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Forzar a gestar como una forma de trato degradante e inhumano

Por Voluntarix
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por Dayanna Mullo

El embarazo forzoso se refiere a la continuación de una gestación en contra de la voluntad de la mujer u otra persona gestante. Este fenómeno representa una violación flagrante de los derechos humanos fundamentales, ya que las mujeres se ven presionadas a continuar con un embarazo debido a mandatos sociales, culturales o familiares que desvalorizan su capacidad de decisión sobre su propio cuerpo.  

El derecho a decidir sobre el propio cuerpo es uno de los pilares esenciales de la autonomía personal. Las mujeres deben tener la libertad de elegir cuándo y bajo que circunstancias desean gestar. Sin embargo, en muchos contextos, la maternidad se sigue percibiendo como un destino ineludible, una función “natural” que debe cumplirse sin cuestionamientos. Esta imposición no solo reduce a las mujeres a un rol puramente reproductivo, sino que además invisibiliza sus proyectos de vida, deseos y su capacidad de planificar el momento para ser madres. 

Las consecuencias psicológicas del embarazo forzoso son devastadores para las mujeres que se ven obligadas a continuar con una gestación no deseada. Forzar el embarazo y la maternidad pueden generar situaciones de vulnerabilidad emocional, frustración y precariedad. El respeto a la autodeterminación de las mujeres, ya que es un imperativo ético y un paso esencial hacia la igualdad de género y reconocimiento pleno de los derechos humanos de las mujeres.  

Uno de los efectos más comunes en estas situaciones es el desarrollo de trastorno de estrés postraumático (TEPT) (1). Las manifestaciones de este trastorno incluyen sueños recurrentes relacionados con el evento traumático, flashbacks, dificultades para conciliar o mantener el sueño, irritabilidad, ataques de ira, dificultades para concentrarse, hipervigilancia, respuestas exageradas de sobresalto y una constante sensación de amenaza, lo que lleva a un deterioro significativo en la salud mental de la mujer (2). Estas alteraciones provocan un deterioro cognitivo de la salud mental de las mujeres, quienes también pueden desarrollar trastornos de ansiedad y depresión. Sin el diagnóstico y tratamiento adecuado estos síntomas pueden persistir por meses e incluso años. 

Asimismo, la depresión posparto es una consecuencia común en mujeres que han sido obligadas a ser madres en contra de su voluntad. Esto afecta tanto a su bienestar emocional como su capacidad para cuidar adecuadamente al niño/a, manifestándose generalmente en los primeros meses tras el parto. La depresión posparto puede generar sentimientos de tristeza, desesperanza y falta de autoestima (3). Los factores que influyen en su desarrollo incluyen la personalidad previa de las mujeres, especialmente si hay antecedente de depresión, las circunstancias que llevaron a la maternidad forzada y la calidad del apoyo social y familiar (4).  

La persistencia de síntomas como depresión, ansiedad, hiperalerta, resulta preocupante, ya que provoca una disminución en la capacidad adaptativa de la mujer. Esto conlleva dificultades para cumplir con sus roles familiares y laborales, así como una reducción de su calidad de vida. Además, el embarazo forzoso actúa como un recordatorio constante del trauma vivido, generando un estrés emocional que intensifica la sensación de despojo de autonomía. Las mujeres en estas circunstancias suelen experimentar una pérdida de su sentido de identidad y autoeficacia, lo que a menudo deriva en un estado psicológico de alineación y desesperanza (5). 

El embarazo forzoso constituye una forma de violencia estructural que impacta profundamente la salud mental, emocional y física de las mujeres. Para que la maternidad sea un acto pleno y deseado, debe ser una decisión consciente y libre, no una obligación impuesta. Es importante destacar que el deseo de no gestar en un momento determinado no implica una falta de valoración hacia la maternidad, sino una afirmación del derecho a planificar el futuro y asumir responsabilidades solo cuando se está preparada para ello. 

El derecho a decidir sobre el propio cuerpo abarca no solo la posibilidad de interrumpir un embarazo, sino también la concepción de maternidad y su relación con la identidad femenina. Las mujeres que deciden abortar lo hacen en una amplia variedad de contextos personales, sociales, culturales, económicos, religiosos y legales. Estos factores influyen en como experimentan la amenaza a su integridad personal, el estigma, la pérdida de autonomía y el temor o ansiedad que acompaña este proceso (6). 

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) (7) el acceso a un aborto seguro es fundamental para reducir la mortalidad materna y proteger la salud de las mujeres. En el Ecuador la despenalización total del aborto aun enfrenta fuertes barreras legales y sociales, las mujeres continúan siendo víctimas de estigmatización y sanciones morales que agravan su sufrimiento psico-emocionales.  

El acceso al aborto seguro es también una cuestión de salud pública. La penalización del aborto conduce a la violación de derechos fundamentales como el acceso a la salud integral y el derecho a la intimidad. Estas mujeres están en situación de despojo y alienación de sus cuerpos, que se consideran territorios de conquista y competencia estatal. Al ser tratadas como meras maquinas (re)-productoras, son victimizadas y perseguidas (8). Las mujeres se ven forzadas a recurrir a métodos inseguros y clandestinos, exponiéndose a complicaciones graves como infecciones, hemorragias y, en muchos casos, la muerte. Las mujeres de sectores vulnerables, niñas, adolescentes y mujeres con recursos económicos limitados, suelen estar en situaciones de mayor riesgo (9).  

La estigmatización social que enfrentan las mujeres tras un aborto genera daños psico-emocionales, especialmente en sociedades patriarcales donde el aborto se considera tabú moral. El rechazo y el aislamiento a menudo conducen a casos de suicidio como forma de escapar del proceso de exclusión social. La culpa, la vergüenza y el miedo asociados con el embarazo forzoso intensifica el sufrimiento psicológico, ya que las mujeres no solo deben lidiar con el trauma de la gestación no deseada, sino también con falta de apoyo y el rechazo social (10). 

El embarazo forzoso es una experiencia traumática que desencadena una serie de respuestas emocionales intensas como rabia, miedo, vergüenza y culpa. La surge al no haber podido evitar la situación, mientras que la vergüenza está vinculada con el estigma social y a normas culturales que condenan el aborto o el embarazo fuera de ciertos contextos socialmente aceptables. Para muchas mujeres, la sola idea de continuar con un embarazo no deseado se convierte en una tortura psicológica, afectando profundamente su bienestar emocional (11). Este tipo de experiencias puede destruir el sentido de valor personal, haciéndolas sentir desvalidas e incapaces de tomar decisiones sobre su propio bienestar y futuro. La falta de control sobre una situación tan íntima y decisiva como la reproducción, erosiona su identidad y autoestima, lo que puede generar un sufrimiento emocional profundo y un estado de vulnerabilidad psicológica.  

Además, esto incrementa el riesgo de conductas autodestructivas, incluida la ideación suicida. El sufrimiento se intensifica el entorno social refuerza el estigma y la condena moral hacia la mujer. La falta de acceso a un aborto seguro, junto con el rechazo social, exacerba el dolor psicológico, obligando a las mujeres no solo a lidiar con el trauma del embarazo forzoso, sino también con la falta de apoyo y eñe estigma que rodea su experiencia. 

Garantizar el acceso a un aborto seguro y legal es crucial para devolver a las mujeres el control sobre sus cuerpos y decisiones reproductivas. Esto no solo es una cuestión de justicia social, sino que también es esencial para su bienestar emocional y psicológico, contribuyendo a la recuperación de su autonomía, la reducción de desigualdades de género y la promoción de su salud mental. Al permitir que las mujeres tomen decisiones informadas y autónomas, se crea un entorno donde se sienten empoderadas y apoyadas, lo que favorece el desarrollo de una identidad plena y equilibrada, reduciendo el riesgo de trastornos como la ansiedad, la depresión y el trastorno de estrés postraumático.

Bibliografía

1 Paula Andrea Suarez Rueda, Mayra Andrea Mendoza Quintero, y Silvia Juliana Monsalve Caicedo, «Efectos físicos y psicológicos implicados en el aborto espontaneo e inducido en la mujer.» (Bucaramanga, Universidad Cooperativa de Colombia, 2020). 

2 Ibone Olza, «EL SINDROME DE ESTRÉS POSTRAUMATICO COMO SECUELA OBSTETRICA», s. f. 

3 El personal de Ignite Healthwise, «Depresión posparto», Healthwise, Healthwise, 10 de julio de 2023, https://espanol.kaiserpermanente.org/es/health-wellness/health-encyclopedia/he.depresi%C3%B3n-posparto.tn9653. 

4 Marta B. Rondón, «Salud mental y aborto terapéutico», Anales de la Facultad de Medicina 76, n.o 4 (2016): 407, https://doi.org/10.15381/anales.v76i4.11411. 

5 Marta B Rondón, Impacto del embarazo luego de una violaciónArgumentos para proteger la salud mental, Primera (Lima: PROMSEX, 2016). 

6 Dra. Marta B. Rondón, «Resultados de la investigación sobre las consecuencias emocionales y psicológicas en aborto inducido» (Centro de Promoción y Defensa de los Derechos Sexuales y Reproductivos (PROMSEX), 2009). 

7 «Aborto», OMS, accedido 5 de septiembre de 2024, https://www.who.int/es/health-topics/abortion. 

8 Sofía Zaragocin et al., «Mapeando la criminalización del aborto en el Ecuador», Revista de Bioética y Derechon.o 43 (2018): 109-25. 

9 Elsa Guerra Rodríguez, «Implicaciones de la criminalización del aborto en Ecuador», ForoRevista de Derechon.o 29 (2018): 117-34, https://doi.org/10.32719/26312484.2018.29.6. 

10 Guerra Rodríguez, «Implicaciones de la criminalización del aborto en Ecuador». 

11 Efraín Noruega et al., «Embarazo no deseadocontinuación forzada del embarazo y afectación de la salud mental» (Grupo Médico por el Derecho a Decidir – Colombia Red Global Doctors for Choice, diciembre de 2011). 

Dayanna Mullo

Psicóloga Clínica Egresada de la Universidad Central del Ecuador, comprometida con la promoción del bienestar y la equidad social. Mi propósito es buscar una buena calidad de vida para las personas con un enfoque de género y derechos humanos. Actualmente soy miembro activo de la Asociación Scout del Ecuador y voluntaria en el área de Fortalecimiento de INREDH 

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