, mediante referéndum del 28 de septiembre del 2008, se consagró los derechos para niñas, niños y adolescentes, dentro del capítulo tercero que nos habla de las personas y grupos de atención prioritaria. Es así, que en el artículo 44 de esta norma se establece como obligación del Estado brindar protección, apoyo y promover el desarrollo integral, de este grupo en el proceso de crecimiento, maduración y despliegue de su intelecto y de sus capacidades, potencialidades y aspiraciones, en un entorno familiar, escolar, social y comunitario de afectividad y seguridad y sin distinciones étnicas o culturales. Este entorno permitirá la satisfacción de sus necesidades sociales, afectivo-emocionales y culturales, con el apoyo de políticas intersectoriales nacionales y locales.

En el artículo 45 del mismo cuerpo legal manifiesta que los niños, niñas y adolescentes gozan de los derechos comunes al ser humano, como son el respeto a la vida, libertad, a la no discriminación, libertad de asociación, etc.; así como también a los que son específicos para su edad. En el segundo inciso, se establece que “las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a la integridad física y psíquica; a su identidad, nombre y ciudadanía; a la salud integral y nutrición; a la educación y cultura, al deporte y recreación; a la seguridad social; a tener una familia y disfrutar de la convivencia familiar y comunitaria; a la participación social; al respeto de su libertad y dignidad; a ser consultados en los asuntos que les afecten; a educarse de manera prioritaria en su idioma y en los contextos culturales propios de sus pueblos y nacionalidades; y a recibir información acerca de sus progenitores o familiares ausentes, salvo que fuera perjudicial para su bienestar.”

María Cárdenas (nombre ficticio), soy una mujer indígena proveniente de la comunidad de Cotacachi y pertenezco a la Fundación Tierra de Hombres.  El aspecto más positivo de la actividad mindalae es la apertura para la migración de las personas de las comunidades, ya sean de Otavalo y Cotacachi, aunque esto haya generado una fuente de explotación hacia los mismos hermanos de las comunas. Esto debido a la falta de normas, leyes que regulen esta actividad; actualmente esto se distorsiona con el objetivo de justificar culturalmente la trata de personas.

Otro hecho que denotó fue el hecho de que los niños son llevados como mindalae y están afuera de su entorno familiar, no hay quién los proteja y muchas veces caen en la explotación laboral.

Me fui como mindalae. Viajé a Bolivia, Argentina, Colombia y otros países con mi esposo, de nacionalidad boliviana. Yo era mayor de edad, pero aun así viví una experiencia compleja, ya que sufrí una seria de abusos y discriminación en los servicios de salud, debido a mi embarazo no logré conseguir un trabajo estable por el permiso de visa de simple turista, aun si eres mayor de edad desconoces tus derechos individuales, no puedes hacer nada para exigirlos y obviamente vas a verte envuelto en una situación de vulneración.

Según el protocolo de Trata de Personas especialmente de Mujeres y Niños que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra el Crimen Organizado Transnacional (2000), se entenderá como la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad. “Esa explotación incluirá, como mínimo la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos”.

Muchas niñas, niños y adolescentes son víctimas de la trata en el interior de los países, particularmente desde áreas rurales hacia áreas urbanas. Demasiado a menudo, los Estados restringen sus definiciones y respuestas abarcando casos transnacionales, dejando a millones de víctimas de trata interna sin protección. Este hecho puede minimizar la magnitud real del problema total de un país en cuanto a la trata. Se necesita hacer más para enfrentar la trata dentro de las fronteras de un país.

En Ecuador hay planes de prevención que son llevados desde los Ministerios del Interior, Ministerio de Inclusión Económica Social (MIES) y Cancillería; los niveles de coordinación y de efectividad deben ser mucho más trabajados. La socialización y las acciones que demandan estas medidas son insuficientes, se requiere trabajar con la familia y conformar comunidades de cuidado a niños, niñas adolescentes y mujeres para que el Estado no sea el único responsable, dado que tiene grandes limitaciones, como ya sabemos.

Para enfrentar esta problemática social, el Estado ecuatoriano y organizaciones internacionales han generado herramientas de prevención y de investigación:

  • “Abramos los ojos, la trata es un delito” coordinado con instituciones como la Fiscalía General del Estado, el Consejo de la judicatura, Ministerio de Inclusión Social y Ministerio de Salud.Final del formulario
  • La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Ecuador junto a otras organizaciones presentó en el 2014 una campaña de información en el aeropuerto internacional de Quito dirigida a combatir la trata y el tráfico ilegal de personas y elevar la conciencia pública sobre estas prácticas.
  • El informe global de la Organización de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) revela que el 66% de las víctimas son mujeres, el 13% niñas y el 9% niños. Además, que el 79% de las víctimas están destinadas a la explotación sexual y el 70% vive bajo encierro y amenaza.
  • Según cifras oficiales, en 2013, las autoridades recibieron 72 informes de trata de personas y contrabando de migrantes.
  • Por parte de la Defensoría del Pueblo se realizó la campaña #LaTrataEsUnDelito

Para entender esta situación, conversamos con Inés Martínez, Directora del Centro José Pedro Varela, allí se educan mujeres que han tenido pocas oportunidades de profesionalizarse, muchas de ellas han sido víctimas de violencia.

¿Cuáles son las responsabilidades del Estado para erradicar la trata de personas?

Informarnos permanentemente sobre los riesgos de una migración interna y externa insegura. Trabajar con los centros educativos para hacer una educación del cu
idado mutuo y de prevención, de tal manera que se pueda alertar cuando un niño, niña y adolescente está en peligro. 

También es necesario duplicar los esfuerzos de inteligencia policial para desarticular las bandas de trata, de delitos sexuales, de pornografía infantil, etc. 

El Estado debe trabajar en las medidas de prevención y las iniciativas legislativas a ser tomadas específicamente para beneficiar a las niñas, niños y adolescentes. A pesar de la ausencia de un dato numérico exacto de este grupo, las cantidades son enormes y existe una tendencia en aumento.

Impacto de la trata sobre las niñas, niños y adolescentes

La trata impide el derecho de la niña, niño o adolescente a tener una infancia saludable y una vida productiva, satisfactoria y con dignidad. Las víctimas de la trata son dominados y abusados físicamente por los perpetradores: tratantes – empleadores.  A menudo, los niños y niñas son golpeados y abusados. La violencia ocurre en todas las etapas del ciclo de la trata.

Esto genera un impacto emocional en las víctimas de la trata que muestran sentimientos de vergüenza, culpabilidad, baja autoestima y a menudo son estigmatizados. También, se sienten traicionados, especialmente si el que causó los daños fue una persona en quien habían confiado. Estos factores, así como la experiencia misma pueden causar pesadillas, insomnio, sentimientos de desesperación y depresión. Tenemos datos que en comunidades de Otavalo y Cotacachi algunas niñas, niños y adolescentes víctimas de la trata han recurrido al abuso de drogas para adormecer su dolor psíquico y otros han llegado a intentar el suicidio.

Pero el problema de la trata, no es solo problema del Estado, sino de la sociedad, es por eso que crear entornos de protección para las niñas, niños y adolescentes es deber de todos para reducir la trata.

Desde la comunidad, es responsabilidad de todos, autoridades, profesores, líderes, policías y de los niños y niñas colaborar para que pueden vivir en un ambiente sano libre de violencias y abusos 

¿Qué debería hacer la sociedad para enfrentar esta problemática?

Dejar de ser individualistas e indiferentes, de pensar que estas cosas ligadas a la trata no me pasan a mí, solo les pasa a otros; porque esta es una de tantas formas de violencia que si no la trabajamos como sociedad es creciente.

Organizarnos, ser solidarios y participar en los espacios donde se generan medidas de prevención contra las formas de abuso y violencia.

Fuente: Terre des Hommes

“Camino Seguro” es un proyecto de información para la prevención y protección de la niñez y adolescencia en contra de los fenómenos de movilidad en riesgo, trata, explotación y maltrato, en el cantón Cotacachi, provincia de Imbabura, en Ecuador. En alianza entre la Fundación Terre des Hommes, la Unión de Organizaciones Campesinas e Indígenas de Cotacachi (UNORCAC), las instituciones competentes y las comunidades del Cantón. Los actores del presente material son parte del colectivo de Teatro “Ñapash Purina”, y participaron en el proceso de conceptualización y desarrollo del Guion. Agradecemos la participación continua de los jóvenes Ñapash en las actividades del proyecto. El rodaje, producción, edición y sonorización del material es producto del trabajo de jóvenes talentosos de las comunidades indígenas de Cotacachi.

 

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