“Tenemos órdenes de entregarte a tu embajador… Está por llegar acá, así que vamos avanzando. Te voy a cubrir la cabeza para llevarte afuera. No necesitas ver dónde has estado. -Sabía que mi país no me abandonaría, dijo Enrique Duchicela, mientras le tapaba la cabeza [Jesús Sosa], acompañado por Sauni, Zambrano y Pino avanzó…hacia el incinerador”, relata el periodista Ricardo Uceda, en su libro Muerte en el Pentagonito: los cementerios secretos del Ejército Peruano.
Dos años antes, en 1986, Enrique Roberto Duchicela Hernández, sargento primero de Aviación de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE), viajó a Lima – Perú para trabajar como ayudante administrativo en la Agregaduría de la embajada de Ecuador en Perú. Duchicela realizaba funciones diplomáticas, pero también cumplían con la función de acceder a información reservada y útil de Perú. Esta misión consistió en comprar y filtrar información proveniente del Servicio de Inteligencia del Ejército de Perú (SEI) durante todo el año de 1986 y los primeros meses de 1987[1], en ese año, sospechosos por la filtración de información, las autoridades del SIE iniciaron investigaciones para identificar a los responsables de la fuga de información al interior de su Ejército. Un año después, encontraron una red de espionaje financiada por Ecuador con integrantes que pertenecían al mismo SIE, se trataba del subteniente peruano Marco Barrantes que proveía de información al sargento ecuatoriano Enrique Duchicela.
Barrantes, teniente de reserva de la Fuerza Terrestre Peruana, desapareció el 18 de marzo de 1988. Dos meses después, la tarde del viernes 27 de mayo, Enrique Duchicela, que residía solo en Lima, llamó a su esposa, Martha Escobar, para confirmarle el envío del pasaje aéreo para que viaje a Lima, pero en clave le dijo que había peligro. Él aseguró que el domingo llamaría de nuevo, pero no lo hizo. Enrique Duchicela desapareció la tarde del 27 de mayo de 1988, un mes antes de finalizar su trabajo y regresar a Ecuador para reencontrarse con su esposa y dos hijas.
Según el relato del ex militar Jesús Mateo Sosa Saavedra, el 27 de mayo de 1988 un equipo del SIE secuestró a Duchicela en Miraflores y lo trasladó a la sede del Pentagonito en San Borja, bajo las órdenes de coronel Oswaldo Hanke y su superior inmediato, el comandante Harry Rivera. Ahí, Sosa, junto al suboficial Ángel Sauni y los agentes Miguel Ángel Pino, Nataniel Figueroa, Gumercindo Zambrano y Jorge Ortiz, bajo la supervisión del capitán Carlos Pichilingüe, golpearon y torturaron al sargento ecuatoriano. “Sus protestas y reclamos para que se respete su inmunidad diplomática no fueron respetadas ni escuchadas”, señala el periodista Ricardo Uceda, en su libro Muerte en el Pentagonito: los cementerios secretos del Ejército Peruano que fue publicado en 2004, 16 años después de la desaparición de militar ecuatoriano.
Duchicela fue interrogado durante cinco días y en los últimos tres obtuvieron toda la información sobre aeropuertos, bases antiaéreas y armamento militar de su país. «Hasta el 31 de mayo, el detenido fue interrogado violentamente. Lo golpearon y sumergieron en agua. Sufrió una violencia moderada, si cabe el término. Aún no se conocían las órdenes definitivas sobre su suerte, y era mejor ser prudentes», dijo Sosa.
Mientras tanto, Martha buscaba respuestas en Ecuador y Perú. Llamó a la Embajada de Ecuador en Perú y le dijeron, que Enrique estaba en una misión. Ese mismo día, Marcelo Rosero, sargento primero del Ejército ecuatoriano, se comunicó con ella y le dijo: “yo quiero aconsejarte que no vengas, no quiero que vengas a ver lo que está sucediendo aquí con Enrique, él te está traicionando, está con otra mujer”. Martha no creyó esa versión y, el 3 de junio, decidida a viajar a Lima fue a retirar su pasaporte al Ministerio de Defensa de Ecuador. Ahí habló con el Jefe de Inteligencia, coronel Jaime Amaya, quien estaba hablando por teléfono y solicitaba permiso para decirle la verdad. “Cerró el teléfono, se dio media vuelta y me dijo ‘no hay el Negro…’ Yo le dije, – Lo cogieron, lo cogieron, y me dice ‘¿quién?’, le dije: ¿cómo que quién?, ¡Los peruanos!, hablé desesperada lo que sabía; entonces el coronel Jaime Amaya me prometió que estaban haciendo todo lo posible por recuperarle, que ya habían dispuesto una comisión para traerle a mi esposo, que al segundo día [sábado] a la 11:00 en el Ministerio de Defensa iban a mantener una sesión de trabajo con el señor presidente de la República y los ministros de Seguridad Nacional, y que yo debería estar presente y que viniera al segundo día al Ministerio de Defensa. Esa misma noche del 3 de junio toda la cúpula de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE) en un avión se mató en Guápulo, el día sábado, por lo tanto, no hubo ninguna reunión”[2].
Dos meses después, julio de 1988, el Comandante General de la FAE, Luis Cárdenas, mediante el informe de la Dirección de Inteligencia de FAE señaló que: “se reportaba de forma certera que el Sr. Duchicela había sido detenido por los Servicios de Contrainteligencia peruano, estableciendo entre sus conclusiones: Uno, la Agregaduría Militar, Naval y Aérea, a la Embajada del Ecuador, han desarrollado actualmente y en el pasado, actividades de colección de información, en forma ilegal; y dos, el sargento Enrique Duchicela fue detenido por un Servicio de Contrainteligencia local; debido, a sus esfuerzos dedicados a la colección de información. Sin embargo, esta información fue tardía. Según el periodista Uceda, el 31 de mayo, el jefe del SIE Oswaldo Hanke comunicó a Sosa que debía deshacerse de Duchicela y Barrantes. Ante lo cual, el comandante Harry Rivera propuso hundirlos en el mar con una piedra amarrada al abdomen o llevarlos a la playa La Chira, mientras que Sosa propuso utilizar la técnica empleada en Ayacucho, es decir, el incinerador que se usaba para quemar papeles en el subsuelo del Pentágono.
En el libro se relata:
«Harry Rivera objetó la propuesta. Demoraría un día calcinar los cuerpos, dijo. Además, ¿con qué material se haría la combustión?
–Mi coronel –contestó Sosa–, por la experiencia que hemos tenido en Ayacucho, creo que con los materiales convenientes se necesitará unas tres o cuatro horas, a lo mucho.
– ¿Qué necesitarías? –dijo Hanke.
–Cuatro cargas de leña, mejor de eucalipto; kerosene y petróleo.
Rivera no insistió en proponer otro método. Pero aportó una idea: ¿y por qué mejor no usar gasolina?
–Eso ni pensarlo –dijo Sosa–. La gasolina, mi comandante, arde y se consume, en tanto que el petróleo se adhiere a los cuerpos y combustiona más. El kerosene le da fuerza a la combustión y no permite que se apague la llama. Es una buena combinación. Y conviene el eucalipto porque su olor característico disimula el de la carne quemada, que es muy intenso».
Hanke eligió el método de Sosa, pero Duchicela y Barrantes desconocían su destino. Ellos creían que iban a ser liberados. Duchicela murió pensando que el Estado ecuatoriano lo había reclamado, que no lo habían abandonado y que marchaba hacia la libertad; mientras, que Barrantes pensaba que sería entregado a la zona judicial del Ejército. Sosa disparó un balazo a la cabeza de Duchicela y luego dio un tiro de gracia a Barrantes. Las cenizas de los dos hombres, según Sosa, fueron esparcidas en los jardines del Petagonito.
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Enrique Roberto Duchicela Hernández nació en Riobamba – Ecuador, el 22 de agosto de 1951, fue el segundo de seis hermanos. Le gustaba la fotografía y el dibujo. Martha lo recuerda como un ser cariñoso y entregado al cuidado de su familia, por esa razón continúo exigiendo respuestas y luchando para eliminar los estigmas sobre la desaparición de su esposo.
En el 2008 logró que el Estado ecuatoriano declare a Enrique Duchicela como héroe nacional porque habría sido asesinado por agentes estatales que lo acusaron de espionaje, así lo señaló un decreto presidencial firmado por el ex presidente Rafael Correa.
En el 2010, la desaparición forzada y presunta ejecución extrajudicial de Enrique Duchicela fue registrada en el Informe de la Comisión de la Verdad que recoge los casos de violación a los derechos humanos ocurridos entre 1984-2008 en Ecuador. El caso se encuentra en investigación previa a nivel nacional y por la falta de respuesta, la familia demandó al Estado ecuatoriano y peruano ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el año 2013.
El año anterior, Martha Escobar participó en la audiencia temática “Ecuador: delitos de Lesa Humanidad” en el periodo de sesiones 173 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que se desarrolló en la ciudad de Washington – Estados Unidos, en la que informó que en Ecuador no se ha cumplido las recomendaciones emitidas por la Comisión de la Verdad como la desclasificación de la información para la judicialización de los casos, así como las medidas de reparación integral.
[1] ÁLVAREZ Andrea. Análisis del caso del espía y agente diplomático Enrique Duchicela en el marco de la Convención Americana de Derechos Humanos. Pág 5
[2] Desaparición de militar ecuatoriano en Perú.