Desde el 07 de julio de 2012 que desaparecieron a mi hija Juliana Lizbeth Campoverde Rodríguez, en el sur de Quito, ha sido la oscuridad más intensa que ha vivido mi familia.
En esa oscuridad, te buscamos en largas carreteras, pasillos, lugares desolados en distintas ciudades, en oficinas del Estado; entre burócratas somnolientos y las risas de quienes apuestan al olvido; entre la lentitud de los uniformados, el quemeimportismo de funcionarios públicos, y el polvo de sus archivos; en esa oscuridad te seguimos buscando.
Son 6 años de la imparable búsqueda, sin obtener una repuesta. Son 2190 días y noches de espera a que esos falsos pastores culpables, cómplices y encubridores de la desaparición de mi hija juliana tengan una media dosis de conciencia y nos digan a quién la entregaron, dónde la dejaron, qué le hicieron, porqué se la llevaron.
Seis años exigiendo aquí en la tierra justicia y que me devuelvan a mi hija y clamando al cielo día tras día que nos permita saber la verdad.
Querida hija tu fotografía se ha vuelto mi única compañera en la casa, en mi lugar de trabajo y cada vez que salgo a diferentes instituciones y plazas para exigir justicia y preguntar dónde está mi hija. Al no tener respuestas no hay medicina que calme mi dolor ni terapeuta que me pueda consolar, mi única terapia es ese bendito libro llamado biblia que tú leías y en el que te deleitabas cada día, del cual sacabas melodías y adorabas a quien es invisible y omnipotente, Dios que es mi fortaleza y mi refugio.
Así continúan mis días de larga espera, lo único que sé es que los mismos falsos pastores de esa iglesia cristiana evangélica a la cual asistimos diez años te desaparecieron, lo saben la docena de fiscales y multitud de agentes que dicen haber investigado el caso. Solo en los últimos ocho meses hemos sentido alguna esperanza en la fiscal que ahora lleva el caso.
Son 6 años de compartir tu fotografía por todas las redes sociales esperando que alguien nos diga ¿dónde estás? Pero nada, a veces solo recibimos indiferencias de personas indolentes igual que el Estado.
Son 6 años de ver un asiento vacío en el comedor y de servir un plato de comida menos, qué decir de tu dormitorio tan frío y silencioso, ya no hay quien cante esas hermosas melodías que nos despertaban cada amanecer, pero el aroma de tu piel está intacto en cada prenda de vestir. Extraño tanto tus pies fríos que los abrigabas en los míos cada vez que te acobijabas en mi cama para empezar una larga conversación, te añoro tanto hija mía.
Son 2.190 días y noches de esperar que la Fiscalía y la Policía me den una respuesta o que al fin den con el paradero de mi hija y me la devuelvan.
Adorada hija mía Juliana daría mi vida por encontrarte porque hoy sé que la incertidumbre de no tenerte carcome el alma y duele más que la misma muerte, por eso solo quiero encontrarte.
Seguiremos firmes y siempre de pie ante un Estado indiferente. Seguiremos con una lucha incansable hasta encontrarte.
Atentamente, tu madre Elizabeth Rodríguez.